MATERIALISMO DIALECTICO
Capítulo V
LA MATERIA Y LA CONCIENCIA
En capítulo anterior (IV) hemos visto qué la materia y en qué formas existe. Hemos determinado también que la materia existe fuera del conocimiento del hombre e independientemente de él. Pero ¿qué es la conciencia, qué relación guarda con la materia y cómo surge? Examinemos s estas cuestiones.
LA CONCIENCIA, PROPIEDAD DE LA MATERIA
SUPERIORMENTE ORGANIZADA
Antes de hablar de la esencia de la conciencia debemos recordar que es la actividad conciente espiritual, del hombre, se incluye sus pensmientos y sentimientos, su voluntad y carácter, sus sensaciones y concepción, sus opiniones etc.
¿Cual es pues, la fuente y la naturaleza de todos estos fenómenos?
Las ciencias naturales y la filosofía han tenido un largo e intrincado camino antes de poder dar una respuesta correcta a esta cuestión. La ciencia moderna ha demostrado que la conciencia es el resultado de una larga evolución de la materia. La materia, la naturaleza, han existido siempre, el hombre es el resultado del desarrollo relatrivamente tardío del mundo material. Para que el desarrollo de la materia diera lugar al nacimiento del hombre, capaz de pensar, han hecho falta muchos millones de años. La conciencia es un producto de la naturaleza, una propiedad de la materia, pero no de toda ella, sino solamente del cerebro humano, que es la más altamente organizada.
Puesto que apareció como consecuencia del desarrollo de la materia, la conciencia está indisolublemente ligada con ella. Es inseparable de la materia pensante, el cerebro, del cual es una propiedad. . Los fisiólogos rusos Séchenov (1829-1905) y Páulov (1849-1936) establecieron que toda la actividad psíquica está basada en determinados procesos materiales, fisiológicos, que se producen en el cerebro humano, y sobre todo en la corteza de los grandes hemisferios cerebrales. La alteración del funcionamiento normal o una lesión del cerebro debida a enfermedades, traumas u otras causas, provoca una aguda perturbación de la actividad mental del hombre y el trastorno de la psiquis.
Basándose en numerosos datos experimentales, Páulov sacó la consecuencia de que “… la actividad psíqica es el resultado del funcionamiento fisiológico de una masa determinada del cerebro…”
La teoría de Páulov sobre la actividad nerviosa superior es una magnífica confirmación de la tesis básica del materialismo dialéctico acera de que el conocimiento depende de l materia. Ha demostrado que el cerebro y los procesos fisiológicos que se operan en él son el sustrato (la base) de la conciencia humana, condición material sin la cual es imposible el pensamiento.
Pero ¿es suficiente el cerebro solo para que actúe la conciencia? ¿Puede el hombre pensar por sí mismo, independientemente de la influencia que el mundo circundante ejerza en él?
No, el cerebro por si solo no es capaz de pensar. Páulov decía que el cerebro no es un piano del que se pueda sacar todas las melodías que uno quiera. La conciencia está indisolublemente ligada con el medio material que circunda al hombre y no puede actuar sin su influencia. Las sensaciones visuales, auditiva, olfativas, etc., surgen del cerebro únicamente por efecto de los objetos existentes realmente, de los colores, sonidos y otras propiedades que le son inherentes. Los objetos y sus propiedades excitan los órganos de los sentidos, y las excitaciones se transmiten por los canales nerviosos a la corteza de los grandes hemisferios de cerebro, donde surgen las sensaciones respectivas. A base de las sensaciones se forman las percepciones, las ideas, los conceptos y otras formas del pensamiento, todos los cuales son imágenes, reflejos más o menos exactos de los objetos y fenómenos realmente existentes. Fuera de ellos, las imágenes no pueden surgir en la conciencia del hombre. Por tanto, la particularidad específica de la conciencia, como propiedad del cerebro, consiste en su capacidad par reflejar el mundo material. 1
1 Ejemplo: si una persona entra en el comedor de su casa y observa que hay una mesa, ésta queda reflejada en el cerebro, puesto que la mesa es materia Otra cosa, es que al entrar en el comedor no vea mesa alguna, y piense que el comedor sería conveniente colocar una mesa, pero está no se refleja en el cerebro, puesto que la mesa no existe materialmente. (ARP)
Así, pues, podemos responder a la pregunta hecha en un principio sobre la naturaleza de la conciencia, diciendo que la conciencia del hombre es una propiedad singular del cerebro, que es la materia mejor organizada, par reflejar la realidad material.
Inconsistencia de materialismo vulgar y del idealismo
Si la es inseparable de la materia altamente organizada y producto de ella ¿no será una variedad de la materia, no será idéntica a ella?
Así precisamente opinan los materialistas vulgares 2. Apoyándose en el hecho de que la conciencia y la materia están ligadas entre sí, las consideran idénticas. Vogt 3 decía que el cerebro secreta la idea y ésta guarda aproximadamente la misma relación con el cerebro que la bilis con el hígado.
2 El materialismo vulgar es una corriente filosófica que surgió en Alemania a mediados del siglo XIX. (Ed.)
3 Carl Vogt, científico alemán nacido el 5 de julio de 1817, en Gieben (Alemania), y fallecido el 5 de mayo de 1895, en Ginebra (Suiza). (ARP)
De completo acuerdo con los adelantos de las ciencias naturales, el materialismo dialéctico rechaza esa concepción. Aunque la conciencia está relacionada con determinados procesos fisiológicos materiales, no se la puede reducir a esos procesos. La idea es inseparable de la materia, del cerebro, pero no se la puede identificar con ella. Lenin consideraba que llamar materia a la idea es dar un paso desatinado hacia la confusión del materialismo.
La idea no es un cos, no se la puede ver ni fotografiar. Es la imagen de los objetos, y los fenómenos del mundo, pero no una imagen material, sino ideal. No es una simple fotografía de la realidad ni una copia inanimada de ella, sino la realidad transformada adecuadamente en la cabeza del hombre. Marx escribió que el pensamiento “lo ideal, no es, por el contrario, más que lo material traspuesto a la cabeza del hombre y transformado en ella” 4. La realidad influye en el hombre y siempre pasa a través del prisma de las leyes particulares, del, pensamiento, tales como el análisis, la síntesis, la generalización, etc. El hombre se distingue de los animales porque es capaz de pensar, o sea, reflejar activamente la realidad, influir en ella, proponerse diversos fines y tratar de conseguirlos.
4 C. Marx, El Capital, t. I Ed. Cartago, Bs. Aires, 1956, pág. 14 (Ed.)
Al rechazar la concepción materialista vulgar, el materialismo dialéctico considera asimismo profundamente errónea la afirmación de que la conciencia y el pensamiento son inherentes a toda la materia. Espinosa, por ejemplo, opinaba que la consciencia es un atributo tan necesario de toda la naturaleza como la gravitación y la corporeidad.
Lo erróneo de ese punto de vista estriba en que reconoce las diferencias cualitativas existentes entre la materia inanimada y la orgánica, sobre la pensante. Lenin opinaba que la sensación claramente manifiesta es sólo inherente a las formas orgánicas superiores de la materia, en tanto que ésta en su totalidad no posee otra propiedad que la de reflejar, o sea, la facultad de responder de una manera determinada a las influencias externas. Esta propiedad es en cierta medida afín, más no idéntica a la sensación, razón por la cual no se puede considerar como propiedad de toda la materia.
Actualmente con los éxitos alcanzados por la cibernética, se han reavivado los intentos de atribuir facultad de pensamiento a objetos de la naturaleza inanimada: A base de esta nueva ciencia, que estudia diversos sistemas y procesos de mando, se han construido máquinas sorprendentes. Una son capaces de dirigir aviones, trenes o complicados procesos de producción; otras, de traducir textos de un idioma a otro, de hacer complicadísimas operaciones matemáticas, etc. Tales máquinas pueden recibir datos (“información”) de distinto género del exterior, “recordarlos”, elaborarlos y ejecutar complicadas operaciones. Esto ha dado pie a algunos científicos para atribuirles la facultad de sentir y hasta de pensar.
En realidad ninguna máquina automática, ni aun la más perfecta, posee facultad de sentir, sin hablar ya de la de pensar. El sentimiento y el pensamiento son inherentes sólo al ser humano, que es producto de la larga evolución del mundo material y, ante todo, del mundo social. El hombre se eleva por encima de la naturaleza, conoce la realidad que lo circunda, influye activamente sobre ella y la transforma. Cuenta con inagotables posibilidades creadoras y crea grandes valores culturales. La máquina está desprovista de todo eso. Es obra del ingenio y las hábiles manos del hombre, quien en última instancia dispone y estipula con antelación todas sus funciones y “capacidades”, por complicadas y admirables que parezcan.
Por consiguiente, la conciencia y la materia no se deben identificar.
Entonces, ¿no es posible que exista la conciencia independientemente de la materia?
Esto es lo que opinan los idealistas, partiendo de la espiritualidad de la materia. Según ellos, el pensamiento es ideal, no es una cosa, y por tanto no se le puede encontrar en el cerebro humano, no está ligado con la materia, o sea, con el cerebro, sino que posee existencia independiente. No sólo parece independiente de la materia, sino que lo “crea”. Los idealistas no quieren ver tras el pensamiento sus prototipos: las cosas y los objetos del mundo real.
Las tentativas de separar el pensamiento del cerebro son completamente desatinadas. Lenin llamó acertadamente filosofía “seso” a la que emprende esas aventuras y afirma que el pensamiento existe sin el cerebro. La ciencias naturales, escribió, insisten en demostrar que la conciencia no existe independientemente del cuerpo, en que es secundaria, una función del cerebro, el reflejo del mundo exterior.
Tampoco se deben contraponer de un modo absoluto la materia y la conciencia, pues ésta es la propiedad de la materia altamente organizada y surge y se desarrolla bajo la influencia de los atores materiales. Por otra parte, una vez surgida, la conciencia cobra cierta independencia e influye activamente en el desarrollo del mundo material.
Ahora nos detendremos en el problema del origen y desarrollo de la conciencia.
LA CONCIENCIA, PRODUCTO DEL DESARROLLO DE LA
MATERIA. SU ORIGEN Y DESARROLLO
Como ya se ha dicho, la propiedad general de reflejar, o sea, la facultad de reestructurarse por efectos de estímulos externos, de reaccionar ante ellos del modo adecuado, es inherente a la materia en su totalidad. El reflejo está siempre ligado con la interacción de dos (o más) cuerpos: el que obra y el que experimenta la acción. Por eso el carácter del reflejo depende de excitaciones externas y del estado interior del cuerpo que reacciona ante esos estímulos.
Si observamos en ese plano un cuerpo inanimado, un organismo vivo y al hombre, veremos que reflejan el mundo de distinta manera.
El cuerpo inanimado lo hace mediante un reflejo simple, pasivo. No distingue los factores del medio ambiente, no toma de él los que le son favorables ni es capaz de preservarse de los desfavorables.
El cuerpo reacciona de distinta manera vivo reacciona de distinto modo a los estímulos. Se adapta al medio ambiente, reacciona de diversa manera a los diferentes estímulos exteriores, aprovechando los factores propicios y eludiendo los innecesarios y nocivos. Solamente gracias a esta adaptación adecuada al medio ambiente el organismo vive y se desarrolla.
En cambio, el hombre es capaz de de reflejar conscientemente la realidad, pues posee una forma de reflejo superior, cualitativamente nueva. No se adapta simplemente al medio ambiente, sino que influye en él y lo trasforma a base de conocimientos adquiridos.
Por lo tanto, establece el origen de la conciencia significa observar de que modo el reflejo inerte, pasivo, por efecto de tránsito de la materia inanimada a la viva, y de ésta al pensante, al cerebro humano, se trasforma en reflejo activo, selectivo, inherente a lo vivo, y como de ese reflejo se desarrolla la facultad de pensar.
De la materia inanimada a la materia viva,
y de ésta a la pensante
Las ciencias naturales disponen de innumerables datos demostrativos de que la naturaleza viva precede de la inanimada, de la inorgánica. Entre ellas no existe ninguna barrera infranqueable. El análisis químico ha demostrado que tanto los cuerpos inanimados como los organismos vivos están formados por los mismos elementos químicos. Los organismos poseen en gran cantidad hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y, sobre todo, carbono, que constituye la base de su composición química y de los productos de su actividad vital.
La ciencia admite la hipótesis de que en la materia gaseosa pulverulenta primaria de que se formó nuestro planeta había combinaciones simplísimas de carbono con hidrógeno y otras sustancias, los hidratos de carbono, de los que constituyeron posteriormente combinaciones orgánicas más complejas. El contacto y la reacción mutua de combinaciones químicas las volvieron cada vez más complejas, hasta que formaron los aminoácidos, elementos fundamentales de la molécula de albúmina. A medida que se diferenciaban y complicaban las sustancias orgánicas, su facultad de reflejar se fue haciendo también más variada.
Trascurrieron centenares de millones de años hasta que las moléculas de esta albúmina química primaria, constituida por aminoácidos, se convirtieran en cuerpo albuminoideo vivo y adquirieran con ello aptitud para el metabolismo, rasgo fundamental de lo viviente. En un principio, estas albúminas y otras complejas combinaciones orgánicas se mezclaban con sales inorgánicas y originaban coarcevados, mezclas a modo de gotas susceptibles de practicar el metabolismo con el medio acuoso circundante y absorber otras sustancias orgánicas. Posteriormente, de los coarcevados más estables se formó la complejísima albúmina plurimolecular, apta para la vida. Al caer en un medio propicio y empezar el metabolismo, la albúmina se convierte en organismo.
El metabolismo es un proceso contradictorio de asimilación (de sustancias alimenticias del medio exterior y trasformación de éstas en células y tejidos vivos del organismo). Este proceso es inherente sólo a la albúmina viva, al organismo. El metabolismo y la autorrenovación constante distinguen al organismo vivo más simple del cuerpo inanimado más complejo. Sólo alimentándose, o sea, asimilando sustancias alimenticias y segregando los productos de su desintegración, el organismo puede vivir y desarrollarse. “La vida es el modo de existencia de los cuerpos albuminoides, modo cuyo momento esencial es el intercambio de sustancias con la naturaleza exterior que los rodea, cesando la vida tan pronto como cesa ese intercambio…” 5.
5 Engels. Dialéctica de la Naturaleza, ed. cit., pág. 244. (Ed.)
El nacimiento de los simplísimos organismos primigenios supuso un paso enorme en el desarrollo del reflejo, propiedad general propia de la materia, y en la formación de la conciencia. El reflejo de la realidad, peculiar de la naturaleza inanimada, se trasformó en un reflejo de nueva cualidad, en el reflejo biológico. La forma más simple del reflejo biológico es la excitabilidad, inherente a todos los organismos e instrumentos de orientación y adaptación al medio circundante.
Las plantas, por ejemplo, son muy sensibles a la luz solar. Se estiran en el sentido literal de la palabra, caí ella, pues la luz es su fuente de vida. La ameba, simplísimo organismo unicelular, reacciona a los estímulos alimenticios, pero éstos no actúa si ella acaba de absorber un alimento; lo que quiere decir que la ameba, como cualquier otro organismo que posee excitabilidad, no refleja el mundo exterior de manera indiferente, sino selectiva. El organismo opta por los estimulantes útiles y necesarios y elude los nocivos e innecesarios. Sin embargo, su selectividad es escasa. Carece aún de órgano, tejidos y células especializadas en excitaciones de tipos determinados. Responde a las excitaciones externa con todo su ser.
El curso de la evolución posterior y como resultado de la complicación del propio organismo y de las condiciones exteriores de su existencia, sobre la base de la excitabilidad surgió otra forma más elevada de reflejos: la sensación. Como escribiera Lenin, la energía de la excitación exterior se trasforma, en la sensación, en un hecho de conciencia: Igual que la excitabilidad, la sensación es el resultado de la influencia que el mundo exterior ejerce sobre el organismo, pero en este caso se amplía considerablemente el círculo de los agentes exteriores, a los que el organismo responde de una u otra manera. El organismo reacciona ahora a los colores, los olores y los sonidos, percibe el gusto, siente el frío, el calor y la humedad y responde a las excitaciones mecánicas, físicas y de otra índole. En él aparecen también órganos capaces de registrar únicamente un grupo determinado de estímulos exteriores (color, sonido, olor, etc.). En lo sucesivo a medida que los organismos se desarrollan, sus sensaciones se van haciendo más ricas y diversas. Aumentan su adaptabilidad al medio circundante y surge un órgano especial que lo enlaza con el exterior: el sistema nervioso central.
La ciencia biológica ha expuesto la teoría de los reflejos, que muestra claramente la desigual capacidad de los animales inferiores y superiores para reflejar el mundo circundante y amoldarse al medio. Los reflejos son las reacciones con que el organismo responde a los estímulos exteriores. Se dividen en condicionados y no condicionados. Los reflejos no condicionados son inherentes a todos los organismos, tanto a los inferiores como a los superiores. Son congénitos y hereditarios. Ejemplo de reflejo de esta clase es la acción de retirar la mano al tocar un objeto caliente. Una trabazón compdleta de los reflejos no condicionados origina los instintos (sexual. alimentación, etc.), que desempeña un importante papel en la vida y desarrollo del organismo.
Los anímales superiores poseen, además, reflejos condicionados, que presentan carácter temporal y se forman en determinadas condiciones. Si, por ejemplo se da de comer a un perro al mismo tiempo que se toca un timbre, llegará un momento en que el perro reaccionará al sonido del timbre lo mismo que a la vista de la comida: segregará saliva. En su cerebro se ha formado una conexión temporal: el timbre es la señal de la comida. Todos loa reflejos condicionados se forman según el mismo principio. Merced a ellos el organismo se adapta muy sutilmente al medio ambiente y reacciona sensiblemente a los estímulos. Los reflejos condicionados y, en base a éstos, surgen otras conexiones temporales, parte de las cuales vuelven a afianzarse. Así, se operó, durante la evolución de los organismos vivos, el progreso incesante de psiquis, que dio lugar en última instancia a que la materia sensitiva adquiera la facultad de pensar.
Función decisiva del trabajo en el surgimiento de la conciencia
La facultad sensitiva es inherente al hombre como a los animales superiores. Según la teoría de Pávlo, esta facultad se apoya en una fase fisiológica común al hombre y los animales: en el primer sistema de señales, su mecanismo, por medio del cual el organismo reacciona a las excitaciones directas de objetos y fenómenos concretos. Estos objetos son las únicas señales para los animales, excitan sus órganos de los sentidos y suscitan en su sistema nervioso las sensaciones respectivas.
Pero las sensaciones de los hombres, a diferencia de los animales, están siempre iluminadas con la luz del entendimiento. El hombre posee la facultad del pensamiento abstracto, o sea, de reflejar sintetizada la realidad en conceptos expresados con palabras. Toda palabra significa un objeto determinado, con lo que está indisolublemente ligada. Por eso el hombre responde a las palabras lo mismo que a las excitaciones directas de los objetos. Así como las primeras señales son los propios objetos, la palabra que los expresan adquiere el oficio de señales secundarias. Como dijo Pávlo, son “las señales de las señales”. Llamó segundo sistema de señales al mecanismo fisiológico por cuya medición el hombre reacciona a las palabras, al habla. Este sistema es inherente sólo al hombre.
Los dos sistemas de señales tienen una ligazón orgánica, lo que permite al hombre conocer la realidad a fondo y en todos los aspectos.
En suma, queda claro que la conciencia del hombre es cualitativamente distinta a la psiquis animal.
¿A qué se debe esa diferencia?
A que la psiquis de los animales es únicamente producto del desarrollo biológico, en tanto que la conciencia del hombre es el resultado del desarrollo histórico, social.
Las sensaciones del hombre se distinguen cardinalmente de las de los animales. El ojo del águila ve mucho más lejos que el del hombre, pero el de éste ve en las cosas mucho más que el del águila.
Marx consideraba que la formación de cinco órganos sensorios en el hombre es producto de toda la historia universal. A base de la práctica histórico-social se desarrollaron su oído musical, sus ojos, capaces de percibir la hermosura de la naturaleza, su fino gusto y otros órganos de los sentidos.
El factor decisivo del origen del hombre y de la formación y desarrollo de su conciencia fue el trabajo, la activad material de producción. Como escribiera Engels, “el trabajo ha creado al propio hombre” 6. Merced al trabajo nuestro remoto antepasado, el hombre salvaje, adquirió aspecto humano. El trabajo le proporcionó alimentos, prendas de vestir y vivienda, y no lo protegió únicamente contra las fuerzas espontáneas de la naturaleza, sino que le permitió dominarlas, someterlas a su voluntad. Con el trabajo el hombre se trasformó y cambio la faz de nuestro planeta. El trabajo es el patrimonio más grande del hombre, la condición indispensable de su vida y desarrollo.7
6 F. Engels, “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, en C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, Ed. Cartago. Bs. As. 1957, pág. 499 (Ed.)
7 Esta máxima sobre el trabajo, es a todas luces patrimonio de la humanidad. Los gobernantes tanto del partido del POSOE como del partido del PP, con cinco millones de parados en su haber, se pasan esta máxima por el forro del arco del triunfo. (ARP)
Indicios de trabajo se presentaban ya en los monos antropomorfos, que utilizaban palos, piedras y otros objetos naturales para conseguir alimentos. Pero ejecutaban estos actos de manera inconsciente y casual. Ni los monos ni otros animales son capaces de hacer la herramienta más simple. El hombre, sin embargo, construye y emplea las herramientas, y en ello estriba la peculiaridad cualitativa de su trabajo. Para que aprendiese a hacerlas y utilizarlas, transcurrieron centenares de miles de años, en cuyo lapso se operó el complicadísimo proceso de evolución y, al mismo tiempo, de la formación y desarrollo de la conciencia.
El tránsito de los simios antropomorfos a la marcha erecta, con lo que sus extremidades delanteras quedaron libres y pudieron ser empleadas en el trabajo, tuvo gran importancia en la creación de las condiciones necesarias para la actividad laboral y el surgimiento de los primeros atisbos del conciencia. En un principio nuestro remoto antepasado utilizaba las “herramientas” que ya existían estado natural, (palos, piedras), y luego poco a paco, empezó a fabricarlas, elaborando ciertos objetos naturales. Los primeros utensilios de trabajo fueron muy rudimentarios (piedras toscamente talladas, palo afilados, etc.). Rudimentaria fue también la conciencia del hombre primitivo. Aún no distinguía la esencia de los objetos, ni veía lo que tenía de común, ni sabía para qué podían serles útiles.
Con el progreso y perfeccionamiento del trabajo, fue perfeccionándose también la conciencia. Al encontrarse, en el proceso de obtención de sus medios de vida, con objetos de la naturaleza, el hombre fue conociendo sus propiedades, confrontándolas, comparando unas con otras y destacando las que eran comunes y se repetían.
En la elaboración y perfeccionamiento de los instrumentos de trabajo tuvo singular importancia en el desarrollo de la conciencia. Los utensilios que se transmitían de generación en generación llevaban plasmados la experiencia de producción y los conocimientos del hombre. El conocimiento de los métodos de elaboración y empleo de las herramientas por los antepasados, permitía que las generaciones posteriores adquirieran la posibilidad de seguir perfeccionándolas.
La conciencia del hombre primitivo estaba orgánicamente ligada con su trabajo, se entrelazaba con su actividad laboral. El hombre conocía ante todo lo que dependía directamente de su trabajo y de la satisfacción de sus necesidades. No es casual por eso que las obras de arte primitivas reproduzcan tan a menudo la actividad laboral del hombre.
De este modo, en la unidad del trabajo y del pensamiento, a base de la actividad laboral, se fue desenvolviendo y perfeccionando la conciencia humana.
El lenguaje y el pensamiento
El lenguaje, el habla articulada, tuvo inmensa importancia para la formación de la conciencia. Surgió con ella a base del trabajo, y constituyó una vigorosa fuerza que ayudó al hombre a separarse del reino animal, desarrollar su entendimiento y organizar la producción material. El trabajo ha sido siempre social. Desde los primeros pasos de su existencia, los hombres tuvieron que afrontar unidos las poderosas fuerzas de la naturaleza y arrancarle en común los medios imprescindibles para la vida. Por eso, en el proceso del trabajo surgió la necesidad de comunicarse entre sí, decirse algo unos a otros. Esta necesidad imperiosa trasformó la garganta rudimentaria del mono en un órgano capaz de articular sonidos. Surgió el habla articulada, el lenguaje.
Marx denominó el lenguaje realidad directa del pensamiento, porque éste puede existir únicamente con la envoltura material de la palabra. Piense el hombre para sí, exprese sus ideas oralmente o las exponga por escrito, el pensamiento siempre va revestido de palabras. Merced al lenguaje los pensamientos no sólo se forman, sino que se trasmiten y perciben. El hombre fija con palabras y grupos de palabras los resultados de la reflexión de los objetos reales en su colnciencia, lo que permite no sólo el intercambio de ideas entre los individuos de una misma generación, sino la trasmisión de pensamiento de generación en generación. Si no fuera por el lenguaje y la escritura se hubiera perdido irremediablemente la valiosa experiencia de numerosas generaciones, y cada nueva generación se hubiera visto forzada a empezar de nuevo el dificilísimo proceso del estudio del mundo.
El lenguaje está ligado con la realidad, pero no directamente, sino por medio del pensamiento. Por eso resulta veces establecer la relación directa de una palabra con el objeto material concreto que representa. En distintas lenguas, y aun en una misma, ocurre a menudo que una palabra se le dé distinto significado a diversos objetos y que un mismo objeto se designe con palabras diferentes. Todo esto crea la ilusión de que el idioma es independiente de la realidad.
De ello se aprovechan los representantes del llamado idealismo semántico, una de las corrientes de la filosofía burguesa contemporánea. Separan el lenguaje del pensamiento, y el pensamiento de la realidad. Consideran que el hombre establece las palabras arbitrariamente, que éstas no significan nada real y que sólo constituyen combinaciones de sonidos. Basándose en esta argumentación, algunos ideólogos burgueses procuran demostrar que el capitalismo moderno, la explotación y la agresión no son sino palabras vacías, sonidos. Según ellos, basta con sustituir estas palabras por otras para que se eliminen inmediatamente todas las fuentes de los conflictos sociales y desaparezcan la lacra del capitalismo.
En realidad, los hombres no establecen arbitrariamente las palabras, sino que, en el curso de la cognición y de la actividad práctica, las van adjudicando a determinados objetos y fenómenos. Aunque se cambien las palabras, esos procesos objetivos no se modifican ni desaparecen. Los apologistas del capitalismo han inventado docenas de palabras “agradables” para designarlo: “capitalismo popular”, “economía del trabajo”, “humanismo económico” etc., pero no consiguieron con eso que desaparezca el capitalismo, la explotación, el paro y lo choques entre las clases. Desaparecerán únicamente como resultado de la lucha del proletariado contra la burguesía, como resultado de la revolución socialista.
Así, pues, la conciencia es producto de una larga evolución de la materia. Pero, una vez surgida a b ase de la materia, influye activamente en su desarrollo.
Los idealistas en un afán de desprestigiar el materialismo, afirman que los materialistas menosprecian el papel de la conciencia y la considera únicamente como reflejo pasivo, muerto, del ser, por cuanto toman la materia como base de todo lo existente y procuran demostrar que las cosas existen objetivamente y son independientes de la conciencia.
En realidad, el materialismo dialéctico está lejos de menospreciar el papel de la conciencia en el desarrollo de la materia, del ser producto y reflejo de la materia, la conciencia no se mantiene pasiva, sino que influye activamente en el mundo. En este sentido precisamente dijo Lenin “la conciencia del hombre no sólo refleja el mundo objetivo, sino que lo crea”. 8
8 V.I. Lenin, Obras completas, t. XXXVIII, Ed. Cartago, Buenos Aires, 1960, pág. 204.
Claro está que con ello no se refiere a la influencia directa de la conciencia del ser, ni menos aún, de la creación del mundo por la conciencia del hombre: la idea por si sola, es incapaz de mover de su sitio hasta la pajuela más diminuta. Se trata de que si la conciencia refleja adecuadamente el mundo, puede servir de guía en la actividad creadora y trasformadora del hombre.
Más adelante trataremos con mayor detenimiento sobre la actividad de la conciencia y, sobre todo, la función que ejerce en la vida social.
Vigo, a 11 de febrero de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario