martes, 10 de mayo de 2022

¿ESTO SE LE PARECE, O ES ASÍ?

 



¿ESTO ES LO QUE PARECE, O ES ASÍ? *




 Analogía entre la Revolución Bolchevique, la II Guerra mundial y la crisis de Ucrania-Rusia **
 
* Este artículo que lo iba a principiar antes de haber estallado el conflicto ruso-ucraniano habido el día 23 de febrero de 2022. ** Tuve que posponerlo, pues de algún modo viene a corroborar la analogía existente entre la Revolución Bolchevique y la II Guerra mundial y la actual crisis rusa ucraniana. Si los rusos y ucranianos son demoníacos, mucho más diabólicos y perversos son las Democracias occidentales, sobre todo el lobby armamentístico que han vendido y están suministrando ingentes cantidades de armamento. Estos espurios lobbys (1) ponen por excusa que les entregan el armamento para que Ucrania se pueda defender del conflicto que mantiene con Rusia. Pero lo cierto, se venden enormes cantidades de armamento para beneficio de los lobbys, pues no en vano Ucrania y Rusia forman parte de la burguesía capitalista. La venta de armamento a Crimen la estamos pagando y se pagará con los impuestos de los ciudadanos españoles. Con esta crisis de guerra, una vez más, me viene a la imaginación la inmortal obra de Vladimir Lenin “El imperialismo fase superior del capitalismo”, escrita en 1917. 

Vaya por delante siempre hay que ir en contra de cualquier violencia, bien sea de tirios o de troyanos; pero eso no da pie que se vean las cosas sin fundamento o razones partidistas. Resulta tremendamente paradójico que cuando existía la URSS, el mundo era más equilibrado; aunque para las democracias occidentales, era un país despótico y de dictadura del proletariado y demoníacos.
 
Resulta que ahora, después de que el último secretario general de PCS Mihail Gorbachov disolviera la Unión Soviética, y cuando estaban transformando la dictadura del proletariado por una democracia del proletariado, “Gorby” entregó Rusia a la dictadura del capitalismo dura y pura con todas sus secuelas negativas que está operación conllevó y está sobrellevando consigo.
 
Pues bien, la crisis de Ucrania y Rusia no se puede tomar sólo por una acción geopolítica, sino, que habrá que añadirle a la misma matices geoestratégicos y geoecómicos entre el capitalismo de la democracias burguesas que refleja en su fuero interno una batalla, en la que finalmente se comerán entre ellas. Es una guerra esencialmente económica que, como bumerán como efecto físico, se vuelven contra quienes lo lanzaron. 

Luego resulta paradójicamente un esperpento, que cuando había dos bloques opuestos como era el bloque socialista y el bloque capitalista, el mundo estaba más equilibrado que en el actual mundo globalizado. Por causas más internas que externas, la Unión Soviética desapareció, y las burguesías capitalistas occidentales lo empujó hacia su terreno: el capitalismo. Si no que se lo digan a los miles y miles de magnates rusos que se fugan hacia Abu Dabi, capital de los Emiratos árabes, buscando protección de sus riquezas y poner a buen recaudo sus capitales. Analógicamente resulta paradójico con lo ocurrido en la Revolución Bolchevique, cuando la aristocracia zarista se fugaron con sus riquezas hacia Paris, dejando a los pobres que se matarán en defensa de un mundo más equitativo y justo. 

(1) Grupo de presión formado por personas con capacidad para presionar sobre un gobierno o una empresa, especialmente en lo relativo a las decisiones políticas y económicas. 

El bloque capitalista que nunca fue capaz de asimilar la revolución bolchevique habida en Rusia. La ideología burguesa ponía a caer de un burro al sistema del socialismo real, tildando como mínimo de régimen despótico y antidemocrático.
 
Pues bien, ahora que Rusia es un país capitalista, resulta que el régimen forzado por la burguesía capitalista, lo tachan de virulento cumpliéndose el adagio de no escupir al aire, pues el escupitajo le pues caer así mismos. Inexorable y lentamente la obra de Vladimir Ilich Lenin el Imperialismo fase superior del Capitalismo escrita en 1917, de alguna manera se está cumpliendo entre la burguesía capitalista. Ahora mismo, con la guerra de Ucrania, más geoecómica que otras “geos” ya empiezan a darse dentelladas entre el bloque globalizado del sistema capitalista.
 
Al igual que lo sucedió en Rusia con la revolución Bolchevique donde 14 naciones intentaron cercar a la revolución de la incipiente URSS, para ayudar al ejercito blanco; no deja de ser paradójico la actual guerra Ucrania-Rusia, que la UE no hay dialogado antes con Rusia, en base a acuerdos de beneficios mutuos, en vez de que la OTAN haya ido ocupando territorio cada vez más cercano a Rusia.
 
Sobre este tema, trascribo un interesante artículo de Ernesto S. Pombo, aparecido en La Voz de Galicia del 9 de marzo de 2022 que no tiene desperdicio alguno; pues aparte de ser muy esclarecedor, objetivamente está muy bien fundamentado e imparcial.

“Aunque ahora mismo lo importante es poner fin al delirio en el que nos han metido, salvar vidas y acoger a los refugiados, podemos ir pensando que esta batalla está perdida. Porque en el pulso Europa, ha sido ya derrotada. Cierto que Ucrania es la que va a sufrir las mayores consecuencias del disparate ruso, pero los demás países europeos padeceremos durante años, o décadas, los efectos de la ocupación. La jugada no le ha salido mal al zar rojo que ve cumplido su propósito de deteriorar el mayor proyecto de bienestar y libertad y debilitar su influencia en el mundo.

Dicen quienes lo conocen que, el que fue un mediocre miembro de la KGB, es inteligente y buen estratega. Por eso hay que pensar que la ocupación ucraniana va mucho más allá de una independencia soñada e impuesta por las armas de unos territorios que considera de su propiedad. Putin llega hasta aquí por los errores y ligerezas de Occidente, especialmente de Europa, en las últimas décadas. Y entiende que ha llegado el momento de dar visibilidad a su dominio. Y a su fortaleza.

Porque el proceso de unidad europeo no avanzó convenientemente. Somos la primera potencia económica del mundo pero carecemos de una política exterior definida, porque se la dejamos a los países miembros, y de la de defensa, que cedimos a la OTAN. Y aún peor. La política respecto a Rusia caminó a bandazos y en función de los intereses de cada país miembro, en cada momento.

Y ahora comenzamos a pagar los errores y despropósitos cometidos durante décadas. Pero lo seguiremos haciendo porque sea cual sea el resultado del conflicto, y no creemos que va a ser bueno, Europa perderá competitividad, se empobrecerá, pagará precios elevados por las energías, gastará más en armamento y sufrirá el coste de las sanciones. Además, los bancos no recuperarán las grandes cantidades de créditos concedidos a Rusia.

Otra impresión no menos interesante y objetiva es el artículo escrito por Joaquín Rábago, el 11 de marzo de 2022 en Faro de Vigo titulado “El comodín de la guerra de Putin”, que transcribo también con mucho fundamento e imparcialidad.

“Escuchamos el otro día en el Congreso al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, atribuirle “a la guerra de Putin” la espectacular subida del precio de los combustibles, que ha hecho disparar la inflación.

Como se nada hubiese que ver en ello la privatización de la empresas públicas por el PSOE y el PP, y un mercado irracional que llaman “marginalista” por el cual la energía la pagamos según el precio más alto del cóctel energético que es precisamente el del gas, ahora disparado también por la guerra.

Un sistema que, a pesar de los requerimientos de España y otros países, Bruselas, del que aparecer depende, esta tardando ya demasiado en modificar, como si fuese un fenómenos natural. (1)

Un mecanismo puramente capitalista que genera beneficios multimillonarios a las empresas de ese oligopolio (2)), a sus accionistas y directivos, que para algo han de servir las puertas giratorias.

La guerra de Putin está sirviendo también para que la oposición de derecha y ultraderecha pida con vehemencia la exclusión de Podemos de la actual coalición, empresas de derribo del Gobierno que aquella no ha abandonada desde comenzó la legislatura.

Oímos además en la misma sesión del Congreso calificar a Vladimir Putin de “comunista” para atacar a este sector del Gobierno cuando el ruso lleva demasiado tiempo al frente de un sistema económico que solo cabe de ultracapitalista en muchos aspectos e intervencionistas en otros.

Un sistema político autocrático rebosante de corrupción que ha generado fortunas increíbles para excomunistas, familiares y amigos rápidamente reciclados en el capitalismo sin que haya mejorado la vida de la inmensa mayoría de la población.

No deja de sorprender, por otro lado, la absoluta falta de criterio con la que muchos abordan aquí la tragedia ucraniana sin que tenga minimamente en cuentan sus dramáticos antecedentes.

Hoy, por el contrario, en Estados Unidos, aunque no en los grandes medios, un profundo debate sobre el tema en el que han participado famosos politólogos como el profesor de la Universidad de Chicago John Merrsheimer o el exfuncionario de la CIA Ray MacGovern.

Meersheimer y MacGovern, personas ambas con larga experiencia, hablan de la irresponsabilidad en la que incurrió el Gobierno de Washintong al animar las aspiraciones de Ucrania y Georgia de entrar en la Alianza Atlántica, sin pararse en pensar en sus consecuencias.

Si Putin hubo de resignarse a ver como ingresaban en ese bloqué militar países que habían formado parte del Pacto de Varsovia, desde Polonia y los Bálticos hasta Rumania y Bulgaria, no estaba dispuesto a aceptar la entrada de dos repúblicas que habían sido uña y carne de la propia Unión Soviética.

Era para Moscú, en palabras del presidente Vladimir Putin “una cuestión existencial”, y así lo hizo saber reiteradamente el líder ruso a sus interlocutores norteamericanos sin que estos hicieran el menor caso, pese a la opinión contraria de París y Berlín, que temían los hechos negativos para la paz en Europa.

Efectos que están dolorosamente a la vista: una guerra criminal cada vez más sangrienta, que están destrozando un país, amenaza con convertir a toda la Europa del Este en una región inestable y nos aproxima peligrosamente a una guerra nuclear.

Al aislar económicante a Rusia, lo que para las autoridades de Moscú equivale a una declaración de guerra, Occidente ha empujado además a ese país la cada vez más poderosa y dictatorial China (peligro del que hace tiempo venían advirtiendo muchos analistas).

Ahora jaleamos a los ucranianos que han decidido resistir heroicamente, les enviamos armas para que continúen una lucha en la que no podemos involucrarnos directamente y cesamos para que no se produzca un incidente fronterizo que resulte en la tercera guerra mundial.

Situación del mercado en la que el número de vendedores es muy reducido, de manera que controlan y acaparan las ventas de determinados productos como si hubiera monopolio, "algunos grupos privados, apoyados por el Estado, organizaron un auténtico oligopolio económico y financiero".


(1)) No se trata de un fenómeno natural, sino de una esencia enquistada en el sistema capitalista. A.R.P.

(2) Situación del mercado en la que el número de vendedores es muy reducido, de manera que controlan y acaparan las ventas de determinados productos como si hubiera monopolio." Oxford languajes

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En el transcurso de la historia de la Humanidad, ha habido numerosas revoluciones y alzamientos contra los poderes fácticos y despóticos socialmente. Entre ellas, enumerados las cuatro que más impacto produjo en el movimiento para la libertad de los seres humanos. Sobre todo la Revolución francesa y la Revolución Bolchevique. La Revolución francesa descabezó la aristocracia y cerró los últimos vestigios del esclavismo y del feudalismo. Fue el principio de la burguesía capitalista. La Revolución Bolchevique asestó un duro golpe al capitalismo y principió el sistema socialista que se tendrá que consolidar y desarrollar cuantitativa y cualitativamente; aprovechando los avances tecnocientíficos. El marxismo no es un sistema cerrado, sino que es una sistemática continuamente abierta y en plena evolución.
 
- Alzamiento revolucionario de Spartacus, años 71-73 a.d.n.e. en Roma.
- El Levantamiento de Pugachov, ruso: Пугачёва, Vosstaniye Pugachyova; también llamada la Guerra de Los Campesinos 1773-1775 o Rebelión de los Cosacos de 1773-75, en la Rusia zarista.
- Revolución francesa año 1789 en Francia.
- Revolución bolchevique del 8 de marzo de 1917, en Rusia.

Spartacus nacido en ¿Tracia? - Lucania, 71 a. C. Jefe de una rebelión de esclavos en Roma. Al parecer era un desertor del ejército romano, que había sido capturado y vendido como esclavo a un entrenador de gladiadores de Capua llamado Léntulo. En el 73 a. C. consiguió escapar junto con otros setenta esclavos y desencadenó una rebelión en el sur de Italia.

Refugiado en la zona del Vesubio, Espartaco aprovechó sus conocimientos militares y sus innegables dotes organizativas para formar un verdadero ejército, que llegó a tener más de 70.000 hombres. Intentó sacarlos de Italia para garantizar su libertad, pero después de seguirle hasta el norte de la Península (Galia Cisalpina), sus hombres no quisieron atravesar los Alpes y prefirieron permanecer en Italia, divididos en bandas dedicadas al saqueo.

Espartaco regresó al sur con los que le quedaban, con intención de escapar por mar. Había derrotado seis veces a las tropas que Roma había enviado contra él; pero, ante el temor a que intentara apoderarse de la ciudad,  arco Licinio Craso fue nombrado procónsul con mando sobre diez legiones para acabar con la rebelión.

En el 71 a. C. Craso sorprendió y venció a lo que quedaba del ejército rebelde en Lucania, donde murió Espartaco. Pompeyo y Lúculo terminaron de limpiar Italia de bandas de esclavos fugitivos, crucificando a cuantos capturaron. La imagen de Espartaco como libertador de las masas oprimidas explica que, ya en el siglo XX, diera nombre al periódico de Karl Liebknecht  y a la corriente comunista que éste lideró durante la revolución alemana de 1918-19 (los «espartaquistas»). Biografía y Vidas.

El Levantamiento de Pugachov  (ruso: ( Пугачёва, Vosstaniye Pugachyova; también llamada la Guerra de los Campesinos 1773-1775 o Rebelión de los Cosacos) de 1773-75 fue el principal levantamiento de una serie de rebeliones populares que tuvieron lugar en el  Imperio ruso después de que Caralina II de Rusia tomara el poder en 1762. Comenzó como una insurrección organizada por los cosacos del Ural encabezada por Yemellñián Pugachov,  un exteniente desafecto del Ejército Imperial Ruso en un contexto de profundo malestar campesino y guerra con el Imperio otomano Tras el éxito inicial, Pugachov asumió el liderazgo de un gobierno alternativo en nombre del zar asesinado Pedro III, y proclamó el fin de la servidumbre. Este liderazgo organizado presentó un desafío a la administración imperial de Catalina III. Los campesinos y loss cosacos y los cristianos ortodoxos de los viejos creyentes, en los montes Urales. Uno de los acontecimientos más significativos de la insurrección fue la batalla de Kazán  en julio de 1774.

Las fuerzas gubernamentales no respondieron eficazmente a la insurrección al principio, en parte debido a las dificultades logísticas y a la falta de apreciación de su magnitud. Sin embargo, la revuelta fue aplastada hacia finales de 1774 por el General Michelsohn en Tsaritsyn Pugachov fue capturado poco después y ejecutado en Moscú en enero de 1775. Otras represalias contra las zonas rebeldes fueron llevadas a cabo por el general Peter Panin.

Los acontecimientos han generado muchas historias en la leyenda y la literatura, sobre todo la novela histórica de Pushkin La hija del capitán (1836). Fue la mayor revuelta campesina de la historia de Rusia.
 
Antecedentes y objetivos

Como la monarquía rusa contribuyó a la degradación de los siervos, la ira de los campesinos fue muy grande. Pedro el Grande cedió pueblos enteros a los nobles favorecidos, mientras que Catalina la Grande confirmó la autoridad de los nobles sobre los siervos a cambio de la cooperación política de los nobles. Los disturbios se intensificaron a medida que avanzaba el siglo XVIII, con más de cincuenta revueltas campesinas entre 1762 y 1769, las que culminaron en el Levantamiento de Pugachov, cuando, entre 1773 y 1775,  Yemilián Pugachov  reunió a los campesinos y cosacos y prometió a los siervos tierras propias y libertad. 

Hubo varias presiones sobre los siervos rusos durante el siglo XVIII, que los indujeron a seguir a Pugachov. El campesinado en Rusia ya no estaba atado a la tierra, sino a su dueño. Los vínculos de conexión que habían existido entre la comunidad campesina y el zar, que habían ido disminuyendo, se rompieron por la interposición de los dueños de siervos; estos señores privados o agentes de la Iglesia o del Estado que poseían la tierra bloquearon el acceso de los siervos a la autoridad política. Muchos nobles volvieron a sus haciendas después de 1762 e impusieron reglas más duras a sus campesinos. La relación entre el campesino y el gobernante se cortó de forma más dramática en el decreto de 1767, que prohibía completamente las peticiones directas a la emperatriz por parte del campesinado. ​ Los campesinos también estaban sujetos a un aumento de los impuestos indirectos debido al incremento de las exigencias del Estado. Además, una fuerte tendencia inflacionaria provocó un aumento de los precios de todos los bienes. ​ Los campesinos se sintieron abandonados por el Estado «moderno».Vivían en circunstancias desesperadas y no tenían forma de cambiar su situación, habiendo perdido todas las posibilidades de reparación política.

Hubo desastres naturales en Rusia durante el siglo XVIII, que también agregaron tensión a los campesinos. La recurrencia frecuente de malas cosechas, plagas y epidemias creó inestabilidad económica y social. La más dramática fue la epidemia de 1771 en Moscú, que sacó a la superficie todos los miedos y pánicos inconscientes y desenfocados de la población.

Cada gobernante alteró la posición de la Iglesia, lo que aumentó más la presión. Pedro el Grande dio a la Iglesia nuevas obligaciones, mientras su administración se asimilaba a un departamento del estado secular. Los recursos de la Iglesia, o los medios de recaudación, no pudieron cumplir con las nuevas obligaciones y, como consecuencia, explotaron fuertemente y administraron mal a sus siervos. El malestar provocó constantes revueltas entre los siervos de la Iglesia.
 

Liderazgo y estrategia

La imagen de Pugachov, según la memoria popular y las leyendas contemporáneas, era la de un pretendiente a libertador. Como a Pedro III, se le veía semejante a Cristo y santo  porque había aceptado mansamente su destronamiento por su malvada esposa Catalina II y sus cortesanos. No se había resistido a su derrocamiento, pero se había ido a vagar por el mundo. Había venido a ayudar a la revuelta, pero no la inició; según el mito popular, los cosacos y el pueblo lo hicieron.

La mitología popular de Pedro III vinculó a Pugachov con el Manifiesto de la Emancipación de 1762 y las expectativas del siervo con mayores liberalizaciones si hubiera continuado como gobernante. Pugachov ofreció la libertad del impuesto de captación y la tasa de reclutamiento, lo que le hizo parecer que seguía en la misma línea que el emperador del que se estaba haciendo pasar.
Reclutamiento y apoyo

Desde el principio de la insurgencia, los generales de Pugachov llevaron a cabo campañas de reclutamiento masivo en los asentamientos tártaros y baskires,  con la instrucción de reclutar a un miembro de cada hogar y tantas armas como pudieran conseguir. Se hizo no solamente con cosacos , sino también con campesinos rusos y obreros de fábricas, tártaros, baskires y  chuvasios El famoso héroe baskir  Salavat Yuláyev  se unió a él. El objetivo principal de Pugachov en su campaña no era el pueblo, sino sus líderes. Reclutó a sacerdotes y mulás para difundir sus decretos y leerlos a las masas como una forma de darles crédito.

Los sacerdotes en particular fueron figuras instrumentales para llevar a cabo las campañas de propaganda de Pugachev. Pugachev era conocido por dar «bienvenidas heroicas» cada vez que entraba en una aldea rusa, en la que era recibido por las masas como su soberano. Unos días antes de su llegada de ese pueblo de su inminente llegada. Estos mensajeros pedían a los sacerdotes que trajeran sal y agua y tocaran las campanas de la iglesia para significar su llegada. Los sacerdotes también fueron instruidos para leer los manifiestos de Pugachov durante la misa y cantar oraciones a la salud del Gran Emperador Pedro III. La mayoría de los sacerdotes, aunque no todos, cumplían con las peticiones de Pugachov. Un informe secreto de la Escuela de Guerra de Catalina, por ejemplo, cuenta que uno de esos sacerdotes, Zubarev, reclutó a Pugachov en la Iglesia bajo tales órdenes. «Zubarev, creyendo en el decreto lleno de calumnias del villano impostor, traído por el villano  atamán  Loshkarev, lo leyó públicamente ante el pueblo en la iglesia. Y cuando ese atamán trajo a su banda, formada por 100 hombres, a su pueblo de Baikalov, entonces ese Zubarev se encontró con ellos con una cruz y con iconos y rezos cantados en la Iglesia; y luego en el momento del servicio, así como después, evocó el nombre del emperador Pedro III por el sufragio».​

El ejército de Pugachov estaba compuesto por una mezcla diversa de pueblos desafectos de la sociedad rusa meridional, en particular cosacos, baskires, colonos, disidentes religiosos -como los Viejos creyentes- y siervos industriales. Pugachov estaba muy en contacto con las necesidades y actitudes de la población local; era un  cosaco de Don y se enfrentaba a los mismos obstáculos que sus seguidores. Es notable que las fuerzas de Pugachov siempre tomaran rutas que reflejaban las preocupaciones regionales y locales de las personas que formaban sus ejércitos. Por ejemplo, después del primer ataque a  Yaitsk, no se dirigió hacia el interior, sino hacia el este, hacia  Oremburgo, que para la mayoría de los cosacos era el símbolo más directo de la opresión rusa.

La población heterogénea de Rusia creó problemas especiales para el gobierno, y proporcionó oportunidades para aquellos que se oponían al estado y buscaban apoyo entre los nativos descontentos y todavía no asimilados. Cada grupo de personas tenía problemas con el estado, en los que Pugachov se centró para conseguir su apoyo, como baskiris, siguieron a Pugachov porque se les prometió sus formas de vida tradicionales, la libertad de su pueblo. Cada grupo de personas tenía problemas con el estado, en los que Pugachov se centró para conseguir su apoyo.
 
 A los cosacos se les prometió de forma similar sus antiguas formas de vida, los derechos sobre el río Ural desde su nacimiento hasta el mar, pastos libres de impuestos, sal gratis, doce chetvi de maíz y 12 rublos por cosaco al año.

Pugachov encontró un apoyo inmediato entre los  odnodvor  (campesinos libres) no sujetos a sevidumbre. En la parte más occidental de la región barrida por el levantamiento de Pugachov, la orilla derecha del  Volga medio, había varios odnodvortsy. Estos eran descendientes de pequeños militares que habían perdido su función militar y declinaron a la condición de «pequeños», pero libres, campesinos que cultivaban sus propias tierras. Muchos de ellos eran también Viejos creyentes, y por lo tanto se sentían particularmente alienados del estado establecido por Pedro I de Rusia.  Fueron duramente presionados por los terratenientes de las provincias centrales que adquirían las tierras de su zona y asentaban a sus siervos en ellas. Estos colonos depositaron sus esperanzas en el líder providencial que prometió restaurar su antigua función y estatus.

La red de hombres y Pedro III y sus éxitos, y también le ayudaron a reclutar a sus primeros seguidores entre los cosacos del viejo creyente del  Iaik. 

El anfitrión cosacos de Iaik  estuvo más directa y completamente involucrado en el levantamiento de Pugachov. La mayoría de sus miembros eran Viejos creyentes que se habían establecido en el río Iaik. Los cosacos se opusieron a la marea de modernización racional y a la institucionalización de la autoridad política. Consideraban que su relación con el gobernante era especial y personal, basada en sus obligaciones de servicio voluntario. A cambio, esperaban que el zar protegiera su religión, su organización social tradicional y su autonomía administrativa. Siguieron las promesas de Pugachov y elevaron el listón de la revuelta con la esperanza de recuperar su relación especial anterior y asegurar el respeto del gobierno por sus tradiciones sociales y religiosas.

Los trabajadores de las fábricas apoyaron a Pugachov porque su situación había empeorado; muchas fábricas estatales se habían entregado a propietarios privados, lo que intensificó la explotación. Estos propietarios privados se erigieron como una barrera entre los trabajadores y el gobierno; inhibieron los llamamientos al Estado para mejorar las condiciones. Además, con la pérdida de la ventaja competitiva de Rusia en el mercado mundial, la producción de las minas y las fábricas de fundición de hierro de los Urales disminuyó. Este declive afectó más a los trabajadores porque no tenían otro lugar donde ir o ninguna otra habilidad para comercializar. Había suficiente material para apoyar la rebelión contra el sistema. En general, las fábricas apoyaron a Pugachov, algunas voluntariamente continuaron produciendo artillería y municiones para los rebeldes. 

Desafío al estado ruso

En 1773 el ejército de Pugachov atacó   Samara  y la ocupó. Su mayor victoria llegó con la toma de Kazán, para entonces su territorio capturado se extendía desde el Volga hasta los montes Urales. Aunque bastante bien organizado para una revuelta en ese momento, la principal ventaja de Pugachov al principio fue la falta de credibilidad en el levantamiento de Pugachev,  C atralina la Grande   consideró al problemático cosaco como una «broma» y puso una pequeña recompensa de unos 500 rublos por su cabeza. Pero para 1774, la amenaza fue abordada más seriamente; y en noviembre la recompensa era de más de 28.000 rublos. El general ruso Michelson perdió muchos hombres debido a la falta de transporte y disciplina de sus tropas, mientras que Pugachov obtuvo varias victorias importantes.

Pugachov lanzó la rebelión a mediados de septiembre de 1773. Tenía una fuerza sustancial compuesta por cosacos, campesinos rusos, siervos de las fábricas y no rusos con la que abrumó a varios puestos de avanzada a lo largo del río Iaik y a principios de octubre se dirigió a la capital de la región,  Oremburgo.  Mientras sitiaban esta fortaleza, los rebeldes destruyeron una expedición de socorro del gobierno y extendieron la revuelta hacia el norte hasta los Urales, hacia el oeste hasta el Volga y hacia el este hasta Siberia. Los grupos de Pugachev fueron derrotados a finales de marzo y principios de abril de 1774 por un segundo cuerpo de socorro bajo el, donde reclutó nuevos partidarios. Entonces, los rebeldes atacaron la ciudad de Kazán, quemando la mayor parte de ella el 23 de julio de 1774. Aunque fue vencido tres veces en Kazán por las tropas zaristas, Pugachov escapó por el Volga, y reunió nuevas fuerzas mientras bajaba por la orilla oeste del río capturando las principales ciudades. El 5 de septiembre de 1774, Pugachov no logró tomar la ciudad de   Tsratsynay fue derrotado en la estepa debajo de esa ciudad. Sus seguidores más cercanos lo traicionaron ante las autoridades. Después de un prolongado interrogatorio, Pugachov fue ejecutado públicamente en  Moscú el 21 de enero de 1775.
Participación de los indígenas

La vaga retórica de Pugachov inspiró no únicamente a cosacos y campesinos a luchar, sino también a las tribus indígenas de la frontera oriental. Estos grupos indígenas constituían una porción comparativamente pequeña de los que se rebelaron, pero su papel no puede ser subestimado. Cada grupo tenía una cultura e historia distinta, lo que significaba que sus razones para seguir a Pugachov eran diferentes.

Los mordvinos, maris, udmurtos y chavasios por ejemplo, se unieron a la revuelta porque estaban molestos por los intentos rusos de convertirlos a la iglesia ortodoxa. Estos grupos vivían dentro de las fronteras de Rusia, pero se aferraron a su idioma y cultura. Durante el levantamiento de Pugachov, estos nativos respondieron asesinando a miembros del clero ortodoxo. Debido a que los nativos profesaban lealtad a Pugachov, el líder rebelde no tuvo más remedio que condonar implícitamente sus acciones como parte de su levantamiento.

Los tártaros -de la cuenca del  Volga y Kama- eran los grupos indígenas con la estructura política más compleja. Estaban más estrechamente asociados con la  cultura rusa porque habían vivido dentro de las fronteras del Imperio desde el siglo XVI. Muchos de estos tártaros poseían tierras o administraban fábricas. Como miembros más integrados del  imperio rusom, se rebelaron en objeción al impuesto de capitación y sus obligaciones militares y de servicio. Los tártaros estaban estrechamente asociados con los cosacos y eran una parte crucial para los esfuerzos de reclutamiento de Pugachov.

Como grupo, los  baskiris tuvieron la participación más unificada en el levantamiento. Los baskires eran pastores nómadas, enojados por los colonos rusos recién llegados que amenazaban su forma de vida. Los rusos construyeron fábricas y minas, comenzaron a cultivar en las antiguas tierras de los baskires, e intentaron que abandonaran su vida nómada y se convirtieran en agricultores también. Cuando estallaron los combates, los líderes de la aldea baskir predicaron que la participación en la rebelión pondría fin al  colonialismo. Los lideresa líderes de la rebelión, como Salavat Yulaev, eran baskires, y el historiador Alan Bodger argumenta que la rebelión podría haber muerto en las etapas iniciales si no fuera por la participación de los baskires. Pero es importante señalar que a pesar de su papel integral, los baskires lucharon por razones diferentes a las de muchos de los cosacos y campesinos, y a veces sus objetivos dispares perturbaron la causa de Pugachov. Hay relatos de baskires, molestos por la pérdida de sus tierras, tomando tierras de campesinos para ellos mismos, también asaltaron fábricas, mostrando su agresión a la expansión e industrialización de Rusia. Pugachov pensó que estas incursiones eran desacertadas y no ayudaban a su causa.

Mientras que los baskires tuvieron un claro papel unificado en la rebelión, los budistas y calmucos y los mulsumanes kazajos, tribus turcas vecinas de la estepa, se involucraron de una manera más fragmentada. Los kazajos eran pastores nómadas  como los baskires, y estaban en constante lucha con los grupos indígenas vecinos y los colonos rusos por la tierra. Pugachov se esforzó por conseguir que los líderes kazajos se comprometieran con su causa, sin embargo, líderes como Nur-Ali no lo hicieron del todo. Nur-Alit entabló conversaciones tanto con las fuerzas de Pugachov como con las zaristas, ayudándose mutuamente solamente cuando le resultaba ventajoso. Los kazajos aprovecharon el caos de la rebelión para recuperar tierras de los campesinos rusos y de los nativos de baskires y calmucos. El historiador John T. Alexander argumenta que estas incursiones, aunque no tenían como objetivo directo ayudar a Pugachov, en última instancia ayudaron a aumentar el caos que las fuerzas imperiales tuvieron que enfrentar.

Los primeros asentamientos de los  alemanes dell Volga  fueron atacados durante el levantamiento de Pugachov. Según Darrel P. Kaiser, «los miembros de la tribu Kazakh-Kirghiz secuestraron 1573 colonos de las colonias en 1774 y solamente la mitad fueron rescatados con éxito. El resto fueron asesinados o esclavizados».

El papel de los calmucos en la rebelión tampoco se unificó, pero los historiadores no están de acuerdo en cómo clasificar sus acciones. El historiador Alan Bodger argumenta que su papel fue mínimo. Ayudaron a ambas partes en el conflicto, pero no de una manera que cambiara los resultados. John T. Alexander argumenta fueron un factor significativo en las victorias iniciales de la rebelión. Cita la campaña de calmica liderada por II'ia Arapov que, aunque fue derrotada, causó un alboroto total e impulsó la rebelión en la región de Stavropol.
Derrota

Después de la revuelta, Catalina recortó incluso más los privilegios de los cosacos y estableció más guarniciones a través de Rusia. Las provincias se hicieron más numerosas, ciertos poderes políticos se dividieron entre varios organismos y se introdujeron funcionarios electos.
Evaluaciones

La interpretación popular de la insurgencia fue que los hombres de Pugachov lo siguieron por el deseo de liberarse de la opresión del imperio de la ley de  Catalina II.   Sin embargo, hay documentos del colegio de guerra de Pugachov y testimonios oculares que contradicen esta teoría. Mientras que había muchos que creían que Pedro III y  de Catalina, había muchos grupos, particularmente de la etnia baskir y tártara, cuyas lealtades no eran tan seguras. En enero de 1774, por ejemplo, los generales  bsakires y tártaros  lideraron un ataque a la ciudad de   Kungur. Durante la revuelta, los   nómados kazajos  aprovecharon la oportunidad para asaltar los asentamientos rusos. ​ Las tropas de Pugachov sufrieron la falta de alimentos y de pólvora. Muchos combatientes desertaron, incluyendo un general que abandonó la batalla y se llevó a toda su unidad con él. Un general escribió en un informe a su superior, V. I. Tornova, «Por el bien de su eminencia, solicitamos humildemente que nuestra fortaleza Naigabitskiaia nos sea devuelta con o sin un destacamento, porque no hay un solo destacamento tártaro o baskir, ya que todos han huido, y los   starshiná,  que se han dispersado a sus hogares, están partiendo actualmente hacia la fortaleza Naigabanskaia».

El concepto de libertad se aplicó al movimiento en lo que respecta a ser libre de la nobleza. Un campesino debía ser libre de trabajar y ser dueño de la tierra que trabajaba. Los seguidores de Pugachov idealizaron una sociedad estática y sencilla en la que un gobernante justo garantizara el bienestar de todos en el marco de una obligación universal con el soberano. El gobernante debía ser un padre para su pueblo, sus hijos; y el poder debía ser personal y directo, no institucionalizado y mediado por el propietario de la tierra o el siervo. Tal estado de ánimo puede también explicar el fuerte impulso de vengarse de los nobles y funcionarios, de su moderno y malvado modo de vida.

Los seguidores de Pugachov estaban particularmente asustados por los aparentes cambios económicos y sociales. Deseaban recuperar los viejos ideales de servicio y comunidad en una jerarquía ordenada por Dios. Necesitaban un sentido palpable de relación directa con la fuente del poder soberano. Los cosacos eran muy conscientes de la pérdida de su estatus especial y del contacto directo con el zar y su gobierno.

El gobierno imperial se esforzó por mantener el asunto de la rebelión en estricto secreto o, en su defecto, presentarlo como un brote menor que pronto sería sofocado. La ausencia de una prensa rusa independiente en ese momento, particularmente en las provincias, significaba que los extranjeros solamente podían leer lo que el gobierno decidía imprimir en los dos periódicos oficiales, o cualquier noticia que pudieran obtener de los corresponsales en el interior. El gobierno ruso se comprometió a propagar en la prensa extranjera su propia versión de los acontecimientos y ordenó a sus representantes en el extranjero que le restaran importancia a la revuelta.

El gobierno ruso favoreció el uso de manifiestos para comunicarse con el pueblo de Rusia. Catalina pensó que las exhortaciones para abandonarlo excitarían la antipatía popular por su causa y provocarían divisiones en las filas rebeldes. Sus pronunciamientos impresos fueron ampliamente distribuidos en las áreas turbulentas; fueron leídos en las plazas públicas y desde los púlpitos de las parroquias. En el campo, se instruyó a las autoridades locales para que los leyeran en las reuniones del pueblo, que a su vez debían firmar el decreto. Estas proclamaciones del gobierno produjeron poco efecto positivo. De hecho, añadieron más confusión e incluso provocaron disturbios cuando el campesinado se negó a creer o a firmarlas.

Gran parte de la culpa de la propagación de la insurrección debe recaer en las autoridades locales de Rusia. «Fueron laxas, tímidas e indecisas; sus contramedidas fueron tardías, inútiles y perdieron vidas innecesariamente». La propia Catalina reconoció esta valoración, como dijo: «Considero que la débil conducta de los funcionarios civiles y militares en varias localidades es tan perjudicial para el bienestar público como Pugachev y la chusma que ha reunido». La burocracia local en Rusia era demasiado remota y demasiado ineficiente para tratar adecuadamente incluso los asuntos administrativos más básicos.

El éxito de Pugachov en resistir la represión durante más de un año demostró ser un poderoso incentivo para futuras reformas. Hizo evidente al gobierno varios problemas en el tratamiento de las provincias. Quedaron débilmente controladas y, en consecuencia, susceptibles a los brotes de violencia campesina. La lección más crucial que Catalina II sacó del levantamiento de Pugachov, fue la necesidad de un control militar más firme en todas las pa pidió ayuda contra el Pugachov que se acercaba, no había ninguna fuerza disponible para relevarlo. La revuelta se produjo en un momento delicado para el gobierno ruso porque muchos de sus soldados y generales ya estaban enfrascados en una difícil guerra en las fronteras meridionales con la   Turquía otomana.  Sin embargo, el ejército profesional disponible fuera de las puertas de Kazán para contrarrestar el ejército cosaco de Pugachov únicamente consistía en 800 hombres. Wikipedia .

La revolución francesa

(3). La Revolución Francesa (1789-1799) ha sido tradicionalmente considerada como el indicador del final de una época histórica y el punto de arranque de una nueva etapa: la Edad Contemporánea. Por este motivo puede aceptarse que, aunque cronológicamente el siglo XIX comenzase en 1801, históricamente se inició en 1789. Ciertamente, el estallido de la Revolución Francesa señala una línea divisoria entre dos sistemas sociopolíticos opuestos: en el Antiguo Régimen, anterior a la Revolución Francesa, el absolutismo monárquico regía una sociedad feudal; en el Nuevo Régimen surgido tras la misma, en cambio, reconocemos muchos de los rasgos que caracterizan la organización política y social del mundo contemporáneo.

En el terreno político, la Revolución Francesa acabó con el sistema de monarquías absolutas que había prevalecido durante siglos en muchos países europeos. Dicho sistema político se basaba en el principio de que todos los poderes (el de promulgar las leyes -legislativo-, el de aplicarlas -ejecutivo-, y el de determinar si las leyes habían sido o no cumplidas -judicial-) residían en el rey. El monarca era fuente de todo poder por derecho divino; tal derecho era la base jurídica y filosófica de su soberanía.

La Revolución Francesa establecería la separación de estos poderes, de tal manera que el legislativo correspondería a una Asamblea o Parlamento; el poder ejecutivo seguiría residiendo en el rey y sus ministros, o en un gobierno en las repúblicas; y el judicial recaería en los tribunales de justicia, como poder técnico e independiente. En definitiva, la monarquía dejaría de existir o de ser absoluta para convertirse en un sistema político en que los distintos poderes servirían de contrapesos y se controlarían mutuamente. Se entendía, además, que la soberanía no procedía sino del pueblo, el cual delegaba el ejercicio del poder en gobernantes libremente elegidos en procesos electorales periódicos.

En el plano social, las consecuencias de la Revolución Francesa serían igualmente trascendentes. El Antiguo Régimen se había caracterizado por consolidar un tipo de organización social rígido y de carácter marcadamente estamental, en la que se habían consagrado dos grupos o estamentos inamovibles: el clero y la nobleza. Estos estamentos gozaban de una jurisdicción especial que les eximía de pagar impuestos, entre otros privilegios. El tercer estamento lo integraban los campesinos, que estaban obligados a sostener los gastos del Estado con el pago de tributos.

Pero no solamente campesinos, artesanos o siervos componían el tercer estamento; una nueva clase social dinámica y próspera, enriquecida mediante los negocios, el comercio y la industria, también pertenecía jurídicamente a aquel «tercer estado» carente de privilegios: la burguesía. Esta clase emergente aspiraba a que su ascenso y su poderío económico se reflejasen en el ordenamiento político. De hecho, la Revolución Francesa y su más inmediato precedente, la independencia de los Estados Unidos, constituyen los primeros ejemplos de lo que los historiadores han llamado «revoluciones burguesas». En ambas, el triunfo de la burguesía sobre la aristocracia anquilosada determinó una configuración social en concordancia con la mentalidad y los valores burgueses.

De este modo, la Revolución Francesa creó una nueva sociedad cuya principal característica sería la eliminación de los privilegios y la proclamación de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; sin embargo, este ideal de igualdad se quedaría en el plano de lo teórico, ya que la nueva sociedad establecería un nuevo tipo de jerarquización entre los ciudadanos marcada no por el origen o la sangre, como antes, sino por la posesión de riquezas. Se pasó así de una sociedad estamental cerrada (se era noble por ser hijo de nobles, sin importar méritos o riquezas) a una sociedad abierta pero clasista (la nuestra), en que el dinero y los bienes materiales determinan la clase social. El resultado de la Revolución Francesa, en suma, sería la universalización del ideario burgués y la ascensión al poder de la misma burguesía, que sería la principal beneficiaria de los cambios.

La Revolución afectó a otros países además de Francia. Los gobernantes y la aristocracia de los países vecinos se convirtieron en sus mayores enemigos, y diversas monarquías europeas formaron coaliciones antifrancesas que tenían como objetivo acabar con el proceso revolucionario y restaurar el absolutismo. Pero la Revolución encontró apoyo en los campesinos, en los trabajadores de las ciudades y en las clases medias, y sus ideas penetraron en los estamentos no privilegiados de los restantes países europeos, que, en procesos revolucionarios o reformistas, acabarían por adoptar muchos de sus principios a lo largo del siglo XIX, quedando sus sociedades y sus gobiernos configurados de forma similar. En este sentido, la Revolución Francesa fue un acontecimiento de alcance universal. 

 
Causas de la revolución francesa
 
Antes de entrar en el análisis del proceso revolucionario francés hay que señalar las causas que lo desencadenaron, dando por sentado la dificultad que supone establecer un orden de importancia en las mismas. Debe destacarse, en primer lugar, que el impacto de la filosofía ilustrada en el proceso revolucionario es una realidad incuestionable. Las ideas que difundió la Enciclopedia de   Diderot y D'alambert (1751-1772), y las doctrinas políticas y sociales de Montesquieu, Rousseau y Voltaire dinamitaron los fundamentos teóricos de la monarquía absoluta y pusieron en manos del elemento burgués el ensamblaje teórico con el que justificar la destrucción del Antiguo Régimen. El  el barón dr Montesquieu desarrolló la teoría de la división de poderes en El espíritu de las leyes (1748  Jean-Jacques Rouseau planteó en El contrato social (1762) el principio de la soberanía popular, que el pueblo ejerce a través de representantes libremente elegidos.

Durante el siglo XVIII, Francia vivió una serie de desajustes sociales propios de unas estructuras anquilosadas incapaces de adaptarse a la dinámica de los tiempos. El desarrollo de la economía, con importantes avances en sectores como la industria y el comercio, había favorecido el protagonismo de la burguesía, cuyo creciente poder económico no se veía correspondido con la función que le era asignada en la sociedad del Antiguo Régimen. A la eclosión de la burguesía como nueva realidad social cada vez más reacia a tolerar las prerrogativas y prebendas de los estamentos superiores, había que añadir la insoportable situación del campesinado francés, sujeto a un sistema de explotación señorial que, lejos de suavizarse a lo largo del siglo XVIII, tendía a hacerse aún más oneroso.

En la década de 1780, una sucesión de malas cosechas y graves crisis agrícolas desencadenaron la casi paralización de los restantes sectores económicos, íntimamente dependientes del sector primario. La prolongada depresión se dejó sentir con notable intensidad en el campo y en la ciudad, sucediéndose, en los años que precedieron a la Revolución, una serie de motines y levantamientos populares provocados por la carestía y la escasez de los productos de primera necesidad. 


La crisis financiera como desencadenante inmediato

Si las causas mencionadas contribuyeron a preparar el clima para el estallido de la Revolución Francesa, el factor que lo precipitó fue la crisis política surgida cuando Luís XVI intentó hacer frente a la caótica situación financiera por la que pasaba el erario público. El déficit crónico de la monarquía se había convertido en el problema más acuciante para los últimos gobiernos del despotismo ilustrado. Los gastos provocados por el apoyo a la independencia de las colonias británicas en América y por los dispendios de la corte de Versalles hacían inaplazable la toma de medidas urgentes en unos momentos en los que el Estado carecía de crédito ante los banqueros y ya no podía recurrir al clásico expediente de incrementar la presión fiscal a los que siempre la habían soportado.

En estas circunstancias, los responsable (1778-1781), sugirieron al monarca algunas medidas encaminadas a equilibrar el presupuesto, aunque no lograron su objetivo al ser destituidos de sus cargos por la presión de los sectores más conservadores de la nobleza y del clero. Jacques Necker llegó a publicar en 1781 un presupuesto de la nación, que supuso su inmediato cese: por primera vez la opinión pública conoció las elevadas partidas destinadas a sufragar los gastos de la corte. Tal ejercicio de transparencia le reportó un gran prestigio entre el pueblo y la burguesía, que supuso su inmediato cese: por primera vez la opinión pública conoció las elevadas partidas destinadas a sufragar los gastos de la corte. Tal ejercicio de transparencia le reportó un gran prestigio entre el pueblo y la burguesía. 

En 1783,   Charles Alexandre de Colonne, nuevo ministro de finanzas, intentó poner en práctica un plan de reforma fiscal basado en las ideas de sus antecesores, que, en síntesis, suponía la desaparición de los privilegios fiscales de la nobleza y el clero. La frontal oposición de los poderosos provocó su caída en abril de 1787; le sustituyó Loménie de Brienne, arzobispo de Toulouse y uno de los más acérrimos enemigos de las reformas.

El nuevo ministro, una vez comprobado el colapso financiero que amenazaba al Estado, recurrió de nuevo al proyecto de Calonne, retocado en algunos puntos. En esta ocasión, los «privilegiados», que se habían erigido en representantes de los intereses de la nación, negaron al monarca toda capacidad legal para cambiar el sistema fiscal francés y solicitaron la convocatoria de los Estados Generales, argumentando (conforme a la tesis del duque  Luís Felipe II de Orleáns que eran la única institución histórica que tenía poder para ello.

Como cuerpo legislativo que actuaba en representación de cada una de las tres clases sociales, la nobleza, el clero y el pueblo (el «Tercer Estado»), los Estados Generales habían tenido un importante papel en la Francia de los siglos XIV y XV. Sin embargo, la deriva centralista y absolutista protagonizada desde entonces por las monarquías europeas había por lo general reducido este tipo de instituciones a órganos consultivos o decorativos; era el caso de los Estados Generales, de los que puede incluso afirmarse que yacían en el olvido: su última reunión había tenido lugar en 1614. 


Los Estados Generales (1788-1789)

Enfrentado a una situación insostenible, Luís XVI aceptó al fin (5 de julio de 1788) la reunión de los Estados Generales para primeros de mayo de 1789 y la dimisión de Loménie de Brienne; Jacques Necker, puesto otra vez al frente del ministerio de finanzas, se convertía en el nuevo hombre fuerte de la situación. Aparentemente, con la convocatoria de los Estados Generales, la llamada «revuelta de los privilegiados» se había anotado una victoria; en realidad, era el principio de una nueva etapa caracterizada por el exclusivo protagonismo de la burguesía. Si los poderosos pretendían aprovechar los Estados Generales para perpetuar sus privilegios, los burgueses perseguían acabar con ellos; de ahí que sus primeros objetivos fueran conseguir para el Tercer Estado una representación similar en cifras a la nobleza y clero juntos, y que se votase por cabeza y no por estamentos.

El decreto que organizaba los comicios (27 de diciembre de 1788) estableció el modo en que cada estamento elegiría a sus representantes en los Estados Generales, pero sin hacer referencia a la importante cuestión del voto, verdadero caballo de batalla de los dirigentes de la burguesía. La libertad que, en la práctica, concedía la normativa electoral favoreció a los distintos aspirantes a liderar el Tercer Estado, que pudieron difundir sin cortapisas sus ideas y proyectos políticos, asumidos por un importante sector de la sociedad francesa, como quedó reflejado en los cuadernos de quejas (cahiers de doléances) (5) enviados al rey por instituciones y grupos ciudadanos.

Una vez efectuadas las votaciones, el 5 de mayo de 1789 tuvo lugar la apertura de los Estados Generales con un discurso de Luís XVI, donde dejaba entrever la exclusiva misión de solucionar el problema financiero que se asignaba a la institución, sin aludir en ningún momento a las peticiones de los portavoces del estamento popular. El Tercer Estado pidió que las votaciones se llevasen a cabo individualmente y no por estamento, ya que en caso contrario el voto conjunto de la nobleza y el clero prevalecería siempre sobre el de los plebeyos. La propuesta difícilmente podía prosperar: si se votaba individualmente, el Tercer Estado, que disponía de mayoría de representantes, pasaría a controlar los Estados Generales.

Tras varias semanas de discusiones estériles, el Tercer Estado acordó abandonar tanto su denominación como su condición de organismo representativo de tan sólo un estamento, y, sobre la base de sus miembros, se constituyó en Asamblea Nacional, autoproclamándose auténtica representación de la nación e invitando a los demás estamentos a unirse a sus deliberaciones (17 de junio). El rey respondió privándoles del salón donde se reunían; bajo el liderazgo de Honoré Gabriel Riqueti conde de Mirabeau,  y del   abate Emmmanuel Joseph Sieyés,  la Asamblea Nacional se trasladó a un edificio público utilizado como frontón para el juego de pelota, y, en medio del entusiasmo general, pronunció el 20 de junio el célebre Juramento del Juego de Pelota: no separarse hasta que hubiesen dotado a Francia de una Constitución. Numerosos representantes del bajo clero y otros nobles liberales se unieron a la Asamblea. Luís XVI hubo de ceder: el 27 de junio reconoció la Asamblea Nacional y ordenó al clero y a la nobleza que se incorporaran a la misma, lo que suponía una aceptación de hecho, por parte del rey, del principio de soberanía nacional.

 

La revuelta popular (1789)

En tanto que abierto desafío a la autoridad monárquica y triunfo de la soberanía nacional sobre el absolutismo, debe considerarse la constitución de la Asamblea Nacional (y no la toma de la Bastilla) como el primero de los sucesos revolucionarios; es preciso reconocer, sin embargo, que difícilmente se hubiera llegado más lejos de no haber contado la Asamblea con el apoyo popular. Tras el forzado reconocimiento por parte del rey, en efecto, la aristocracia cortesana empujó de inmediato a Luís XVI a actuar contra la Asamblea Nacional, acuartelando tropas en Versalles (20.000 soldados) por si era preciso utilizar la fuerza contra la Asamblea y destituyendo otra vez a Jacques Necker, verdadero ídolo de la burguesía.

En París crecía la agitación por semejantes noticias: el 12 de julio, conocida la sustitución de Necker e intuyéndose que la Asamblea iba a ser disuelta por las armas, las masas populares se amotinar sumiendo la ciudad en el caos y la anarquía. Bajo la dirección del joven periodista  Camile Desmoulins,  muchos manifestantes tomaron armas del arsenal de los Inválidos y se dirigieron a la prisión de la Bastilla, símbolo de la opresión despótica.

El 14 de julio, que se convirtió desde entonces en la fiesta nacional francesa, la Bastilla fue tomada por los revolucionarios. El acontecimiento tuvo un efecto extraordinario. Se crearon comités por todas partes, las mansiones nobiliarias fueron asaltadas, se destruyeron documentos y se dejaron de pagar los derechos señoriales. En la capital se formó una municipalidad revolucionaria, se creó una Guardia Nacional (a cuyo mando se puso al  Marqués de La Fayette y se adoptó una escarapela con los colores rojo y azul de París, a los que se añadió el blanco real.

La rebelión popular de París tuvo inmediata repercusión en los núcleos de población de toda Francia. En pocas jornadas, la burguesía conquistaba el poder municipal, estableciendo comunas revolucionarias en lugar de las antiguas oligarquías locales, y encuadrando a las clases medias en milicias cívicas encargadas de velar por el orden público. Luís XVI aceptaba, mientras tanto, los hechos consumados retirando las tropas, restituyendo en su cargo a Necker (16 de julio) y recibiendo con todos los honores la nueva enseña nacional: la escarapela tricolor de la municipalidad de París, origen de la actual bandera francesa.

Cuando la revuelta urbana comenzaba a remitir, la ola revolucionaria sacudió con notable intensidad el mundo rural. Era «el Gran Miedo» (la Grande Peur), un fenómeno de paroxismo colectivo surgido al socaire de noticias confusas sobre partidas de bandidos que, en convivencia con los poderosos, recorrían los campos sembrando la destrucción y la muerte. En todos los lugares aparecieron grupos de campesinos armados que, ante la falsedad de las noticias, dirigieron sus iras contra los castillos y registros notariales, donde se suponían depositados los documentos acreditativos de los derechos feudales que históricamente habían pesado sobre sus espaldas.

 
La Asamblea Nacional (1789-1791)

La Asamblea Nacional se había convertido en Asamblea Nacional Constituyente con la misión de redactar una Constitución y dar a Francia una nueva forma de gobierno. La rebelión del campesinado tuvo un profundo impacto en la Asamblea Constituyente, cuyos miembros, ante el temor de una situación que pudiera hacer fracasar sus proyectos, acordaron -en la noche del 4 al 5 de agosto de 1789- la abolición de todo vestigio de régimen feudal: se decretó la supresión de los derechos feudales y se declaró ilegal el sistema de impuestos existente. En teoría, las ancestrales reivindicaciones campesinas quedaban satisfechas; a partir de entonces quedaba por construir un nuevo régimen que garantizara los principios del nuevo orden burgués.

Siguiendo el ejemplo americano, el 26 de agosto de 1789 los miembros de la Asamblea Constituyente aprobaron una relación de derechos del ciudadano que había de servir de preámbulo a la constitución. La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano (con una visión más universalista que su homónima americana) establecía los principios de libertad, igualdad, inviolabilidad de la propiedad y resistencia a la opresión, que iban a constituir la base de toda la legislación revolucionaria. El rey no la aceptó hasta el mes de octubre; después, se trasladó a París y se alojó en el Palacio de las Tullerías. La Asamblea se trasladó también a la capital y se dispuso a continuar allí su labor.

La burguesía moderada era el grupo que contaba con mayor representación en la Asamblea; considerando la configuración de la cámara, sostenían posturas centristas: eran partidarios de una monarquía constitucional con poderes limitados que pusiese remedio a los males sociales. A la derecha se encontraban los aristócratas, partido que aglutinaba los elementos más conservadores, defensores del absolutismo. En la izquierda se situaban los republicanos, entre los que figuraba Maximilien de Robespierre. Al margen de la pluralidad ideológica surgida en la cámara y fuera de ella (clubes de opinión y tertulias políticas: fuldenses, jacobinos, cistercienses, franciscanos), los principales dirigentes del proceso revolucionario acordaron llevar a la práctica una experiencia política de carácter monárquico y parlamentario, fruto de un compromiso entre la corona y la revolución.

La Constitución de 1791 sancionaba la división de poderes, concediendo al rey las funciones del ejecutivo, y a un parlamento -elegido cada dos años- amplias atribuciones legislativas. La filosofía burguesa que inspiraba el texto legal aparecía, sin embargo, reflejada en el establecimiento de dos categorías de ciudadanos: activos (los que poseían derechos civiles y políticos -capacidad de voto- por ser contribuyentes) y pasivos (los que sólo tenían derechos civiles). Con ello quedaban excluidas del derecho a voto las clases bajas, hecho que condujo prontamente a su radicalización y a la exigencia del sufragio universal.

A parte de la obra constituyente, la Asamblea desplegó también una ingente tarea legislativa. En primer lugar, se diseñó una descentralización y racionalización administrativa, por la que Francia quedaba dividida en 83 departamentos, en los que coincidían las diversas jurisdicciones administrativas con consejos de gobierno y autoridades locales elegidas por los habitantes de cada circunscripción. Otro hecho importante fue la reordenación de la administración de justicia, al establecer, según la nueva división territorial, distintas instituciones judiciales (juzgados de paz, tribunales civiles y tribunales de lo criminal), a cuyos cargos se accedía por elección.

Para institucionalizar la igualdad civil y la libertad económica, la actuación de los legisladores se dirigió a abolir toda clase de trabas que imposibilitaran el acceso de cualquier ciudadano a cargos civiles y militares; se eliminaron asimismo los impedimentos al comercio interior (supresión de aduanas y peajes), a la industria (abolición de gremios y prohibición de asociaciones obreras), a la agricultura (cercamiento), y, lo que era más importante, se reguló la igualdad de todos los ciudadanos ante los impuestos. De este modo la burguesía lograba establecer, junto al liberalismo político, las bases del liberalismo económico, eliminando las limitaciones que obstaculizaban su expansión económica.

Las acuciantes necesidades financieras del Estado, agravadas por la propia revolución, contribuyeron a que la Asamblea Nacional Constituyente determinara la nacionalización del patrimonio eclesiástico para enjugar con su venta el déficit público. Minadas sus posibilidades de subsistencia, la Iglesia católica pasó a depender del Estado, el cual, a través de la Constitución Civil del Clero (12 de julio de 1790), impuso una reorganización drástica de sus tradicionales estructuras y normas de funcionamiento interno, adaptándolas a la nueva filosofía revolucionaria (reducción de los 134 obispados existentes a 83, uno por departamento; provisión de cargos religiosos -párrocos, vicarios, obispos y arzobispos- por elección, como cualquier empleo público).

Los grandes cambios impulsados por la Asamblea Legislativa encontraron la férrea oposición de los privilegiados, muchos de los cuales emigraron a los países limítrofes esperando una acción inmediata de las monarquías absolutas europeas, que ya comenzaban a dar muestras de inquietud. La actitud del papa  Pio VI  al condenar la Constitución Civil del Clero y, con ella, a la revolución- abrió un cisma en la Iglesia y en la sociedad

Impulsado tal vez por sus escrúpulos al haber sancionado la controvertida legislación religiosa, Luís XVI acabó de convencerse de que el radicalismo de la Revolución sólo podía detenerse con la intervención de las potencias absolutistas. El monarca ya había negociado en secreto con soberanos extranjeros mientras fingía aceptar las reformas, y esperando convencerlos emprendió con su familia la huida del país. La fuga del monarca, sin embargo, fue abortada al ser reconocido y detenido en Varennes por el maestro de postas Drouet, el 21 de junio de 1791.

La noticia de la huida fallida del rey incitó a la emigración masiva de aristócratas y clérigos. Simultáneamente, la agitación campesina volvió a recrudecerse y una oleada de sentimiento antimonárquico comenzó a extenderse por toda Francia. En París, los clubes y periódicos radicales exigían que fuera la nación, y no la Asamblea Constituyente, la que decidiera la suerte del monarca. La declaración de inocencia adoptada por la Asamblea y el consiguiente restablecimiento de Luís XVI en el trono consumó la ruptura entre la burguesía moderada y los republicanos.

El 17 de julio de 1791, la Guardia Nacional disparó en el Campo de Marte contra una manifestación antimonárquica produciendo varias decenas de muertos. La represión se extendió a los principales dirigentes de las revueltas, entre los que figuraban Geroges-Jacque Dantón y Jean -Paul Marat  El club de los franciscanos fue clausurado. La Revolución se cobraba sus primeras víctimas, mientras en Pillnitz (Sajonia) Leopoldo II de Austria y Federico Guillermo II de Prusia hacían pública una declaración, el 27 de agosto de 1791, en la que proclamaban su deseo de "poner al rey de Francia en estado de consolidar las bases de un gobierno monárquico", una declaración considerada, no sin razón por los patriotas, como una clara amenaza de intervención. 


La monarquía constitucional: La Asamblea Legislativa (1791-1792)

Los dirigentes de la Asamblea Constituyente creían, sin embargo, que la situación política se había normalizado a principios de otoño de 1791, y que, cumplida su misión, debía procederse a la disolución de la cámara y a la convocatoria de elecciones legislativas de acuerdo con la Constitución, que había sido aprobada en su texto definitivo el 3 de septiembre de 1791. Sometida a la extrema presión de las convulsiones internas y de la amenaza exterior, la recién instaurada monarquía constitucional no llegaría a cumplir un año.

Una vez efectuadas las elecciones, el 1 de octubre inauguraba sus sesiones la Asamblea Legislativa, compuestas por 745 diputados pertenecientes en su totalidad a los distintos sectores de la burguesía francesa. Las tendencias ideológicas que tomaban asiento en la nueva cámara pueden agruparse en tres bloques. La derecha estaba ahora integrada por unos 260 diputados que apoyaban la monarquía constitucional; los antiguos aristócratas, valedores del absolutismo, habían desaparecido.

En la izquierda se situaban los jacobinos, así llamados porque muchos de ellos procedían de un club que se había instalado en el antiguo convento de los jacobinos, en la rue Saint-Honoré de la capital francesa. No pasaban de 150 diputados y entre ellos destacaban los representantes de la región de la Gironda, que por este motivo eran llamados girondinos; todos ellos eran republicanos y se oponían claramente al régimen monárquico. La izquierda también contaba con representantes que, frente al sistema censatario establecido en la Constitución, defendían el sufragio universal y gozaban de gran influencia sobre las clases bajas, privadas del derecho a voto, identificadas con la revolución, pero sin definirse de forma tajante en cuanto a la forma de Estado. En el centro, unos 350 diputados inclinaban sus apoyos indistintamente hacia la izquierda o a la derecha según las circunstancias o los intereses del momento; formaban tal grupo personas

La nueva etapa supuso un paso adelante en el proceso de radicalización revolucionaria que vivía Francia desde 1787. La crisis económica, que había hecho prohibitivo el precio de muchos productos básicos para la subsistencia, así como la desacertada política de los anteriores ministerios en esta cuestión, pusieron de nuevo a las capas populares a punto de estallar en cualquier momento. Ante la presión y las continuas críticas de la izquierda, la burguesía conservadora, que controlaba el poder, decretó la deportación del llamado clero refractario (contrario al juramento de la Constitución Civil del Clero) y la incautación de sus bienes junto a los de los aristócratas emigrados.

Pero esas medidas no sirvieron para tranquilizar a los grupos exaltados que pugnaban abiertamente por la instauración de la República; la izquierda más radical acusaba al rey de traicionar la revolución y de mantener compromisos secretos con sus enemigos (los emigrados y los monarcas extranjeros). La influencia de los aristócratas que habían huido de la Francia revolucionaria se había dejado sentir en la ya citada declaración de Pillnitz (agosto de 1791) de Leopoldo II de Austria y Federico Guillermo II de Prusia, en la que se manifestaba que la causa de Luís XVI era común para todas las monarquías.

La grave conflictividad interna y la actitud amenazante de las potencias extranjeras hicieron creer a las autoridades de la Asamblea que la revolución sólo podría salvarse adelantándose a declarar la guerra a los enemigos exteriores. La burguesía conservadora esperaba una victoria de la que saldría reforzado el sistema monárquico. Al mismo Luís XVI le convenía la idea; incluso en caso de derrota, la intervención extranjera restablecería el absolutismo. Frente a los partidarios de emplear la fuerza, la izquierda jacobina, conocedora de la debilidad militar de Francia por las defecciones de sus mandos, auguraba y temía una derrota que pondría fin a la revolución.

El 20 de abril de 1792, Luís XVI, a instancias de la mayoría de la Asamblea Legislativa, declaraba la guerra a Austria en medio de un clima de euforia popular, truncado a poco de iniciarse las hostilidades. El ejército, sin dirección y falto de preparación, se hundía en todos los frentes, provocando con ello un agravamiento de la crisis interna y el fortalecimiento de las actitudes antimonárquicas. A finales de junio los jacobinos, bajo el liderazgo de Robespierre, redoblaron sus acusaciones de traición contra Luís XVI y exigieron la disolución de la Asamblea Legislativa y la elección -por sufragio universal- de una Convención Nacional que instaurase la República.

La conquista de Verdún y el desafortunado manifiesto (25 de julio de 1792) del duque de Brunswick, general en jefe del ejército prusiano, amenazando con arrasar París si la familia real sufría alguna vejación, sirvió para que se precipitaran los acontecimientos. La ira popular se desbordó el 10 de agosto de 1792, fecha en que las masas asaltaron el Palacio de las Tullerías, residencia de los monarcas, y asesinaron a la guardia del rey, que logró ponerse a salvo. Luís XVI fue depuesto y encarcelado en la prisión del Temple por haberse hallado en palacio documentos que le comprometían. La revuelta instaló asimismo en el ayuntamiento parisino una Comuna revolucionaria bajo el control de la izquierda jacobina. Desbordada por los acontecimientos y bajo la presión de la Comuna, la Asamblea Legislativa se vio forzada a convocar elecciones por sufragio universal (masculino).

A principios de septiembre surgieron los primeros brotes de terror indiscriminado, que se cobrarían unas mil trescientas víctimas sólo en París: monárquicos, clérigos y todo tipo de presuntos traidores fueron sumariamente juzgados y ejecutados en las llamadas «matanzas de septiembre». El 20 de septiembre, la Asamblea Legislativa se disolvía para dar paso a la nueva cámara surgida de las elecciones, la Convención Nacional, de carácter constituyente. Ese mismo día el ejército revolucionario francés, al mando del general Dumouriez, hacía batirse en retirada en las colinas de Valmy a las tropas prusianas del duque de Brunswick. París y la revolución se habían salvado. En palabras de Goethe, testigo de excepción en la batalla, "ese día comenzaba una nueva era en la historia del Mundo".


La República: la Convención girondina (1792-1793)

El proceso revolucionario alcanzaba con la Convención su más elevada cota de radicalismo. Barridos los monárquicos constitucionales en los comicios, celebrados esta vez por sufragio universal masculino, los grupos políticos visibles en la Convención Nacional quedaron de nuevo reducidos a tres. Los 160 diputados girondinos, de extracción alto burguesa, promovían una república descentralizada y conservadora. En la «montaña», sector de izquierda y extrema izquierda, se integraban 140 diputados «montañeses», pertenecientes a la pequeña y mediana burguesía, identificados con una república democrática y un programa de gobierno de contenido social (Robespierre, Danton, Marat). Entre ambas tendencias se ubicaba la «llanura» o el «pantano», contingente de centro (350-400 escaños) que, aparte de su fe republicana, no ofrecía posiciones ideológicas definidas.

La primera decisión de la Convención Nacional fue abolir la monarquía y proclamar la República (22 de septiembre). Los comienzos del régimen republicano, dominado al principio por los girondinos, no pudieron ser más difíciles. El enjuiciamiento y condena a muerte de Luís XVI, que fue guillotinado públicamente en la plaza de la Revolución el 21 enero de 1793, agudizó aún más la crisis. Las fuerzas realistas y el clero refractario provocaron en varios departamentos revueltas antirrepublicanas, impulsando por ejemplo la rebelión del campesinado de la Vendée, que se había opuesto a las levas forzosas dictadas por la Convención para hacer frente a la amenaza exterior; el ejemplo cundió en otros departamentos.

Las potencias absolutistas europeas, espoleadas por la muerte del monarca, cerraron filas en una gran alianza antifrancesa: la Primera Coalición, formada por Austria, Prusia, España, Inglaterra, Holanda, Portugal y la mayor parte de los estados italianos y alemanes. La Coalición frenó el avance de las tropas de la Convención después de la traición del general Dumouriez, que se pasó a las filas de los austriacos tras su derrota en Neerwinden (marzo de 1793). La guerra civil en que habían degenerado las rebeliones internas y la amenaza de una inminente invasión extranjera crearon una situación insostenible que desató la lucha por el poder.


La Convención jacobina: Robespierre y el Terror (1793-1794)

En el verano de 1793, con el apoyo de las masas parisinas (los sans-culottes) (6), los diputados montañeses expulsaron del gobierno a la derecha girondina, tras acusar de traición y ejecutar a sus principales dirigentes (junio-julio de 1793). El nuevo gobierno quedó progresivamente encarnado en la figura de  Robespierr y en la acción expeditiva e implacable de unas instituciones a las que los jacobinos otorgaron poderes de excepción (el Comité de Salvación Pública, verdadero poder ejecutivo pronto dominado por Robespierre, el Comité de Seguridad General y el Tribunal Revolucionario). Robespierre neutralizó las amenazas contrarrevolucionarias al precio de una sangrienta represión

Desde ellas se pusieron en práctica una serie de medidas, cuyos resultados no se hicieron esperar. En agosto de 1793 se decretaba la leva en masa, con lo que todos los recursos materiales y humanos de la nación se ponían al servicio de la guerra revolucionaria; el ejército francés acabaría contando con más de un millón de hombres. En septiembre de 1793, la «ley del máximum general» fijaba un control riguroso de precios y salarios, dictando durísimas sanciones para los infractores; previamente una ley había establecido la pena de muerte para los acaparadores. Este fuerte intervencionismo económico permitió alimentar la población y abastecer el ejército, pero suscitó el rechazo de la burguesía moderada, defensora de la libertad económica.

La Convención aprobó también una serie de normas sobre procedimientos judiciales extraordinarios y tribunales revolucionarios como la Ley de Sospechosos, cuya aplicación correspondió al Comité de Seguridad General, con el objeto de eliminar toda disidencia contrarrevolucionaria y depurar las estructuras del Estado. Como resultado de ello, alrededor de diecisiete mil ciudadanos fueron procesados y ejecutados durante el año escaso en que los jacobinos detentaron el poder, razón por la que este periodo pasaría a ser llamado «el Terror», y a tener en la guillotina su representación icónica. La más ilustre de las víctimas fue la reina  María Antonieta , guillotinada el 16 de octubre. Sin embargo, nobles y clérigos eran la menor parte; la mayoría fueron campesinos y trabajadores que se rebelaron contra el reclutamiento o intentaron eludirlo o desertar.

Para cumplir todo lo dispuesto en París, se sometió a un centralismo absoluto la actividad política, económica y social de las provincias, otorgándose poderes ilimitados a los agentes («Enviados en misión») de la Convención Nacional. En pocos meses, la dictadura de Robespierre logró conjurar el peligro contrarrevolucionario: aplastó las rebeliones de monárquicos y girondinos en el interior y derrotó a los ejércitos de la Primera Coalición.

Superada la crisis, el frente jacobino comenzó a fraccionarse. El sector radical exigía la abolición de la gran propiedad y la aplicación de la política de terror a los ricos y poderosos. En el lado opuesto, cada vez eran más numerosas las voces que clamaban por una normalización de la vida pública que hiciera efectiva la Constitución democrática elaborada y aprobada en junio de 1793, que no había llegado a entrar en vigor. A partir de marzo de 1794, Robespierre acusó de traicionar a la revolución a los dirigentes de ambas tendencias (Jecques Hébert), Camille Desmoulins, Georges-Jacques Danton, que terminaron en el patíbulo), sin darse cuenta de que estaba preparando con ello el camino hacia el final de su dictadura. 


La reacción de Termidor y el fin de la Convención (1794-1795)

El 27 de julio de 1794, la «llanura» de la Convención Nacional y los jacobinos moderados retiraron su apoyo al hombre que se creía depositario de la virtud revolucionaria. Abandonado a su suerte, Robespierre y veinte de sus partidarios morían al día siguiente en la guillotina sin juicio previo, víctimas de los procedimientos judiciales de excepción que tanto habían defendido. El 9 de Termidor (27 de julio en la terminología del calendario aprobado por la Convención) ponía fin a la fase más radicalista de la Revolución Francesa y daba inicio a una reacción conservadora en la que el terror sólo iba a cambiar de dirección, cebándose en quienes lo habían practicado.

Durante el período transcurrido entre julio de 1794 y octubre de 1795, la burguesía conservadora de la Convención Nacional iba a ser la verdadera dueña de la situación política; desde su nueva posición dominante, restableció la libertad de precios y, cuando la carestía empeoró de nuevo la situación de las clases populares, no tuvo escrúpulos en formar frente común con el ejército para reprimir toda intentona subversiva. Sus objetivos inmediatos eran continuar la guerra en el exterior y liquidar la obra revolucionaria elaborando un nuevo texto constitucional que sustituyera, por sus excesos democráticos, al aprobado en junio de 1793.

El Directorio (1795-1799)

La nueva Constitución, sancionada mediante un plebiscito en septiembre de 1795, fijaba una tajante división de poderes que intentaba evitar por todos los medios la reproducción de una dictadura personal como la que había protagonizado Robespierre. El poder ejecutivo quedó en manos de un nuevo organismo, el Directorio, formado por cinco «directores», renovados a razón de uno cada año por los miembros del legislativo. Dos cámaras elegidas por sufragio censatario indirecto, el Consejo de los Quinientos y el Consejo de Ancianos, detentaban el poder legislativo; el poder judicial correspondía a los tribunales electos, a los que se investía de gran solemnidad e independencia.

El nuevo ordenamiento, por otra parte, ponía fin a la participación democrática popular del periodo anterior al eliminar el sufragio universal, y salvaguardaba los intereses de la burguesía adinerada volviendo al principio de capacidad económica como condición previa al ejercicio de los derechos políticos. El Directorio comenzó su andadura en octubre de 1795, manteniendo una línea continuista respecto al último año de vida de la Convención y priorizando la estabilidad y el orden internos para consolidar una república conservadora erigida en la primera potencia de Europa.

Los grandes objetivos del régimen tropezaron, sin embargo, con graves dificultades internas que condicionaron de forma determinante sus cinco años de vida. La crisis económica desatada a raíz de la supresión del control de los salarios y los precios abrió un proceso inflacionista (depreciación de los "asignados": papel moneda emitido para la compra de bienes nacionales), que repercutió negativamente en las clases populares y en las arcas de la República, cada vez más dependientes de los botines de guerra.

Si bien la crisis económica constituyó el principal problema del régimen, no hay que olvidar la inestabilidad política y social que siempre le afectó al tener que combatir por igual los intentos de subversión conservadora (insurrecciones realistas en la Vendée y Bretaña, marzo de 1796) y las conspiraciones de carácter radical («Conjura de los Iguales» de Babeuf, mayo de 1797). La Constitución de 1795, al configurar el Directorio como un sistema republicano y censatario (sin sufragio universal), parecía haber excluido de la vida política tanto a los monárquicos como a las clases populares, pero realistas y jacobinos ganaron posiciones en las elecciones de 1797 y 1798.

La faceta más brillante del Directorio fue su política exterior, basada en la actuación victoriosa de sus ejércitos contra la Primera Coalición. Las brillantes campañas de generales como Moreau, Jourdan, Pichegru y Hoche culminaron en el rotundo triunfo de Napoleón sobre el ejército austriaco en Italia. Las paces de Tolentino y Campoformio (1797) convertían al militar corso en el hombre más admirado de Francia, a cuyo gobierno había proporcionado inmensos recursos procedentes de los territorios ocupados.

La estrella de los militares -y en especial del joven Bonaparte-comenzaba a brillar con luz propia en un panorama político inestable y corrupto como el que ofrecía el Directorio a finales de siglo. Ante los avances de una Segunda Coalición internacional contra Francia (formada en diciembre de 1798 por Inglaterra, Austria, Rusia, Turquía y el rey de Nápoles refugiado en Sicilia) y el peligro de escoramiento que suponían las presiones de jacobinos y realistas, la burguesía republicana comenzó a identificarse cada vez más con una solución militar que apuntalase sus intereses.


El fin de la Revolución Francesa

La coyuntura fue aprovechada por el general más audaz,  Napoleón Bonapartr. Enviado en 1798 a Egipto para asestar un golpe al poderío colonial británico cuando se estaba organizando la Segunda Coalición antifrancesa, Napoleón acudió a la llamada de dos miembros del Directorio (Emmanuel Joseph Sieyès y Roger Ducos) y encabezó el golpe de Estado del 18 de Brumario de noviembre de 1799), que acabó con el régimen por la fuerza de las armas y labró sobre su persona el nuevo destino de Francia.

Napoleón disolvió las instituciones del Directorio y constituyó un gobierno provisional; el nuevo orden surgido del golpe de Estado se dotó rápidamente de una constitución (diciembre de 1799) que fijaba su entramado legal: el Consulado. Se trataba de un régimen jerarquizado y autoritario que culminaba en Napoleón, nombrado Primer Cónsul, al que quedaban supeditados los otros dos cónsules. La Revolución Francesa había terminado.

Sin embargo, Napoleón consolidó algunas realizaciones revolucionarias (destrucción de las estructuras feudales, superación de la sociedad estamental, estabilización del liberalismo económico y ascenso de la burguesía como clase social dominante) y dotó a Francia de unas estructuras de poder sólidas y estables con las que se ponía fin al caos político precedente. Aunque por el camino se perdieron los ideales de igualdad social y democracia política, la restauración del Antiguo Régimen iba a resultar imposible y, en muchos aspectos importantes, los logros de la Revolución Francesa habían de perdurar y extenderse por Europa con las conquistas napoleónicas. Biografías y vidas. 
 

Origen de la Revolución rusa

La Rusia de comienzos del siglo XX era un país prácticamente anclado en un sistema feudal. La nobleza, la iglesia ortodoxa y el zar eran los estamentos dominantes en una sociedad rusa donde las libertades brillaban por su ausencia.

Mientras tanto, la débil burguesía defendía la necesidad de una mayor representación política de la sociedad rusa, al tiempo que los campesinos estaban indignados por unas tierras insuficientes. Si bien Rusia había aumentado el número de fábricas, su industria continuaba siendo reducida, pues se trataba de una sociedad eminentemente rural.

A pesar de que en 1898 se había creado el Partido Socialdemócrata Ruso, este aún carecía de la fuerza social necesaria. Dentro de este partido político existían dos corrientes políticas: los mencheviques (moderados) y los bolcheviques (radicales).

Para mayor descontento social, el zar Nicolás II, creyendo que podía ganar una guerra contra Japón, embarcó al país en un conflicto bélico. Sin embargo, el resultado de la guerra ruso japonesa (1904-1905) fue desastroso para Rusia.

El deterioro de la situación política provocó un estallido social en 1905 en lo que se conoció como el domingo sangriento. Aquel 22 de enero, cuando el pueblo reclamaba cambios políticos ante el Palacio de Invierno, fue reprimido con brutalidad. Incluso algunas unidades militares se levantaron, como ocurrió con el amotinamiento del acorazado Potemkin.


Las huegas, protestas y levantamientos erosionaron la figura del zar Nicolás II, que se vio obligado a hacer concesiones. . Por su parte, la revolución de 1905 erigió a los movimientos obreros como protagonistas de la revolución, al tiempo que pasaban a organizarse en una especie de células denominadas soviets.

Las reformas que el zar había prometido en 1905 se vieron frustradas y la hambruna comenzó a hacer mella en la población. El régimen hacía oídos sordos a las demandas del pueblo, con las decisiones quedando concentradas en manos del zar, la emperatriz y Rasputín.

Para mayor desgracia, Rusia se embarcó en la Primera Guerra Mundial con nefastas consecuencias. Los campesinos fueron llamados a filas para combatir en el frente, lo que dejó el campo sin mano de obra. La falta de alimentos no tardó en hacerse sentir. Mientras Rusia sufría dolorosas derrotas en los campos de batalla, su economía había quedado aislada de los mercados europeos y la moral decaía entre una población hambrienta. 


Causas de la Revolución rusa

En resumen, como explicamos en el apartado anterior, las causas de la Revolución rusa fueron: 

La indiferencia de los gobernantes (el zar) y la represión ejercida por los mismos hacia la población.
La crisis económica que vivía el país, que tenía a gran parte de la población viviendo en hambruna.
La decisión del zar de involucrarse en conflictos bélicos, como la guerra contra Japón o la Primera Guerra Mundial, que generaron un malestar entre los ciudadanos. Además, estas guerras agudizaron los problemas económicos.
La falta de representación política de la burguesía y de la clase obrera que llevó a la aparición de los primeros partidos políticos. 

Etapas de la Revolución rusa

Las etapas de la Revolución rusa fueron las siguientes: 
 
La revolución de febrero de 1917.
Gobierno provisional de Aleksándr Kerenski.
Octubre rojo o revolución de octubre de 1917.
Instauración del gobierno bolchevique.

A continuación, desarrollaremos cada una de estas fases. 

La revolución de febrero de 1917, Lenin y el gobierno provisional.

Corría febrero de 1917 y Rusia reunía todos los factores para que se produjese un levantamiento: hambre, guerra y un crudo invierno. Reclamando pan, tierra y paz, el 23 de febrero tuvo lugar una manifestación en la ciudad de San Petersburgo. El 25 de febrero, los movimientos obreros protestaron con una huelga general y, no mucho después, las tropas rusas se unirían al pueblo en su levantamiento.

Teniendo en contra a campesinos, soldados y obreros, el zar Nicolás II decidió abdicar. Así pues, se formó un gobierno provisional encabezado por Gueorgi Lvov desde el 15 de marzo de 1917. Este gobierno provisional y de carácter liberal, también incluía a los mencheviques, el ala moderada del movimiento obrero.

Sin embargo, progresivamente, el sector más radical del movimiento obrero, liderado por Lenin, iba ganando fuerza en Rusia. Así, en abril de 1917, Lenin proclamaba el reparto de la tierra, la salida de Rusia de la guerra y una alianza entre los trabajadores del campo y de las fábricas. Todo ello suponía el rechazo a cualquier tipo de colaboración con el gobierno provisional.

Lenin provenía de una corriente ideológica como el marxismo y veía la Primera Guerra Mundial como un gran conflicto entre imperios y marcadamente capitalista. Por ello, veía imperativa la salida de la guerra y la puesta en marcha de una revolución socialista para establecer la dictadura del proletariado.

Pero, para el gobierno provisional, las propuestas de Lenin eran impensables. Rusia continuaba en la guerra y las pérdidas humanas en los campos de batalla eran espantosas. Todo ello desembocó en un levantamiento en Petrogrado el 3 de julio de 1917. Con el fracaso de la insurrección, Lenin no tuvo más remedio que exiliarse.


Continuismo en el gobierno provisional

Llegaban malas noticias desde el frente, pues Rusia no dejaba de cosechar derrotas militares. Kerenski, que por entonces encabezaba el gobierno provisional, estaba inmerso en un fuerte enfrentamiento con el general Kornilov, un militar marcadamente conservador que deseaba regresar a un gobierno autocrático. Tanto el gobierno provisional como los soviets, desbarataron el levantamiento de Kornilov. Ahora bien, quienes se hicieron con el protagonismo y la iniciativa, fueron los soviets, pues fueron los más activos a la hora de frustrar el golpe de Kornilov.
Octubre rojo

Desde comienzos de octubre de 1917, Lenin había ido planeando la revolución, el asalto al poder. Finalmente, el Comité Central bolchevique dio el visto bueno a las acciones armadas.

Por fin, el 24 de octubre, los bolcheviques se hicieron con los puntos clave de la ciudad de Petrogrado. Al día siguiente, asaltaron el Palacio de Invierno y el primer ministro Kerenski optó por huir del país.

La revolución no tardó en extenderse por todo el país y Moscú terminó cayendo en manos de los soviets. No obstante, los bolcheviques no habían llegado a controlar toda Rusia. Había territorios dominados por las antiguas autoridades que no estaban dispuestos a entregarse a los bolcheviques. Así pues, la guerra civil estaba servida.

Revolucionarios y contrarrevolucionarios (monárquicos, disidentes de la revolución y partidarios del gobierno provisional) combatieron desde la primavera de 1918 hasta que, en 1920, los contrarrevolucionarios o blancos fueron derrotados y abandonaron el país.
Los bolcheviques se hacen con el poder

El 26 de octubre de 1917, los bolcheviques formaron gobierno, con Lenin al frente y personalidades como Trotski y Stalin como ministros. Debían abordar tres grandes cuestiones: la salida de la guerra de Rusia, el reparto de la tierra y la concentración del poder político.

En sintonía con la propiedad socialista de las tierras, se llevó a cabo un reparto del campo tratando de poner fin al desabastecimiento que padecía Rusia. No hubo compensación económica de ningún tipo para los terratenientes.

En lo relativo a la Primera Guerra Mundial, Rusia abandonó el conflicto con la firma del tratado de Brest-Livtosk. A pesar de la pérdida de importantes extensiones de terreno, el gobierno bolchevique creía que valía la pena poner fin al sufrimiento que había causado la guerra.

Copando todo el poder político, los bolcheviques se encargaron de eliminar a los partidos de corte burgués. Por otra parte, las elecciones a la Asamblea Constituyente otorgaron la mayoría a los mencheviques, quedando por tanto los bolcheviques en minoría. Pero el gobierno disolvió la Asamblea en enero de 1918 y los bolcheviques terminaron asentando su hegemonía en el poder. Así, quedaban fuera otros actores de la revolución como los sociales revolucionarios, anarquistas y mencheviques. El poder político quedaba copado por los bolcheviques.

Meses después, en julio de 1918, Rusia quedaba constituida bajo la denominación de República Federal Socialista y Soviética Rusa.


La Nueva Política Económica (NEP)

En el año 1921, Rusia aún se lamía las heridas después de una prolongada guerra civil. Los indicadores económicos mostraban una realidad desoladora para el país. Los datos de producción  nacional eran terriblemente desalentadores. Tomemos varios ejemplos: 

Producción agrícola: un tercio con respecto a 1913.
Producción industrial: un 13% con respecto a 1913.

Para poner solución a este duro panorama económico, se aposto por la NEP o Nueva Política Económica. En este sentido, se buscaban combinar medidas de carácter  socialista con algunas características propias del  libre mercado. Por ello, fue legalizada la propiedad privada para los campesinos al tiempo que se restableció la circulación de la moneda para afrontar la   hipdrinflación  que asolaba al país.

Esta política económica se asentaba sobre la necesidad de conseguir un    excedente de la producción agrícola que permitiese aprovisionar a las ciudades y que, al mismo tiempo, contribuyese al  crecimiento  económico.

En cuanto a la industria, las pequeñas empresas pasaron a ser desnacionalizadas, mientras que las grandes empresas permanecían en manos del Estado, aunque otorgando algunos elementos de autogestión.

Para 1926 Rusia ya se había rehecho, recuperando los niveles de producción previos a la Primera Guerra Mundial. Pero en el sector agrícola se produjo un fuerte descontento, pues los kulaks eran agricultores que se habían enriquecido y, al acumular importantes sumas de dinero, actuaron ofreciendo  prestámos con elevados   intereses. Tampoco hay que dejar de lado la existencia de  intermediarios (nepmen) que revendían los productos agrícolas obteniendo considerables márgenes de ganancias.

También surgieron problemas debido a la disparidad de precios. La Nueva Política Económica favorecía la producción agrícola, por lo que, llegado un punto, los precios agrícolas eran muy inferiores con respecto a los precios de los bienes industriales. Todo ello terminó ocasionando situaciones de desabastecimiento.

Así pues, entre las filas del Partido Comunista y especialmente Stalin, se vio en la NEP un restablecimiento del    capitalismo. Por ello, la economía rusa pasó a quedar en manos del Estado, que la organizaba a través de planes quinquenales. 
 

Consecuencias de la Revolución rusa

Las principales consecuencias de la Revolución rusa fueron:
 
La caída de la monarquía de los zares, siendo asesinada la familia Romanov en 1918.
Una guerra civil entre 1918 y 1920 que enfrentó a los bolcheviques contra los contrarrevolucionarios, resultando los primeros como vencedores y copando el poder.
El establecimiento, luego de la guerra civil, de un régimen comunista que buscaba la planificación de la economía desde un ente central.
Persecución a los opositores al régimen bolchevique, incluso a los mencheviques que tenían una posición moderada. Así, muchas personas tuvieron que partir al exilio.
Salida de Rusia de la Primera Guerra Mundial con el Tratado de Brest-Litovsk firmado en 1918.
Surgimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, fundado desde 1922. Dicho Estado federal fue el mayor referente de comunismo en el mundo. Así, se convirtió en el principal antagonista de Estados Unidos, defensor del capitalismo, entrando ambos en los que conoció como la Guerra Fría.


Características de la Revolución rusa

Entre las características de la Revolución rusa, podemos destacar: 

No fue una revolución burguesa, como la Revolución francesa donde el protagonismo lo tuvo la clase media acomodada denominada burguesía. En cambio, la Revolución rusa fue impulsada por la clase obrera o proletariado que se organizó a través de los soviets.

Los bolcheviques basaron su ideología en el marxismo que propone principalmente el control de los medios de producción por parte del Estado. Además, vale recordar, Karl Marx hacía referencia a la lucha de clases.
 
A diferencia de otras revoluciones, dio nacimiento a un Estado comunista, y no a una monarquía parlamentaria o una democracia liberal.

Generó impacto y preocupación en otros países del mundo por el violento cambio del régimen, de una monarquía a un gobierno comunista en relativamente poco tiempo. 
 

Resumen de la Revolución rusa

La Revolución rusa fue un proceso de cambio de régimen en un país gobernado por una monarquía que concentraba en el poder en la figura del zar. La crisis económica y los conflictos bélicos habían debilitado a la clase gobernante.

Con el pueblo y el ejército en contra, se produjo dimisión del zar, tras lo cual se instauró un gobierno provisional en marzo de 1917. Sin embargo, este no duraría mucho y en octubre de ese mismo año, con protagonismo de la clase obrera, los bolcheviques tomaron el poder, iniciándose una guerra civil que duraría hasta 1920.

Finalmente, en 1922 se fundó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, un Estado federal que buscó implantar un sistema comunista, donde la economía quedó bajo control del gobierno. Economipedia. David López Cabía.

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A pesar del apoyo y cerco aliado a la Revolución Bolchevique y de la enconada resistencia del ejército blanco, el  Ejército Rojo derrotó al ejército zarista blanco. Pero en 1920, debido a que la intervención tuvo poco apoyo popular en los países aliados y en Rusia y no hubo verdadera estrategia político-militar o debido a la mediocridad militar del   Ejército Blanco los aliados se vieron obligados a retirarse de la Campaña del Norte de Rusia y la intervención aliada en Siberia. Los japoneses siguieron ocupando partes de Siberia, más tarde también tuvieron que replegarse al Japón.

Igualmente la alianza de las 14 naciones que apoyaron al ejército contrarrevolucionario Blanco con objeto de frenar la Revolución Bolchevique, se tuvieron que retirarse huyendo como algunos hace algunos roedores. Dice mucho del pueblo Soviético, pues la no razón jamás vencerá a la razón; esta se retrasará, pero antes o después prevalecerá la razón. 

Como se explica que habiendo sido derrota Alemania en la primara guerra mundial, con el país destrozado y completamente arruinado por los gravámenes que los aliados le impusieron, se halla rearmado tan rápido y cuantiosamente.
 
Hitler subió al poder en enero de 1933; y desde entonces, hasta la invasión de Austria 12/marzo1938, Checoslovaquia 15/ marzo de 1939, Yugoslavia 6- 8 de abril de 1941 y la Unión soviética 22 de junio de 1941. En la Unión Soviética las hordas nazis cavaron su propia tumba, no antes dejar al país en ruinas y con más de 20 millones de muertos. 

Reflexionando sobre el rápido y fuerte armamentismo de la Alemania nazi, si se le impuso una fuerte vigilancia para que se armara tan fuertemente entre 1933 y 1938, como es posible que formaran un despliegue de ejércitos armado hasta los dientes.
 
En primer lugar, sus fuerzas armadas; sobre todo las flotas áreas que desplegaron en España para ayudar al “Glorioso Alzamiento Nacional”, comandado por el fascista General Franco y bendecido por el nacional catolicismo de la iglesia católica. En esta guerra fraticida ensayaron el bombardeo y el entrenamiento del ejército de aire, que más tarde les valió para el asalto de la Europa occidental y oriental. 

¡Claro está¡ las democracias occidentales echaron las mirada para otro lado y fueron conniventes para que Alemania interviniese en España. Este hecho sirvió que en la guerra de España, hubiese más de un millón de muertos y, más tarde una represión feroz y sangrienta que duro 40 años y que se fusiló a diestro arrojando a los asesinados en las cunetas de las carreteras; y otros lugares del territorio nacional de España.
 
Las democracias europeas y Estados Unidos, todavía no habían asimilado la victoria del Ejercito Rojo en la guerra civil rusa, contra el ejército Blanco. Estaban en la creencia que rearmando al ejército alemán hasta los dientes, Hitler lanzaría sus ejércitos hacia la Unión soviética. Eso hizo que el lobby armamentístico, quisiera de una sola vez: los cuantiosos beneficios de la venta de armas, primera fuente de ingresos del capitalismo; y paso aplastar a la Unión Soviética, pero el heroico pueblo soviético se lo impidió.
 
Esta permisibilidad y el egoísmo supremo del sistema capitalista, dio pie a Hitler iniciara la II Guerra mundial, que resultó ser una auténtica carnecería. Este iluminado nacional socialista sería todo lo sanguinario que fue, pero no era un imbécil, ni mucho menos un retraso mental.
 
Al verse armado hasta los dientes, dio órdenes a sus secuaces que preparasen a los ejércitos de tierra, mar y aire, y a sus fuerzas represoras representadas por los más fachas de sus habitantes, para empezar la cruel II guerra mundial, y así vengar la derrota de Alemania de la no menos cruel I Guerra mundial. 

Si las democracias occidentales que habían armado a la Alemania hitleriana que esperaban que se fueran contra La Unión soviética, se llevaron un chasco tremebundo cuando en su propia carne sintieron la garra de los ejércitos alemanas, en respectivas naciones del occidente europeo. 
 

LA REFORMA LABORAL APROBADA EN EL CONGRESO. 
 
Otro caso Tamayazo promovido presuntamente por los diputados de Unión Pueblo Navarro (UPN), Sergio Sayas López y Carlos García Adanero. Con este caso, ya van tres “Tamallazos” que salieron a la luz del día, pero no se sabe cuantos “Tamallazos” se habrán dado e impedido ver porque los árboles hayan ocultado el bosque. 

La reforma laboral aprobada por el Congreso de los Diputados, se pudo salva por un error habido por el diputado del Partidos Popular (PP) Alberto Casero Ávila.

 

Síndrome de la cultura del “tamayazo”


(1) “Los dos diputados de UPN situados en el ojo del huracán por su traición al partido regionalista comparten toda una vida vinculados a esta formación. Tanto Carlos García Adanero como Sergio Sayas se integraron en esta fuerza política desde su organización juvenil y apenas se les conoce actividad profesional más allá de las estructuras del partido. Lo han sido prácticamente todo en UPN, de ahí que parte de la militancia regionalista continúe en shock.

Los diputados díscolos de UPN, pesos pesados de esa formación y muy conocidos en Navarra, han dejado la imagen y la credibilidad del partido por los suelos, al tiempo que han frustrado una operación de calado con la que la formación regionalista pretendía recuperar su proyección política. No está clara la razón que les ha movido. Algunas fuentes hablan de ambición personal y la búsqueda de proyección profesional, mientras que otras hablan de una venganza contra la dirección del partido o de la influencia que han tenido en la decisión los sectores político-mediáticos de la derecha y la extrema derecha que tan bien les han acogido en Madrid. 

La traición de los dos diputados frustra una operación estratégica para UPN, situado en la oposición desde el 2015

En todo caso, lo primero que hay que entender para valorar la jugada es la magnitud del daño que ha causado a UPN. El partido regionalista, fundado en 1979 para oponerse a una eventual autonomía vasca a cuatro e incluyendo a Navarra, lleva siete años inmerso en una dura travesía en el desierto. El entendimiento entre el bloque vasquita e independentista (Geroa Bai y EH Bildu) y la izquierda representada por PSOE y Podemos le ha llevado a perder la hegemonía política de la que disfrutó ininterrumpidamente durante más de 20 años. La conjunción de la derecha bajo la marca Navarra Suma no ha sido suficiente para romper esa dinámica, de manera que sus opciones de recuperar el pulso pasan por atraer a los socialistas.

Javier Esparza, presidente de UPN, vio cómo el devenir de la negociación sobre la reforma laboral disparaba la cotización de los dos diputados de UPN y le brindaba la oportunidad de abrir una interlocución con los socialistas, persuadiendo al PSN desde Madrid. Además, la operación cocinada con el ala socialista del Gobierno, iba a brindar a UPN una visibilidad sin precedentes y la capacidad de aparecer ante la opinión pública como un actor político relevante. Sin embargo, en el momento en que todos los focos les apuntaban, la jugada se ha saldado con un ridículo estrepitoso. Y el cabreo en la formación, donde existe una evidente división, es monumental.

En las filas regionalistas ha sorprendido especialmente la postura de Adanero, a quien tenían por un hombre de partido incapaz de una traición de tal calibre a la formación que ha sido su vida en los últimos 35 años. De talante arisco y por momentos indómito en la tribuna de oradores, aunque afable en el trato cercano, Adanero, de 55 años, comenzó a destacar en el grupo parlamentario de UPN en el Legislativo navarro y llegó a ser secretario general.

Representante del sector más regionalista del partido, en el último Congreso apoyó a Javier Esparza frente a Sayas, hoy compañero de viaje en este cambalache que acabará con ambos expulsados del partido. Aquel pulso se saldó con una ajustada victoria del hoy presidente de la formación: 58% frente a 41%. Algunas voces sitúan ahí el punto de fricción que ha desembocado en la crisis que vive el partido. Sin embargo, Adanero no estaba entonces en una posición crítica, y otras fuentes señalan que se ha radicalizado en Madrid, en sus flirteos con el PP y Vox, conocedores de la operación.

El papel que ha jugado Sayas, de 42 años, ha extrañado menos. Una fuente cercana a UPN recuerda que ha acabado mal con los tres últimos líderes del partido: Miguel Sanz, Yolanda Barcina y, ahora, Javier Esparza, después de que los tres apostarán por él. En el caso de Sayas, además, perdió las últimas primarias ante Esparza y se toma una vendetta que probablemente le ofrezca mayor proyección profesional. También en este caso señalan la influencia que ejercían sobre él los entornos político-mediáticos más escorados a la derecha. Los mismos que este jueves por la tarde aclamaban su afrenta al partido en el que ha desarrollado toda su carrera profesional”. (1). La Vanguardia.

¡¡Tamayazo a lo navarro!! Con sonrisas de oreja a oreja.
 


En tanto en cuanto no desaparezca esta desdeñable forma de actuar, como lo han hecho los dos sonrientes oportunistas de la foto, la democracia irá de mal en peor; esta presuntamente, es la tercera que se da en el Congresos de los Diputados. Hay que erradicar estas acciones, primero decir que sí, y después actuar diciendo que no.

Síndrome de la cultura de la “chapuza”.


Ha herrado en darle a botón del no, pero cuando ingresa la nómina como Diputado, seguro que no se equivoca al contar el dinero de su nómina. “La pela es la pela, como dicen los catalanes, o a vaca polo que vale, como dicen los gallegos”.

¿Y por qué no especular que el diputado Alberto Casero se haya equivocado al apretar el botón del no y no creer que por una vez en su vida se haya arrepentido y haya apretado el botón negativo, para ayudar a los menesterosos. Si fue así, su conciencia se habrá tranquilizado; y empiece con ello a descansar y dormir plácidamente?

¿Arrepentido pasado al proletariado?
 


(2) Un error de un diputado del PP permitió al Gobierno salvar su proyecto de reforma laboral la tarde del jueves en el Congreso en un final de la sesión caótico, frenético y lleno de confusión. El diputado popular por Cáceres  
 
Alberto Casero emitió un voto telemático desde su casa en Madrid y sostiene que pulsó el no a la reforma y que el sistema informático habilitado por la Cámara baja para estas situaciones le computó un sí. Defiende que él no cometió ningún error. El PP dice que le cree y que no tendría razón alguna para haber votado en contra del criterio de su partido. Ese fallo, en cualquier caso, al final ha servido para que la reforma fuese refrendada por 175 diputados a favor frente a solo 174 en contra y para contrarrestar el cambio de parecer también sobre la bocina y en el momento de la votación de los dos diputados de UPN, que al final se sumaron al bandodel no, en contra del mandato de la dirección de supatido en Navarra. 

El diputado Casero votó telemáticamente entre las cinco y las seis de la tarde desde su domicilio en la capital porque padecía una gastroenteritis aguda y había optado por no acudir presencialmente a la Cámara. El parlamentario ha explicado a la dirección de su grupo, como contó anoche su portavoz, Cuca Gamarra, en una rueda de prensa sin preguntas, que Casero sostiene que el sistema le registró un voto afirmativo a la reforma cuando él quería apretar el botón que computa el voto negativo. Ese voto afirmativo fue, además, el que quedó certificado en el sistema. Gamarra añadió que el diputado intentó comunicar esa situación a la Presidencia del Congreso y que al no lograr contactar con la misma se lo dijo a su grupo para que actuase. Casero, además, intentó acudir presencialmente al Congreso para ver si podía corregir el error y votar allí desde su escaño del hemiciclo. Gamarra indicó que los servicios de la Cámara no le dejaron acceder al interior por orden del vicepresidente segundo, Alfonso Gómez Rodríguez de Celis”. (2) El País.

¿Burgués errando o a propósito?




Será difícilmente predecir si Alberto Casero erró al dar el voto para que la Ley del la Reforma Laboral fuese aprobada, o si le dio al botón para que dicha ley fuese favorable a la clase obrera y así poder dormir a pierna suelta.


¿Esto es lo que parece, o es así?


  

¿Presuntamente parece que así es?



GUERRA INTERNA DEL PARIDO POPULAR (PP)

Este hecho presuntamente molestó y escoció mucho al presidente del Partido Popular (PP), que recordó lo postulado en su momento, sobre la corrupción 0 en su partido. Entonces pasó al contraataque contra la Presidenta de la Comunidad de Madrid, recordándole que había habido en dicha Comunidad un atisbo de corrupción, beneficiando con ello a su hermano.

La Presidenta de la Comunidad de Madrid, a su vez contraatacó acusando al Partido Popular (PP) de haberla espiado. Así empezó la guerra interna del Parido Popular (PP), que está terminando como el rosario de la aurora. Finalmente el presidente del Partido Popular Pablo Casado, traicionado por sus compañeros y forzado por barones del PP, tuvo que dimitir. El único compañero que fue fiel al ex presidente, fue Pablo Montesinos que dejó el acta de Diputado en Congreso.

Lo acontecido en la Comunidad del Madrid con el contrato otorgado al hermano de la presidenta de dicha comunidad, se supone que será legal a todas luces, pero ética y estéticamente es un asunto de juzgado de Guardia. Por cierto el hermano de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, se halla en paradero desconocido. Cosas de la “profesión comisionista”.

El presidente nacional del Partido Popular (PP), hasta hace pocos días estuvo mirando hacia otro lado, sobre cultura de la corrupción que existe dentro de su propio partido, pero por una vez que puso el dedo en la llaga sobre la presunta corrupción habida en la Comunidad de Madrid, todo el Partido Popular, excepto escasos compañeros, alzaron la voz y le pusieron la proa hacia su persona. Presuntamente  colijo,  que el presidente intentó matar dos pájaros de un tiro, por una parte, tratar de eliminar a un posible contrincante que accediese a la presidencia del Partido Popular (PP) y, por otra parte, recordar lo postulado en su día, sobre la corrupción “permisibilidad cero”.

Negra cosa fue recordar su postulado sobre corrupción y permisibilidad “cero”, pues desde ese momento, los barones y demás oportunistas y reaccionarios, lo excomulgaron en el acto, pues temían que los que están anclados en la cultura de la corrupción y de la mentira, se le acabase la bicoca de hacerse fácilmente con la “pasta”. Estas culturas están embebidas en el ADN de los partidos, sobre todo, en los partidos de la derecha española y social democracia. Partidos socialitas en España no existen, sólo existe tres partidos: centro derecha, derecha y extrema derecha.

Quieren cerrar la guerra la lucha interna del Partido Popular (PP), en calle Génova, con el estilo de siempre como lo hace la señora en la viñeta siguiente:

¡¡Ala, hoy limpieza al estilo Génova trece!! 



Este tipo de limpieza, no solo es del Partido Popular (PP), sino también del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que poco tiene de socialismo y mucho menos de obrero.


* Derecha extrema: Vox. (1)

* Derecha centro-radical: Partido Popular.

* Centro derecha-izquierda: Ciudadanos.

* Centro derecha: Partido Socialista Obrero Español.

* Centro izquierda: Unidas Podemos.


(1) La pequeña burguesía urbana y rural, cuyos pilares de existencia material son socavados por el desarrollo del capitalismo, y las capas desclasadas de la sociedad constituye el núcleo fundamental de la base masiva del fascismo. Especulando con el descontento social de estas categorías de la población, el fascismo las utiliza para fortalecer las posiciones del capitalismo monopolista de Estado.

La ideología del fascismo es una colección de ideas, las más reaccionarias, recogidas de los movimientos conservadores del pasado, sazonada demagógicamente con consignas sociales sustraídas del movimiento obrero. Es característico de esta ideología un anticomunismo extremado, el repudio al humanismo, el chovinismo, la apología de la reglamentación omnímoda de la vida social y del paternalismo estatal. Esta ideología se conforma como manifestación exacerbada del racismo (La idea de la superioridad de una raza sobre las demás, la fundamentación de la política del genocidio, exterminio de puebles enteros so pretexto de su “inferioridad”).


Surgido en el umbral de los años 20 del siglo XX como reacción a la crisis económica fue la Gran Revolución Socialista de Octubre, el fascismo se transformó rápidamente en un enemigo encarnizado y peligroso de toda la humanidad progresista y, ante todo, del movimiento obrero internacional. Ya en los primeros años de su existencia, el fascismo ahogó en sangre las acciones del proletariado en Italia, Bulgaria y otros países de Europa. En los países donde el fascismo no logró subir al poder, destacamentos fascistas armados desempeñaban la función de fuerza contrarrevolucionaria informal aterrorizando a los partidos de izquierda y a sus adeptos y creando una atmósfera de guerra civil. Con la subida al poder en Alemania, el fascismo se transformó en una amenaza de muerte para las fuerzas democráticas, no sólo de los países europeos, sino de la humanidad. La agresión de las potencias fascistas puso bajo interrogante la independencia, la propia existencia de muchos pueblos de Europa, y no sólo de Europa. Si el bloque fascista hubiera triunfado, la humanidad habría quedado bajo el poder de aventureros políticos y verdugos. Se habría visto amenazada la propia civilización humana.

La derrota de las potencias fascistas n la segunda guerra mundial significó el fracaso total del fascismo. Sin embargo, las clases gobernantes lograron conservar regímenes fascistas en algunos países. El período de la guerra fría, con el anticomunismos del mismo, propicio una reanimación de los elementos fascistas, no sólo en los países otrora fascistas, sino también en otros que integraron la coalición antihitleriana. Organizaciones y movimientos extremistas de derecha, de carácter fascista o semifascistas, actúan hoy en muchos piases capitalistas. Su fuerza e influencia oscilan con la coyuntura económica y política y la situación internacional, aumentado al agudizarse los fenómenos de crisis dentro del país y el área internacional, y debilitándose con la distinción.

La pequeña burguesía urbana y rural, cuyos pilares de existencia material son socavados por el desarrollo del capitalismo, y las capas desclasadas de la sociedad constituye el núcleo fundamental de la base masiva del fascismo. Especulando con el descontento social de estas categorías de la población, el fascismo las utiliza para fortalecer las posiciones del capitalismo monopolista de Estado.

La ideología del fascismo es una colección de ideas, las más reaccionarias, recogidas de los movimientos conservadores del pasado, sazonada demagógicamente con consignas sociales sustraídas del movimiento obrero. Es característico de esta ideología un anticomunismo extremado, el repudio al humanismo, el chovinismo, la apología de la reglamentación omnímoda de la vida social y del paternalismo estatal. Esta ideología se conforma como manifestación exacerbada del racismo (La idea de la superioridad de una raza sobre las demás, la fundamentación de la política del genocidio, exterminio de puebles enteros so pretexto de su “inferioridad”).

Surgido en el umbral de los años 20 del siglo XX como reacción a la crisis económica fue la Gran Revolución Socialista de Octubre, el fascismo se transformó rápidamente en un enemigo encarnizado y peligroso de toda la humanidad progresista y, ante todo, del movimiento obrero internacional. Ya en los primeros años de su existencia, el fascismo ahogó en sangre las acciones del proletariado en Italia, Bulgaria y otros países de Europa. En los países donde el fascismo no logró subir al poder, destacamentos fascistas armados desempeñaban la función de fuerza contrarrevolucionaria informal aterrorizando a los partidos de izquierda y a sus adeptos y creando una atmósfera de guerra civil. Con la subida al poder en Alemania, el fascismo se transformó en una amenaza de muerte para las fuerzas democráticas, no sólo de los países europeos, sino de la humanidad. La agresión de las potencias fascistas puso bajo interrogante la independencia, la propia existencia de muchos pueblos de Europa, y no sólo de Europa. Si el bloque fascista hubiera triunfado, la humanidad habría quedado bajo el poder de aventureros políticos y verdugos. Se habría visto amenazada la propia civilización humana.

La derrota de las potencias fascistas n la segunda guerra mundial significó el fracaso total del fascismo. Sin embargo, las clases gobernantes lograron conservar regímenes fascistas en algunos países. El período de la guerra fría, con el anticomunismos del mismo, propicio una reanimación de los elementos fascistas, no sólo en los países otrora fascistas, sino también en otros que integraron la coalición antihitleriana. Organizaciones y movimientos extremistas de derecha, de carácter fascista o semifascistas, actúan hoy en muchos piases capitalistas. Su fuerza e influencia oscilan con la coyuntura económica y política y la situación internacional, aumentado al agudizarse los fenómenos de crisis dentro del país y el área internacional, y debilitándose con la distinción.

(1) A. Rumiántsev, Diccionario filosófico.


Finalizo este trabajo, sin antes reflejar un artículo aparecido en el periódico a Paneira, (1) en marzo de 2022, que no tiene desperdicio alguno.


Que nos den!.... polo “inmatrículo” (2)


“Que a Igrexa católica nos leva “inscribíndonos” dende as súas orixes é un feito indiscutible, e téñoo claro ata nos seus aires, aínda menos, incondicional. Non é de estrañar que no próximo consello económico decidiran trasladar o Vaticano a Cuenca e obrigarnos a rezar en cuadrúpedos mirando a cidade das casas colgadas, coa intención de “rexistrar” nos próximos séculos, amén. O escabeche no descubrimento de América, a brutalidade da Santa Inquisición ou a connivencia co xenocidio franquista, son os "rexistros" máis relevantes. En ningún destes actos houbo un chisco de remordemento por ter obedecido ás ordes directas de Deus. Hoxe, a Igrexa volve estar ao día do incumprimento de seis dos dez mandamentos que incendiaron a nosa conciencia. O que non se pode negar é que lles encanta a "minuciosidade", posto que souberon vulneralas correlativamente, do quinto ao décimo, reiteradamente e coa complicidade do poder político, da dirección eclesiástica e de moita xente que non se atreveu a denunciar. eles. Referímonos ao quinto dos preceptos porque por desgraza despois dos abusos houbo suicidios e outras vítimas. En definitiva, só respectaban os primeiros mandamentos, as “Marías”, que calquera cumpre.

O rexistro de bens que non eran seus e os abusos sexuais a menores é algo que non se pode pasar por alto, ao que calquera debe abrir os ollos se quere ser ou pertencer a unha organización que predica unha cousa e fai o contrario. Isto tamén inclúe aos partidos políticos do crucifixo invertido que están facendo todo o posible para evitar que se aclare o lado máis escuro da Santa Madre Igrexa.



¡Dánoslo!.... para el "registro" (2)

“Que la Iglesia Católica nos ha estado "enrolando" desde sus orígenes es un hecho indiscutible, y lo tengo claro hasta en sus aires, menos aún, incondicionales. No es de extrañar que en el próximo consejo económico decidieran trasladar el Vaticano a Cuenca y obligarnos a rezar en cuadrúpedos mirando la ciudad de las casas colgadas, con la intención de “registrarnos” para los siglos venideros, amén. La escabechina en el descubrimiento de América, la brutalidad de la Santa Inquisición o la connivencia con el genocidio franquista, son los "registros" que resultan más relevantes. En ninguno de estos actos hubo una pizca de remordimiento por haber obedecido las órdenes directas de Dios. Hoy, la Iglesia vuelve a estar al día por el incumplimiento de seis de los diez mandamientos que han incendiado nuestras conciencias. Lo que no se les puede negar es que aman la "minuciosidad", pues han podido violarlas correlativamente, desde la quinta hasta la décima, en repetidas ocasiones y con la complicidad del poder político, las cúpulas eclesiásticas y mucha gente que no se atrevía a denunciarlos. Nos referimos al quinto de los preceptos porque lamentablemente después de los abusos, los suicidios hubo y otras víctimas. En definitiva, sólo respetaban los primeros mandamientos, los "Marías", que cualquiera cumple.

El registro de bienes que no eran suyos y el abuso sexual de menores es algo que no se puede pasar por alto, que cualquiera debe abrir los ojos a si quiere ser o pertenecer a una organización que predica una cosa y hace lo contrario. Esto incluye también a los partidos políticos del crucifijo invertido que están haciendo todo lo posible para evitar que se aclare el lado más oscuro de la Santa Madre Iglesia.

Es cierto que en la historia ha habido intentos de acabar con los abusos y privilegios de la Iglesia. Mendizábal, adoptando la "postura de los misioneros" que trabajaban para ayudar a los más pobres a alejarse de las habladurías y sabiendo que el Reino de España se parecía cada vez más a Sodoma y Gomorra, trató de poner a disposición de la sociedad las riquezas de la Iglesia. Si hoy Juan de Dios Álvarez Méndez, Mendizábal que murió en 1853, hubiera levantado la cabeza no daría crédito a lo que está pasando en el siglo XXI.” (3).


(1)Plaza Mayor del pueblo ourensano de Allariz, a tan solo 12 kilómetros al sureste de Ourense, se encuentra esta bonita casa de piedra llamada ?A Paneira? Se trata de un antiguo monte de piedad, una institución de crédito agrícola que estuvo en funcionamiento entre el siglo XV y el XVIII. 
(2) Xoán Carlos Caballero Alonso. 
(3) Traducido al castellano.


Dedicatoria en verso



Algún que otro iluminado obispo,

se permite en nombre del Hacedor

sembrar perlas con mucho chispo,

sin sonrojo alguna ante el Señor.


Con sus nefastas declaraciones

intentan protegerse asímismos,

culpan a otros las depravaciones

cometidas por muy libidinosos.


Los curas antes de ser religiosos
 
    son hombres con instintos carnales,

        no pueden casarse y son tendenciosos

         y algunos buscan contactos celestiales.


           Jesús hombre resucitara, se pondría fiero

             y se iría horrorizado de nuevo a la tumba, 
 
    y su Evangelio arrojado al sumidero

        por espurios seguidores a la ultratumba


                   Los primeros cristianos fueron fieles al dogma

                que Jesús había predicado, más tarde la curia

                     romana se encumbraron con prédicas de cisma, 
 
                     aprovechándose con fines partidistas de lujuria.


                Pasados los primeros siglos del cristianismo,

                 espurios seguidores aprovecharon los cismas

                 habidos internamente para con oportunismo,

                     inclinar los dogmas de Jesús a base de sofismas.


                        Jesús hizo caso omiso de mercaderes en el templo

                        sin contemplación alguna, y ese hecho le fue letal,

            dispersando mercancías y denarios al suelo,

                      y fue en principio del fin de su muerte demencial.


                Su muerte acaecida hace dos milenios de años

              servio sólo de ejemplo en los primeros siglos

       después, los jerarcas solo pusieron paños

                 y arrimaron el ascua sus intereses sin vestigios.


                Guardadores impertérritos de absoluto celibato

         a toda costa de boca para su fuero interno,
 
      aguardan a los inocentes detrás del mato

              con objeto de asesarles manoseos del infierno.


               Solicitan querubines inocentes a Dios rogando,

                      que les sirvan de consuelo a sus esotéricos placeres

                      y al mismo tiempo ocultándose, con el mazo dando

           y después justificándose sin  empalidecieres.


                         Con comulgarse arreglan todos los pecados terrenales,

                       y con esta acción situasen el en cielo al lado de Dios,

                        y si éste es del Antiguo Testamento no tendrán avales,

                      y tendrá que pagar sus pecados como errantes judíos.





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OTRAS CONSIDERACIONES FINALES.


Curiosamente en la crisis de 2008 siendo presidente del Gobierno José Luís Rodríguez Zapatero, todos males que ocurrían en el País, la derecha rancia española refutaban que los males que estaban sucediendo en España, la culpa la tenía Zapatero.

Sin embargo, ahora, con la crisis de 2022 que España la está pasando canutas, la pseudo izquierda de PSOE dice que la culpa la tiene Putin. Hace hincapié en esta semi mentira, cuando antes de estallar la crisis ucraniana-rusa los oligopolios, los monopolios y las multinacionales no estuviesen hinchando los precios de los carburantes, electricidad y demás artículo, aprovechándose como siempre para el medro de sus beneficios.

Pero los lamentos ya no sirven. La situación en la que nos encontramos es el resultado de una cadena de desaciertos, que no supimos enderezar. Europa fue incapaz de establecer acuerdos comerciales con Rusia, mientras aplaudió el permanente acercamiento de la OTAN a sus fronteras. Y todos estos errores los vamos a pagar. Porque Europa ha sido derrotada.”


(1) “La Democracia burguesa es una de las formas del Estado burgués. La Democracia burguesa empezó a constituirse después de las revoluciones burguesas de Inglaterra y Francia. Este proceso continuó varios decenios, durante los cuales la clase obrera y las masas populares sostuvieron una perseverante lucha por la consecuente realización de las ideas democráticas proclamadas por los pensadores radicales de la burguesía revolucionaria. En la base económica de la democracia burguesa son premisas del modo producción como la posibilidad de compra-venta de la mano de obra, el intercambio de mercancías a tono con la ley del valor. La empresa privada capitalista necesita el refrendo político de los principios de independencia individual y de igualdad forma de los ciudadanos ante la ley. La declaración de estos principios. La declaración de estos principios fue progresiva históricamente, ya que significaba la liquidación de la servidumbre de los campesinos respecto a los terratenientes, abolía, los privilegios feudales, creaba una base jurídica para luchar por el progreso social. Sobre esta base se erigió todo el complejo de institutos de la democracia burguesa: el sufragio universal; la división de los poderes y el reconocimiento oficial de la primacía del poder legislativos; los derechos y libertades del individuo, derecho activo y pasivo al sufragio, la inviolabilidad del individuo y la vivienda, la libertad de conciencia, por la que se entiende la posibilidad de profesar cualquier religión o ser ateo, la libertad de palabra, de prensa, de reunión, traslado, etc.; el progreso publico y el jurado en la organización del sistema judicial; el sistema electivo de la administración local, etc.

En el capitalismo los institutos democráticos inevitablemente ostentan un carácter limitado y, en muchos casos, hipócritica. Así tenemos que la proclamada igualdad formal en el campo político entra en contradicción irreconciliable con el régimen económico de la sociedad capitalista, con las relaciones de explotación y de opresión. De la libertad del individuo gozan ante todo las capas acomodadas de la población, y esta libertad es incomparablemente menor para los que tienen que consumir los medios de existencia con el sudor de su frente. La libertad de prensa y otras libertades análogas sirven a los intereses principalmente de los grandes monopolios capitalistas, que acaparan el control de los periódicos, las revistas y las, emisoras de radio, el estudio de cine y de la televisión y otros medios de propaganda, con los que procuran moldear a la opinión pública en provecho propio”. 
 
 (1) A. Rumiántsev. Diccionario fillosófico.


Una vez más, y con esta van tres, que estén presuntamente contrastada porque sabe cuantas veces se ha actuado en base a esta ignominiosa cultura, sin que se haya salido a la luz del día, bien por omisión o por acción

La burguesía capitalista todavía no es capaz de asimilar la revolución Bolchevique pese al haber pasado 124 años de aquel memorable evento, que quiera o no, transformó la sociedad mundial. Con la el alzamiento de Spartacus en Roma, El Levantamiento de Pugachov, también llamada la Guerra de Los Campesinos 1773-1775 o Rebelión de los Cosacos y la revolución francesa, fueron los sucesos más gloriosos que han hecho cambiar las relaciones sociales en la tierra.

Presuntamente, ¡Esto es, y se parece! Es de esperar que la democracia burguesa en la que estamos inmersos, y dado la luchas fraticidas de los partidos políticos no acabe todo como representa el dibu más arriba expuesto,  porque desde luego, todo está acabando como “el rosario de la aurora”.

Hace algunos días se desató una guerra interna dentro del Partido Popular (PP), que en la reunión de los “barones” finalizada del día 24 de febrero, se llegó a un acuerdo para hacer un Congreso extraordinario con objeto de nombrar a Casado u otro presidente.

En su día cuando se nombró a Pablo Casado como nuevo presidente del Partido Popular (PP) éste, entre los postulados que anuncio, fue la lucha total contra la corrupción entre su partido. Pues bien, esa anunciada promesa que había postulado se fue diluyendo en el tiempo y en el espacio, es decir, quedando todo en agua de borrajas. Pero sucedió que la presidenta de la Comunidad de Madrid demandó que se adelantara en dicha comunidad, el Congreso regional, para  erigirse en la candidata de uindad del PP anta la mirada de Génova.


Si Pablo Iglesias, fundador del Partido Socialista Obrero Español “PSOE”, se levantase de su tumba y viera lo que hacen y la manera de proceder de los partidos políticos en la actualidad, correría horrorizado y presto a meterse de nuevo en la sarcófago.

Cuando lees los periódicos, ves la televisión y los tertulianos nombran la palabra socialismo, poniendo todo el énfasis del mundo creyéndose a pies juntillas que en España existen partidos socialistas.

Los partidos que actualmente existen en España con representación nacional de Diputados y Senadores son: Partido Socialista Obrero Español, Partido Popular, Vox Unidas Podemos y Ciudadanos.

Curiosa o intencionadamente, en ninguna de estas formaciones de partidos políticos, existe un diputado o senador que provenga de la clase obrera. Todos los diputados y senadores tanto de la Cámara alta como de la Cámara baja, son escogidos entre la burguesía de la clase alta y media, todos acérrimos enemigos de la clase trabajadora, pues no en vano viven del sudor de la riqueza que produce proletariado.

 
El fascismo de otras formas de dictadura reaccionaria por poseer amplios vínculos con determinada parte bastante numerosa de la población, no perteneciente a la clases gobernantes, por la capacidad de movilizarla y activarla políticamente en provecho del régimen explotador. (1)

Cambiada la situación, hoy las fuerzas fascistas, naturalmente, adoptan otras apariencias. Por ello al hablar de fascismo actual, se utiliza con mayor frecuencia el término “neofascismo”. En el neofascismo pueden distinguirse dos direcciones fundamentales. La primera es un movimiento fascista sólo ligeramente transfigurado que procura conservar todo lo posible la ideología y los métodos del nacional-socialismo alemán y del fascismo italiano de los años 30-40. A esta rama se adhieren en distintos países grupos y grupúsculos fascista unidos alrededor de la revista Nation Europa y de los centros neofascistas internacionales. Sus partícipes son, en primer lugar, elementos que desempeñaron un papel destacado en los movimientos fascistas de los años 30-40 en implicados en crímenes de guerra y otros delitos. Parte considerable de estos fascistas tuvieron que emigrar. Algunos cumplieron penas en los primeros años de posguerra, condenados bien por los tribunales militares de los aliados, bien por los tribunales de sus propios países. En estos grupos y grupúsculos desempeñan un notable papel los emigrantes fascistas hoy en día socialistas (3), y ante todo de la Europa Oriental y Sudoriental. En su mayoría de esas organizaciones prefieren evitar la luz y actúan preferentemente con métodos semiconspirativos o totalmente conspirativos. Sin embargo, las posibilidades de semejantes organizaciones fascistas son muy limitadas… (4)


(1) A. Rumiántsev, Diccionario filosófico.

(2) La crisis general del capitalismo es un proceso complejo de desarrollo contradictorio del capitalismo durante un período prolongado, que se caracteriza por las tendencias a crisis globales, que abarcan a todo un conjunto de fenómenos económicos y sociales y aumentan la inestabilidad general del capitalismo. 
 
(2) Rumiántsev Diccionario filosófico.

(3) Con la descomposición de la URSS, todos los Países de Pacto de Varsovia dejaron de ser socialitas y se pasaron de una forma u otra al capitalismo. A.R.P.

(4) Eran muy limitadas, pero en la actualidad empiezan a extenderse alarmante y peligrosamente como el caso de España, Italia, Alemania, Hungría, Polonia y otras naciones europeas. A.R.P.



Artículo aparecido en el periódico a Paneira (1) de marzo de 2022, opinión de Xoán Caballero Alonso que no tiene desperdicio alguno:

Estas dúas perlas foron lanzadas por dous xerarcas eclesiásticos: “Os rapaces corrompense e prostitúense para ver se son homosexuais ou non”. "Hai nenos de doce anos que se burlan de ti porque queren sexo". Non poucas veces penso que o colar é a punta atractiva do iceberg, afirmación de que unha vez que te achegas a observar a súa brancura inmaculada, acabas varado na negrura, na escuridade da túa sotana. É certo que houbo intentos de rematar con este tipo de abusos e privilexios dados pola Igresa. Mendizábal, adoptando unha “postura de dous misioneiros” que traballaban para axudar aos máis pobres lonxe do ruxir e decatándose de que o Reino de España se asemellaba cada vez máis a Sodoma e a Gomarra, tentou poñer as riquezas ao alcance da sociedade. Se Juan de Dios Álvarez Méndez, Mendizabal falecido en 1853, erguía cabeza sen dar crédito ao que vai acontecer no século XXI.”

Estas dos perlas fueron lanzadas por dos jerarcas eclesiásticos: “Los muchachos se corrompen y se prostituyen para ver si son homosexuales o no”. "Hay niños de doce años que se burlan de ti porque quieren sexo". No pocas veces pienso que el collar es la atractiva punta del iceberg, una afirmación de que una vez que te acercas a observar su blancura inmaculada, terminas varado en la negrura, en la oscuridad de tu sotana. Es cierto que ha habido intentos de acabar con este tipo de abusos y privilegios otorgados por la Iglesia. Mendizábal, adoptando una "postura de dos misioneros" trabajando para ayudar a los pobres lejos de rugir y darse cuenta de que el Reino de España se parecía cada vez más a Sodoma y Gomorra, trató de poner la riqueza a disposición de la sociedad. Si Juan de Dios Álvarez Méndez, Mendizábal que murió en 1853, levantara la cabeza sin dar crédito a lo que sucederá en el siglo (2)


(1) Plaza Mayor del pueblo ourensano de Allariz, a tan solo 12 kilómetros al sureste de Ourense, se encuentra esta bonita casa de piedra llamada “A Paneira”. Se trata de un antiguo monte de piedad, una institución de crédito agrícola que estuvo en funcionamiento entre el siglo XV y el XVIII.

(2) Traducido al castellano A.R.P.


Estas perlas y todo lo demás que está pasando en Europa y España, no deja de ser un común denominador de diferente forma, pero de fondo muy similar.

Hay que condenar todo tipo de dictadura. Es tremendamente vergonzoso y paradójico que nuestro Pedro Sánchez condene al dictador Putin, y sin embargo apoye al dictador Mohamed VI de Marruecos y condenando al pueblo saharaui, y no argumentando nada a favor del holocausto palestino. Ya lo decía el gran poeta Ramón Campoamor. “Todo es según el color del cristal con que se mira’

En política cuando un grupo determinado, sobre todo del capitalismo imperialista ataca a otros países e hicieron enormes salvajadas, como sucedió en la guerra Corea, Vietnam o las guerras del Golfo, las suelen justificar como “daños colaterales”, más recientemente las justifican de otra manera, como “política de hechos consumados”.

Quiero recordar que todavía hoy en día, Bush y sus satélites están buscando las tan envanecidas armas destructivas que Sadan Husein tenía almacenadas en el arsenal militar de Irak, que solo fueron creídas por el crédulo de Bush y sus alguaciles. Inmersos en la cultura de la mentira y “tu más que yo”, la mayoría de los crédulos se creen a pies y juntillas lo que sin fundamento exponen los oportunistas y demás vividores que vegetan a costa del sudor de la frente de los demás.

Por último recordar que Alberto Núñez Feijoo, el 2 de abril de 2022 fue elegido Presidente del Partido Popular en el XX Congreso del partido en Sevilla reemplazando al último Presidente del Partido Popular Pablo Casado que fue denotado por sus propios compañeros, con un 98,35 % de votos a su favor. Que duda cabe que se trata de un porcentaje elevadísimo, pero también denota, que ningún contrincante del Partido Popular quiso recoger la patata caliente que supone la presidencia de un partido inmerso en la mentira y en la corrupción dura y pura.

Esto supone un cambio de cromos, pues en el fondo representa un partido de centro derecha-derecha, pero en la forma la música en nada ha cambiado y sigue sonando la misma melodía; es decir, la flauta suena igual.

En su fuero interno tanto del Partido Socialista “Obrero” Español PSOE, como el Partido Popular PP, tanto en la formas como en el fondo, ambos partidos tratarán de ponerse de acuerdo para erradicar el bipartidismo; representados actualmente por Unidas Podemos y Vox, y en menos cuantía por Ciudadanos, Cs. Es decir, que vuelva a estar las cosas como antes de haber aparecido el bipartidismo y poder moverse como el juego de la “oca”; de oca en oca a mí o a ti te toca.

Las democracias burguesas liberales hicieron una fiesta nacional con la caída del régimen marxista-leninista de la Unión Soviética; por cierto auspiciada internamente por los contrarrevolucionarios rusos, que actualmente son los magnates rusos favorecidos por Putin. En menor escala, influyo en ello, la presión externa de las democracias burguesas que metían en su círculo de influencia a la extinta Unión Soviética. La URRS jamás haría invadiría a Ucrania, pues esta región formaba parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Ahora resulta que Rusia forma parte del sistema capitalista burguesa, invade y declara la guerra a Ucrania, las democracias burguesas ponen el grito en el cielo, echándola todas culpas a Putin de la crisis cíclicas que frecuentemente el capitalismo burgués está metido hasta la médula.

Pues bien, aparte de que la globalización está prácticamente moribunda, esta crisis instaura el principio del fin del capitalismo imperialista, como genialmente vaticinó el filósofo de los pobres Vladimir Ilich Lenin. De todo esto, no están exentas de error las democracias occidentales de haber parido este engendro, que se traduce exclusivamente en una guerra económica de mercados entre mercaderes. Estos engendros, al final la paga los de siempre: trabajadores, pensionista, sanidad y otros estamentos básicos……

La burguesía capitalista permiten casi todo en aras de la democracia, los derechos humanos y del libre mercado, y no es de estrechar que dentro de la sociedad socioeconómica en la que estamos inmersos, aparezcan elementos de profesión comisionistas, que en los peores momentos de la pandemia del Covid 19 se hayan aprovechado del adagio “A río revuelto ganancia de pescadores”. Pero pescaron bien y “Todo p’a el saco”.

Desde luego no es de estrechar, en las democracias de libre mercado, no solamente aplican Laisse faire, laisse passer, sino que los agiotistas, rentistas, especuladores, usureros, sanguijuelas, vividores, oportunitas e intermediarios pululen a su libre albedrío. Al libre mercado no les interesa controlar a estos energúmenos que sea autodenominan de “Profesión emprendedores”. Si se controlase estos desmanes los precios de todos los materiales y alimentos, energía, combustibles bajarían entre el 50-60 %. Pero esto es pedirle al sistema socioeconómico en la que estamos inmersos: Peras al olmo. Sin embargo, el que roba una gallina ya nos presunto y “p’a dentro”

Los penúltimos saqueadores de profesión comisionista, que han salido recientemente a la palestra, presuntamente son:


Alberto Luceño y Luis Medina




Muy sonrientes ambos presuntos estafadores. Alberto Luceño con recochineo, pide al Ayuntamiento de Madrid una medalla para colgarla en la solapa, por el perfecto amaño y lucrativo negocio de las mascarillas.

Oscar Liria y Tomás Ayuso, también muy sonrientes, brindando por el éxito de las mascarillas vendidas a la Comunidad de Madrid. 
 
 



Tanto los que embutieron las “más carillas” en la Comunidad de Madrid, como los que enchufaron las mascarillas al Ayuntamiento de Madrid no lo hicieron con las”más baratillas”

Estos presuentos elementos que de profesión se autodenominan “comisionistas”, a la vez se creen “emprendedores”. Son pobres cerebros de ingeniería financiera consentidos por los poderes fácticos del país y del sistema socioeconómico en la que estamos inmersos. Menos mal que esta ocasión se les embargó todo que compraron por la “Gestión” de las mascarillas del Ayuntamiento de Madrid.

En cuanto a los otros de la Jet set (1) todavía la justicia no ha determinado que hacer con la genial operación de las venta de mascarilla a la Comunidad de Madrid. Tomás Ayuso se encuentra en paradero desconocido, y su socio Oscar Liria, tras el caso de la mascarilla de la Comunidad se desvinculó al 100% del PP Partido Popular.

Doy por terminado este artículo, pues esto se traducirá en una de tantas operaciones en aguas de borrajas, o se dilatará tanto en el tiempo y en el espacio, que finalmente prescribirá como tantos otros. Política de hechos consumados.


(1) Jet set es un término periodístico utilizado para designar a un grupo social de personas ricas que participan en actividades sociales habitualmente inalcanzables al común de los individuos. Definiciones de  Oxford Languajes. (2)

(2) Qué benévolos son los términos que algunos periodistas otorgan a estos auténticos oportunitas, vividores y sanguijuelas sociales. (A.R.P.)



Como colofón final, aparte de la cultura de la mentira,  de la corrupción y de la chauza, una vez más, recordar cómo se protege la clase política entre todos y entre sí, cuando entra el miedo en el cuerpo de cada uno y el de todos los partidos.

Se trata del pavor al miedo, sino recordar cuando los oponentes interrogaban al “Honorable presidente Pujol”, sobre el 3% que percibía de las obras contratadas en Cataluña. “el molt Honorable president Pujol”, se defendió argumentando a los que según él estaban haciendo de inquisidores, que no removieran mucho el árbol, pues en alguna rama había nido de pajaritos y si este cayese al suelo…….. De momento, este bochornoso asunto quedará como tantas otras cuestiones en el olvido, o si pasan 20 años, en delitos prescritos.







Vigo, 10 de mayo de 2022.

Alfonso Rey Pazos.

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