MATERIALISMO DIALECTICO
Capítulo IV
Ya sabemos que lo principal en el
objeto del materialismo dialéctico es la forma en que se resuelve el problema
fundamental de la filosofía: la relación
que guarda la materia y la conciencia. Ahora estudiaremos detenidamente qué es la materia y en que forma existe.
1.
QUÉ ES LA MATERIA
El hombre está rodeado de cuerpos
innumerables y diversos. Entre ellos,
los de la naturaleza inanimada, desde las partículas infinitamente pequeñas
de los átomos, hasta los enormes cuerpos cósmicos. Hay también cuerpos vivos,
desde los más complejos. Unos están a nuestro lado; vivimos entre ellos,
sentimos constantemente su presencia; otros están lejos, a inmensas distancias
de nosotros. A unos los vemos a simple vista; para observar otros utilizamos
los aparatos e instalaciones complicadísima. Estos cuerpos poseen las
propiedades, cualidades y particularidades más distintas.
Sorprendido por la diversidad del mundo, hace tiempo que
el hombre pensó en la posibilidad de que todos los cuerpos que lo rodeaban
tuviera una base común, propiedades semejantes.
La experiencia de la vida y el
desarrollo de la ciencia y de la práctica lo fueron convenciendo paulatinamente
de que, por mucho que se distinguieran los objetos y fenómenos, por diferente
que fueran sus propiedades, todas eran materiales, existían fuera de
independientemente de la conciencia. Así, las ciencias naturales demostraron de
manera irrefutable que la tierra existió
muchos millones de años antes que el hombre y los seres vivos aparecieran en ella. Esto significó que la
materia, la naturaleza, son objetivas, no dependiendo del hombre ni de su
conciencia, que la propia conciencia no
es que un producto del largo proceso del mundo material.
La propiedad común de todos los objetos y fenómenos, de ser realidad
objetiva, existir fuera de nuestra conciencia y estar reflejados por ella,
expresa el concepto o categoría filosófica de materia.
La categoría de materia es un
concepto extremadamente amplio; no se constriñe
a un objeto o proceso aislado ni
un grupo de objetos o fenómenos, sino que abarca toda la realidad objetiva, Abstrayéndose de las particularidades,
propiedades y aspectos determinados de los objetos, de sus nexos e
interrelaciones concretas, expresa lo común,
lo principal de todos los objetos: la objetividad, o sea, su existencia
independiente de la conciencia del hombre.
El concepto de materia no sólo da
idea de las propiedades comunes del mundo objetivo como tal, sino que es también
una importantísima categoría del
conocimiento. El reconocer la capacidad del hombre para reconocer el mundo
e indicar la fuente de nuestros conocimientos, constituye, asimismo, la base
para resolver las cuestiones más importantes de la teoría del conocimiento del
materialismo dialéctico.
El reconocimiento de la
objetividad del mundo circundante y la aptitud del entendimiento humano para
conocerlo constituyen los principios básicos de la concepción materialista
dialéctica. Esto significa que el concepto de materia, que refleja esos
importantísimos principios, es precisamente la categoría central, la más
importante, del materialismo dialéctico.
El alcance del concepto de
materia es también importante para otras ciencias, particularmente las
naturales. Cualquier ciencia se convertiría en un juego insustancial del
ingenio humano si no estuviese aspectos de la realidad objetivas.
Lenin dio una definición
científica y completa de la materia en el libro “Materialismo empirocriticismo”.
La materia es una categoría filosófica que sirve para designar la realidad
objetiva, que es dada al hombre en sus sensaciones, que es copiada,
fotografiada, reflejada por nuestras sensaciones, existiendo independientemente
de ellas”. 1
1 V-I. Lenin. “Materialismo y empiriocriticismo”, en Obras completas, t. XIV. ed. cit., pág.
128 (Ed).
Es difícil estimar en toda su
importancia la definición leninista de la materia. Al generalizar la
experiencia secular de la humanidad, pertrecha a los hombres con una
comprensión acertada del mundo circundante, les enseña, tanto en lo práctico
como en lo especulativo, a partir de la realidad de las condiciones materiales
objetivas, y no de la ideales subjetivas, propias de uno mismo. Al afirmar la
cognoscibilidad del mundo, ofrece el entendimiento humano perspectivas
ilimitadas, despierta el pensamiento, ayuda al hombre a que penetre en los
profundos enigmas del universo.
La definición leninista de la
materia refleja la contradicción radical existente entre el materialismo
dialéctico, por un lado, y el idealismo y agnosticismo, por otro. Tiene asimismo profundo sentido
ateísta, pues socava en sus raíces la concepción religiosa de Dios como creador
de la realidad. En efecto, si la materia es primaria y eterna, no se puede
crear no destruir, puesto que ella es la causa interna final de todo lo
existente. De este modo, en el mundo no queda lugar para Dios ni para ninguna
fuerza sobrenatural.
Por eso los idealistas y
clericales siempre se negaron a reconocer la materia. Los idealistas del
pasado, desde Platón hasta Berkeleye, se dedicaron a “destruir” el concepto de la materia. Los machistas 2 emprendieron
una verdadera cruzada contra este concepto. Hoy siguen sus pasos numerosos
representantes de la filosofía idealista y del revisionismo. El objetivo de
esos múltiples ataques es minar el concepto de materialismo, desterrar la
materia de la filosofía y de la ciencia y despejar así el camino a la fe, al
idealismo y al agnosticismo.
2 Representantes de una corriente filosófica idealista de
fines del siglo XIX y comienzos del XX que tomó su denominación del nombre del
filósofo austríaco E. Mach *. Lenin hizo una crítica profunda de todos los
aspectos del machismo en el libro Materialismo
y empiriocriticismo, publicado en 1909. (Ed.)
*
Ernest Macha, nacido en Berno Imperio Austriaco (actualmente República Checa),
el 18 de febrero de 1938, y fallecido en Munich, Alemania el 19 de febrero de
1916. (ARP)
Sin embargo, todos esos ataques
carecen de consistencia. El desarrollo de la ciencia y la actividad práctica de
la humanidad son testimonio convincente de que la materia es infinita y eterna.
Todas las cosas, objetos y procesos, no son sino manifestaciones y formas de la
materia en movimiento. Por eso el mundo que nos rodea es también un mundo material único.
Sin embargo, los tipos y formas
de la materia son múltiples, y de ello nos convence tanto la experiencia
personal como los adelantos científicos. Esto significa que el mundo material
es una unidad multiforme. Ningún
objeto, por minúsculo que se puede surgir de la nada o desaparecer sin dejar
huella. El fin de una cosa da comienzo a otra; el de ésta, a una tercera, y así
sucesivamente. Las cosas concretas cambian, se transforman unas en otras, pero
la materia no desparece y surge de nuevo.
Concepto de materia y cuadro del mundo
presentado por las ciencias naturales
El concepto filosófico de materia
se debe distinguir del cuadro del mundo
presentado por la ciencias naturales
y de la ideas sobre la estructura, estado y propiedades de los tipos concretos de materia que esas ciencias
elaboran a medida que se perfeccionan. Tales ideas cambian constantemente, se
desarrollan y a veces sufren transformaciones radicales, pero ello no
contradice la veracidad del concepto filosófico de materia como realidad objetiva
existente fuera de nuestra conciencia.
En sus intentos de “rebatir” el
materialismo, los idealistas confunden intencionadamente el concepto filosófico
de la materia con las concepciones de las ciencias naturales tienen sobre la
estructura de los cuerpos materiales concretos. Pretenden que la modificación
de esas concepciones, la sustitución de concepciones viejas por otras nuevas,
más exactas y perfectas, son prueba de la “desaparición” de la materia y el
“fracaso” del materialismo.
Los materialistas metafísicos,
por ejemplo, identificaron durante muchos siglos materia y átomos, a los que
consideraban impenetrables e indivisibles. Sin embargo, en las postrimerías del
siglo XIX se descubrió el electrón, ínfima partícula componente del átomo, y,
posteriormente, otras partículas. En consecuencia, el átomo, considerado
durante muchos siglos el último ladrillito indivisible del universo, resultó
ser un fenómeno extraordinariamente complejo. Las propiedades del electrón son
completamente distintas de las del átomo. Eso dio lugar a que los físicos que
pensaban de manera metafísica se confundieran y los filósofos aprovecharan las
dificultades para hablar de la “desmaterialización” del átomo y de la
“desaparición” de la materia.
En su obra “Materialismo y empiriocriticismo”, Lenin demostró la inconsistencia
de esas afirmaciones. Señaló que con los últimos descubrimientos de las
ciencias naturales no desaparecía la materia, sino solamente el límite hasta
donde se la conocía entonces. Ayer ese límite era el átomo, hoy lo es el
electrón, y mañana desaparecerá también esta frontera. Nuestra inteligencia
ahonda en la materia, descubriendo cada vez más propiedades, combinaciones
nuevas, cada vez más profundas y sutiles. Un tipo de materia así es el
electrón, descubierto hace tiempo. Lenin expresó la idea genial de su
inagotabilidad, de la profunda infinitud de la materia 3 y lo
ilimitado del conocimiento. “El electrón es tan inagotable como el átomo, la
naturaleza es infinita…” 4, afirmó Lenin, generalizando los últimos
adelantos de la ciencia.
3 Tenía toda la razón el genial pensador,
después del electrón se descubrieron otras partículas subatómicas: bosón,
positrón, protón, fermión, neutrino, neutrón, hadrón, leptón, quark, mesón, hiperones, etc. (ARP)
4 V.I. Lenin “Materialísimo y empiriocriticismo”, Obras completas, t. XIV, ed. cit., pág.
261 (Ed.)
Sus ideas sobre la variedad
cualitativa de la materia y la inagotable diversidad de su estructura y
propiedades se han visto confirmadas totalmente por las conquistas de la
ciencia moderna, y ante todo, de la física.
Uno de los tipos de materia que
conoce la física moderna es la sustancia.
Se incluye en ella todo cuanto tiene masa mecánica o, como se dice en física,
masa inerte. Son sustancia todos los cuerpos visibles que rodean al hombre o,
como denominan también, los cuerpos macroscópicos. Estos cuerpos constan de
moléculas; las moléculas, de átomos. Los cuerpos, las moléculas y los átomos
son variadísimos. Sin embargo, ello no agota la multiformidad cualitativa de la
sustancia. La estructura de los átomos es muy compleja. Se decomponen de las
llamadas partículas elementales: protones y neutrones, que forman el núcleo, y
electrones, que se mueve alrededor del núcleo a enorme velocidad. Estas, así
como otras partículas “elementales” conocidas por la ciencia (mesones,
hiperones, neutrinos, etc.) son las más diminutas conocidas actualmente. Se
llaman “elementos”, o sea, simplísimas, porque aún no se ha logrado
descomponerlas en entes materiales más pequeños. No cabe duda, sin embargo, de
que ellas lo mismo que el átomo, tienen una estructura compleja. Las partículas
“elementales” existen no sólo en los átomos y núcleos, sino también en estado
libre. Por ejemplo, las hay en gran cantidad en las relaciones cósmicas.
Durante los últimos años se han
descubierto las llamadas antipartículas (positrón, antiprotón y otras), que se
distinguen de sus partículas (electrón, protón), por tener carga eléctrica de
signo opuesto.
Cuando Lenin escribió su libro “Materialismo y empiriocriticismo” se
conocía únicamente la partícula “elemental”: el electrón. Hoy se conocen ya más
de treinta tipos de partículas “elementales”, diversas y móviles, mutables y
convertibles unas en otras. La física no sólo ha descubierto multitud de
partículas del átomo, estableciendo la diversidad de sus propiedades, sino que
ha demostrado también que, con él, son inagotables. No es posible por ejemplo,
imaginar hoy al electrón como una diminutiva esfera inmutable. Posee
propiedades de discontinuidad (limitación en el espacio) y continuidad o
propiedades tanto de partículas “elementales” como de ondas, así como masa,
carga eléctrica, momento magnético, etc. Las demás partículas “elementales”
también poseen otras tantas propiedades.
Otro tipo fundamental de materia
conocido por la ciencia contemporánea es el campo.
El campo físico es un ente material que
liga cuerpos entre sí y transmite la acción de un cuerpo a otro. Ya en el siglo
XIX se conocieron el campo de
gravitación y el campo electromagnético (la luz es una de sus
variedades). Los elementos o partículas del campo electromagnético son los
fotones. Estos se distinguen de las partículas de la sustancia, pues carecen de
masa inerte peculiar a ellas. Además, siempre se mueven con una velocidad
constante de trescientos mil kilómetros por segundo en el vacío, en tanto que la velocidad de las
partículas de sustancia puede ser de lo más diversa, pero sin rebasar la
velocidad de los fotones.
Aparte de los campos de
gravitación y electromagnético, existen el nuclear, el masónico y el
electronpositrónico. A cada uno de ellos corresponden determinadas partículas
cuyas propiedades no son idénticas a las del fotón.
Así, pues, tanto la sustancia como el campo son multiformes e inagotables por su estructura y propiedades.
Los limites entre y el campo se
destacan claramente, sólo en el mundo macroscópico, visible. En el dominio de
los microprocesos esas barreras son relativas. Algunas partículas de sustancia
(los mesones, por ejemplo) son a un tiempo partículas (quanta) del respectivo
campo. La sustancia y el campo están indisolublemente ligados, ejercen entre sí
una acción recíproca y, en determinadas condiciones, pueden transformarse una
en otra y viceversa. Dos partículas de sustancia (electrón y positrón) se
pueden transformar, en determinadas condiciones, en fotones, partículas de
campo electromagnético. La realización práctica de este experimento ha sido una
grandísima conquista de la física, que ha atestiguado una vez más la unidad
material del mundo, su mutabilidad y movilidad.
Importante aportación a la teoría
de la estructura de la materia ha sido la investigación de partículas más
grandes que las moléculas ordinarias, las denominadas combinaciones
químicas macromoleculares o macropolímeros
(caucho, albúmina, celulosa, almidón, etc.). La particularidad característica
de estas combinaciones consiste en que están formadas por múltiple reiteración
de grupos iguales de átomos unidos en cadenas u otras formaciones más
complejas.
Con el decubrimiento de los
macropolímeros la inteligencia humana ha penetrado en un ámbito de la realidad
que se encuentra en la frontera entre el micro y el macromundo. Dado que numerosas combinaciones de
macropolímeros, sobre todo la albúmina, sirven para formar la materia viva, su
conocimiento acertado supone un paso importante hacia el establecimiento de la
esencias de los fenómenos de la vida, lo que implica poder dominar y dirigir
los procesos vitales.
En resumen todas las conquistas
de la física, la química y otras ciencias modernas confirman la tesis del
materialismo dialéctico sobre la objetividad e infinitud de la materia, la
unidad y multiformidad del mundo y lo ilimitado del conocimiento humano. Hay
que hacer notar, sin embargo, que en cada ciencia, a pesar de sus inmensas
conquistas, existen dificultades y cuestiones sin resolver, que los enemigos de
saber científico aprovechan. Los clericales, por ejemplo, tras declarar que la
ciencia es incapaz de vencer esas dificultades, exhortan que se renuncia a los
métodos científicos de investigación y se recurra Dios, a la fe. Únicamente ella, “la unión del hombre con Dios”, es
capaz, según ellos, de ofrecer un cuadro real del mundo. 5
5 Según estos pensadores clericales y sus acólitos,
quisieran que el cuadro real del mundo fuera los que imponían por la fe con el
fuego, Tomás de Torquemada dominico español y su homónimo francés, Pedro Cochón.
Afortunadamente, así no fue, sino, pobre saber en el avance de la humanidad. (ARP.)
Los filósofos burgueses y algunos
físicos idealistas utilizan las dificultades con que tropieza la ciencia para
“refutar” el materialismo. Así valiéndose de que las partículas “elementales”
no se pueden ver, las declaran meras estructuras lógicas (mentales) y no
cuerpos materiales.
En realidad las partículas del
átomo son tan materiales y objetivas como el propio átomo, como las moléculas
formadas por átomos y como los cuerpos formados por moléculas. Todos ellos son
elementos de la naturaleza, del mundo material. Si el átomo y las partículas
que lo forman no existieran realmente, no funcionarían las centrales atómicas eléctricas, la primera
de las cuales ha sido construida por los soviéticos, ni surcaría los océanos el
primer rompehielos atómico del mundo, construido en la URSS.
Nuestros conocimientos sobre la estructura y propiedades de los entes
materiales concretos, trátese del electrón, del átomo de la molécula o de otros
cuerpos, son relativos. Cambian en el pasado y cambiarán en el futuro. Sin
embargo, la materia sigue siendo una realidad objetiva. El materialismo
dialéctico se distingue precisamente de todos los tipos de idealismo y del
agnosticismo en que reconoce categórica
e incondicionalmente la existencia de la materia fuera de la conciencia y de
las sensaciones del hombre.
Resulta claro, pues, que el mundo
es material por naturaleza, que todo lo existente son distintas formas y tipos
de la materia. Pero, ésta no es inerte ni inmóvil. Se encuentra en constante
movimiento, el espacio y el tiempo son las formas fundamentales de existencia
de materia. Para comprender con mayor profundidad la esencia material del mundo es necesario estudiar esas formas.
Empecemos por el movimiento.
2. EL MOVIMIENTO FORMA
DE EXISTENCIA DE LA
MATERIA
La materia sólo existe en
movimiento y se manifiesta y revela a través del él. Nos convencen de ello los
hechos cotidianos, el desarrollo de la ciencia y la práctica.
Tenemos, por ejemplo, el átomo.
Existe como cuerpo material determinado porque se mueven las partículas
“elementales” que lo forman. No podría existir fuera del movimiento de esas
partículas, y lo mismo ocurre con cualquier otro cuerpo. Bastaron que cese el
metabolismo (éste es también un tipo de movimiento) para que el organismo vivo
muera en el acto.
Merced al movimiento, los cuerpos
materiales se dan a conocer y excitan nuestros sentidos. El sol, por ejemplo,
irradia incisamente al espacio cósmico inconmensurables cantidad de partículas
en movimiento. Al llegar a la tierra,
esas partículas excitan nuestros órganos de los sentidos y nos advierten de la
existencia del sol. Si no fuera por el movimiento de las partículas, no
sospecharíamos que el sol exista, pues se encuentra a ciento cincuenta millones
de kilómetros de la tierra.
Del mismo modo existen todos los
demás cuerpos materiales; no se manifiestan más que en el movimiento. No sólo
se mueven las partículas “elementales” sino también los átomos en las moléculas
y las moléculas en los cuerpos. Se mueve toda la incontable masa de cuerpos
terrestres y cósmicos. Sufren cambios los organismos vivos y la vida social. Es
imposible encontrar una sola partícula del mundo material que no esté sometida
a movimiento y cambios.
El movimiento, es por tanto, la forma de la existencia, su
propiedad inherente. “El movimiento es el modo de la existencia de la
materia. Jamás, ni en parte alguna, ha existido ni puede existir materia
sin movimiento” 6, escribió Engels.
6 F. Engels, Anti-Duhring, ed. cit., pág. 57. (Ed.)
El movimiento es absoluto; el reposo,
relativo
El movimiento de de la materia es
absoluto y eterno, no se puede crear
ni destruir por cuanto tan poco se puede crear ni destruir la materia. La
prueba que dan las ciencias naturales de que el movimiento no se puede crear ni
destruir es la ley de la conservación
y transformación de la energía. Esta
ley expresa que el movimiento, lo mismo que la materia, no desaparece ni
resurge, sino que únicamente varía de forma, se convierte de movimiento de un
tipo en movimiento de otro tipo.
Pero sí el movimiento es eterno,
absoluto, ¿se puede acaso hablar de reposo?
Claro que se puede y se deba
hablar. En el torrente universal de
cambios materiales hay también momentos de equilibrio, de reposo. Pero no
conciernen a la materia en su totalidad, sino a determinados objetos y procesos
aislados. El carácter absoluto del movimiento presupone también necesariamente
el reposo, siendo éste una condición imprescindible del desarrollo del mundo.
En el movimiento surge el objeto, y el reposo lo consolida, por decirlo así,
fija el resultado del movimiento, y debido a ello el objeto el objeto se
conserva durante cierto tiempo tal como es, y no de otra manera.
A diferencia del movimiento, que es absoluto, el reposo es relativo.
No se lo debe entender como un estado muerto, inmovilidad. El cuerpo puede
encontrarse en reposo únicamente con relación a otro cuerpo, pero participa de
manera forzosa en el movimiento universal de la materia. Así la casa en que
vivimos está en reposo con respecto a la superficie de la tierra, pero se mueve
con nuestro planeta alrededor de su eje, se traslada con ella alrededor del
sol, etc. Además en cada cuerpo que está en reposo se producen siempre procesos físicos, químicos y de otro género.
El movimiento de la materia por
consiguiente, es eterno, absoluto, en tanto que el reposo tiene carácter temporal, relativo, no es sino un
momento del movimiento.
Ahora bien, ¿en qué aspecto y
formas existe el movimiento?
Formas del movimiento de la materia
Los materialistas anteriores a
Marx también reconocieron el carácter universal del movimiento de la materia,
pero lo comprendieron de maneta limitada, metafísica. No enlazaron el
movimiento con los cambios, con el desarrollo de los cuerpos, y en muchos casos se lo imaginaron únicamente con su
traslación mecánica en el espacio.
El materialismo dialéctico no reduce
la diversidad de formas de movimiento sólo al mecánico o de otro tipo
cualquiera, sino que lo liga con el cambio y desarrollo de los cuerpos, con el
surgimiento de lo nuevo y la desaparición de lo viejo. Entienden el movimiento
como cambio de toda índole como cambio
general, que abarca todos los procesos que operan en el universo, desde los
más simples desplazamientos mecánicos hasta un proceso tan complicado como el
pensamiento humano.
Son muchos los tipos y formas de
movimiento. Apoyándose en las conquistas de las ciencias naturales, el
materialismo dialéctico lo clasifica y destaca de su multitud varias formas fundamentales. La primera
clasificación científica de las formas de movimiento de la materia se debe a Engels.
Éste incluyó entre ellas el movimiento mecánico,
el físico. El químico, el biológico y
el social, vinculado cada uno de ellos con un tipo determinado de materia
((el mecánico, con los cuerpos celestes y terrestres; el físico, con las
molécula, etc.).
La clasificación de la formas fundamentales
del movimiento ofrecida por Engels conserva su valor científico hasta nuestros
días. No obstante, los novísimos éxitos de la ciencia han enriquecido
considerablemente los conocimientos que tenemos sobre esas formas. 7
7 Este enriquecimiento, que va en progresión aritmética creciente se
debe sobre todo, al saber. Sin la teoría y la práctica del saber del ser humano
andaríamos todavía de rama en rama como los simios. (ARP)
En el siglo XIX se entendía por movimiento mecánico, principalmente la
traslación de los cuerpos macroscópicos en el espacio. Actualmente se ha
establecido que la traslación en el espacio es inherente a todos los entes
materiales, desde las partículas “elementales” hasta los organismos vivos. No
se debe ligar el movimiento mecánico sólo con un tipo de materia, con los
cuerpos macroscópicos, o sea, visibles.
Este movimiento es inherente a cualquier tipo de materia, cualquiera otra forma de movimiento, a pesar
de que en ciertas formas no mecánicas presenta un carácter subordinado,
accesorio.
Las nociones de la forma física del movimiento de la
materia se ha profundizado y enriquecido mucho, sobre todo porque lo física ha
estudiado muy profundamente el átomo. Se han descubierto así, y se están
estudiando, tipos de movimiento físicos anteriormente desconocidos, como el
intraatómico y el intranuclear. Engels vinculaba principalmente la forma física
del movimiento con los procesos moleculares. A la luz de los datos
contemporáneos esta forma abarca muchísimos fenómenos: términos eléctricos,
magnéticos, intraatómicos e intranucleares, numerosos proceso de los cuerpos
sólidos, líquidos y gaseosos ligados al movimiento de las partículas
“elementales”, etc.
Las formas químicas del movimiento de la materia es la ley de la unión y desunión de los átomos, a causa de los cual de forma
o desintegran las moléculas que constituyen todas las combinaciones químicas.
Los procesos químicos van acompañados del movimiento de los electrones, que
forman la capa exterior de los átomos. Las transformaciones químicas están muy
extendidas tanto en la naturaleza inorgánica como en la orgánica.
Una de las formas más completas
del movimiento de la materia es el
biológico. Comprende toda la variedad de procesos que transcurren en los
organismos vivos. Estos procesos están ligados en los cuerpos albuminosos,
portadores de la vida, cuya propiedad es inherente es el metabolismo. Debido al
metabolismo, se produce una renovación constante de la composición química de
la albúmina, lo que constituye precisamente la particularidad principal de lo
vivo.
Forma aún más elevada del
movimiento de la materia es la vida
social, la historia de la sociedad
humana. Esta forma se distingue esencial y cualitativamente de todas las
precedente. Apareció con el surgimiento de la sociedad. Su particularidad más
importante es el proceso de producción
material, que determina todos los otros aspectos de la vida social.
Las formas del movimiento de la
materia guardan una conexión recíproca e
inseparable. La base de su unidad y concatenación es la unidad material del
mundo. En condiciones adecuadas, una forma de movimiento se puede transformar
en otra. Así, el movimiento mecánico produce calor, sonido, luz, electricidad y
otro tipo de movimiento físico. La interacción de procesos físicos da lugar a
transformaciones químicas; y los procesos químicos originan en determinadas condiciones la vida
orgánica.
Asimismo, formas inferiores del
movimiento de la materia son forzosamente inherentes a la forma superior. Por
ejemplo, el movimiento biológico está ligado con determinados procesos
mecánicos, físicos y químicos. Sin embargo, no se deben reducir las formas
superiores a las inferiores. La forma superior posee sus leyes particulares que
la distinguen de las inferiores y determinan su originalidad cualitativa. Así,
las leyes que rigen el metabolismo distinguen la vida orgánica de la naturaleza
inanimada. En lo que respecta a los procesos mecánicos, físicos y químicos
inherentes a los organismos, no tienen en este caso carácter independiente y están
subordinados al proceso principal del organismo: al metabolismo.
Así, pues, lo principal en la
concepción materialista dialéctica del movimiento es reconocer el carácter
absoluto y universal del movimiento, teniendo forzosamente en cuenta la singularidad
cualitativa de cada una de sus formas, la facultad de estas formas para
convertirse unas en otras y la imposibilidad de reducir las formas superiores a
formas inferiores.
Los que separan la materia del
movimiento
Ya hemos hablado anteriormente de
que no puede haber estado muerte inmóvil, de la materia, y que ésta y el
movimiento son inseparables. Más aun. Hay quien trata de imaginar la materia
sin movimiento, de separar la una de lo otro.
Tales son; por ejemplo, los que
sustentan la teoría de la muerte térmica del universo, quienes, tergiversando
los datos de la ciencia hablan del “fin”
futuro del mundo, de la “desaparición” de todos lo existente.
Parten del hecho, establecido hace ya mucho por la ciencia, de que todos los
tipos de energía se transforman fácilmente en calor, en tanto que el proceso
inverso presenta determinadas dificultades y requiere gastos suplementarios de
energía. Es sabido asimismo que todo cuerpo calentado y puesto en un medio de
menor temperatura, se enfría, traspasándole su calor. Los adeptos a la teoría
de la muerte térmica del universo hacen extensivos esos principios físicos a
todo el universo y sacan la conclusión de que todos los astros incandescentes
transmitirán con el tiempo su calor al frío espacio cósmico, y de este modo el
universo llegará a u estado de “equilibrio
térmico”, de “muerte térmica”,
será una monstruosa acumulación de
cuerpos congelados. Todas las formas del movimiento de la materia se
convertirán en la forma térmica, que será incapaz de transformaciones sucesiva.
La materia perderá la facultad de moverse.
A pesar de que esta teoría ya fue
rechazada y criticada por Engels 8, los idealistas y clericales la siguen defendiendo en nuestros días,
tratando de utilizarla como “prueba”
del mito religioso del “fin” del
mundo.
8 F. Engels, Dialéctica de la naturaleza. Ed. Problemas,
Bs.As., 1947, págs. 18 y sgs. (Ed.)
La teoría de la muerte térmica
del universo es totalmente falsa desde el punto de vista científico. No tiene
en cuenta la ley de la conservación y
transformación de la energía, que afirma no sólo la indestructibilidad
cuantitativa del movimiento, sino también la cualitativa. El movimiento no puede existir en una sola
forma. Con menor motivo aún puede haber un estado inmóvil, o sea, un estado en
que el movimiento cesa de transformarse, de pasar de una forma a otra. La
conversión de las formas del movimiento es tan natural y está tan sujeta a
leyes como la conservación cuantitativas del movimiento en esas conversiones.
Las novísimas conquistas de la
astronomía nos enseña que en el universo la rotación infinita de la materia no
cesa un instante. En algunos ámbitos del espacio cósmico, la materia y la
energía se disipan, en otro vuelve a encontrarse dando origen a nuevo cuerpos
celestes. El académico soviético Ambartsumián 9 ha establecido que
en nuestros días también se forman nuevas estrellas, y no una a una, sino por
grupos enteros (asociaciones). Esto demuestra que no puede haber estado inmóvil
de la materia.
9 Viktor Ambartsumián astrofísico soviético.
Fue el fundador de la escuela de astrofísica teórica en la Unión Soviética. Nació el 18 de
setiembre de 1908, y falleció del 12 de agosto de 1996. (ARP)
En ese caso ¿no existirá tal vez
el movimiento por sí solo, sin portador material alguno?
Esto es lo que piensan los
representantes del llamado energetismo,
tendencia de la filosofía y las ciencias naturales que surgió a finales del
siglo XIX y comienzos del siglo XX. Reducen la materia a movimiento, a energía,
y eso no es otra cosa que renunciar al reconocimiento de la materia, o sea,
idealismo puro.
Los modernos defensores del
“energetismo” muestran particular empeño en proteger el idealismo. Falsifican
las novísimas conquistas de la ciencia y hablan del “aniquilación” de la
materia, de la transformación de ésta en energía pura. Con este fin interpretan
de manera idealista, por ejemplo, la transformación del par de partículas
“elementales” (electrón y positrón) en fotones, partículas del campo magnético
(luz). Consideran a la luz como energía “pura”, sin materia, y a la sustancia
como el único tipo de materia, y de allí infieren la errónea deducción de que
en este caso la materia desaparece, se convierte en energía. Pero nosotros
sabemos ya que el fotón es una partícula del campo, materia de singular índole.
La conversión del electrón y el positrón es una transformación de la materia en
energía, sino la conversión de un tipo de materia, la sustancia, en otro tipo de materia, el campo.
Los adelantos de la física
moderna y sobre todo la ley de la interdependencia
de la masa y la energía, descubierta a principios de siglo XX por el
eminente físico Alberto Einstein
(1878-1955), demuestra la completa del “energetismo”. Según esa ley, la masa de
un cuerpo depende siempre de la cantidad de energía respectiva. Es difícil
establecer esas con velocidades relativamente pequeñas, pero si el cuerpo con
una velocidad próxima a la de luz, que es la que poseen las partículas
“elementales” en las transformaciones nucleares, el incremento de su masa es
notable. La variabilidad de la masa en
relación con la velocidad el movimiento se confirma experimentalmente. Pero la masa es la medida de la materia; y la
energía, la del movimiento.
De lo expuesto se infiere que no
hay ni puede haber materia sin movimiento no movimiento “puro”, desligado de la
materia. La materia y el movimiento son inseparables.
3. EL ESPACIO Y EL TIEMPO
Concepto filosófico de espacio y tiempo
Si observamos atentamente los
objetos que nos rodean, vemos que cada uno de ellos no sólo está en movimiento,
sino que posee extensión, dimensiones. Algunos son mayores, otros menores, pero
todos tienen longitud, anchura y altura, ocupan determinado lugar, tienen
volumen. Sin embargo los objetos de la naturaleza no sólo poseen extensión,
sino que están situados de cierto modo. Unos están más cerca o más lejos, más
altos o más bajos y más a la derecha o a la izquierda que otros con relación a
nosotros.
La propiedad universal de los
cuerpos materiales de poseer extensión, ocupar un lugar determinado y estar
situados de cierta manera entre objetos del mundo, constituye el concepto
filosófico de espacio.
Los objetos no sólo existen en el
espacio, sino que siguen unos a otros, se suceden en determinado orden.
Cualquier objeto tiene duración, comienzo y fin. En el desarrollo de cada uno
se distinguen determinadas fases y estados. Mientras algunos comienzan a
surgir, otros llevan ya cierto tiempo de existencia y otros caducan.
La propiedad universal de los
procesos materiales de transcurrir uno tras otro con determinada continuidad,
tener duración y desarrollarse por etapas y fases constituye el concepto
filosófico del tiempo.
El espacio y el tiempo son las formas universales de de existencia de la
materia. Lenin
Escribió “En el universo no hay más que materia en movimiento, y la materia en
movimiento no puede moverse de otro modo que en el espacio y el tiempo” 10.
10
V.I. Lenin
“Materialismo y empiriocriticismo”, en Obras Completas, t. XIV, ed. cit., pág.
174 /Ed.)
La propiedad más importante del
espacio y del tiempo es su objetividad,
o sea que son independientes de la conciencia del hombre, cosa completamente
natural, pues siendo las formas fundamentales de la materia realmente
existente, no pueden menos de ser objetivas.
El idealismo niega la objetividad
del espacio y del tiempo. Los idealistas subjetivos consideran que estas
categorías son producto de la conciencia del hombre 11. Desde el
punto de vista de los idealistas subjetivos, el espacio y el tiempo han sido
originados por la idea absoluta, por el espíritu universal.
11 Partiendo de la base que el tiempo y el espacio han
estado siempre y antes de la aparición del hombre, se presupone que tanto el tiempo como
el espacio no son producto de la
conciencia del hombre. (ARP)
En su obra Materialismo y empiriocriticismo Lenin mostró de manera convincente
la inconsistencia de esas opiniones. Si se cree a los idealistas de que el
espacio y el tiempo son únicamente productos de la razón humana -decía-, ¿cómo interpretar el hecho
indiscutible y demostrado por la ciencia de que la tierra existía en el tiempo
y en el espacio aún antes de que apareciera el hombre? La tierra existe desde
hace miles de años, y el hombre moderno sólo varias decenas de miles. Resulta
claro que no se puede hablar de “creación” del espacio y el tiempo por el
hombre, lo mismo que de la mística idea absoluta o espíritu universal,
inventado por los idealistas.
Al afirmar la objetividad del
espacio y el tiempo, el materialismo dialéctico descubre asimismo otras
propiedades más generales de estos fenómenos, partiendo de que propiedades
están determinadas por la naturaleza de la propia materia. Así, la eternidad y la infinitud del espacio, lo que significa que no han tenido
principio ni tendrán fin. La ciencia moderna penetra en la lejanía cósmica y
abarca enorme períodos de tiempo. Los astrónomos, por ejemplo, estudian con
potentes radiotelescopios los cuerpos materiales alejados de la tierra a miles
de millones de años luz. Si se tiene en cuenta que la luz se propaga a la
velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, la distancia de mil millones de
años luz se expresará con la cifra de 9,5 más veintiún ceros; o sea, nueve mil
quinientos trillones de kilómetros. Sin embargo, por grandes que sean esas
distancias, son insignificantes comparadas
con la magnitud del universo infinito. De la misma manera resultan
insignificantes, con respecto a la eternidad del universo, los inmensos
períodos de tiempo, expresados en miles de millones de años, con que opera la
geología moderna.
La particularidad específica del
espacio como forma de existencia de la materia es su carácter tridimensional. Esto significa que
cualquier cuerpo material tiene tres dimensiones: longitud, ancho y altura.
Puede moverse, por lo tanto, en tres direcciones recíprocamente perpendiculares.
A diferencia del espacio, el
tiempo tiene una sola dimensión. Por
eso todos los cuerpos de desarrollan en el tiempo nada más que una dirección: del pasado al futuro. El tiempo es irreversible, transcurre únicamente
hacia delante. Es imposible hacer que su curso retroceda, que retorne. Los
políticos reaccionarios de Occidente, tratan de volver atrás la rueda de la
historia y recuperar el tiempo, concluido para siempre, del dominio absoluto
del capitalismo, no quieren resignarse a este hecho natural.
No obstante, el proceso histórico
es irreversible, y el mundo del siglo XX ya no es el del siglo XIX. Son otros
tiempos y es otra la correlación de fuerzas en la arena internacional. En la
sociedad moderna existe el poderoso campo socialista, que salvaguarda la
justicia y la paz y no permitirá a los imperialistas que violen impunemente los
derechos soberanos de los pueblos 12.
12 Los cambios habidos en el mundo desde finales del siglo
XX y principios del siglo XXI, los procesos históricos han sido vertiginosos y
si bien en el campo del socialismo real, se ha estancado, los procesos
históricos seguirán irreversibles en el devenir del tiempo. Ahora mismo se ha
dado un paso atrás; pero mañana se darán dos pasos delante. (ARP.)
Nociones de espacio y tiempo en las
ciencias sociales
Las nociones de las ciencias
naturales tienen de las propiedades del
tiempo y el espacio de los objetos materiales concretos se debe distinguir de
los conceptos filosóficos de espacio y tiempo como formas universales de existencia
de la materia.
Con el progreso de la ciencia.
Esas nociones se desarrollan y precisa, descubriéndose nuevas propiedades del
espació y el tiempo y estableciéndose de manera más determinada la dependencia
que estas propiedades guardan de la naturaleza material de los cuerpos.
Así, al reconocer la objetividad
del espacio y tiempo la mecánica clásica los separaba de la materia,
considerándolos absolutamente homogéneos e inmutables. Isaac Newton (1642-1727), por ejemplo, fundador de la mecánica, se
imaginaba el espacio como un inmenso recipiente en que las cosas estaban
colocadas con determinado orden “por estanterías”, pero sin guardar ninguna
relación con él.
Newton consideraba que las
propiedades de espacio de todos los cuerpos del universo eran idénticas y
quedaban totalmente agotadas con la geometría de Euclides 13, la misma que todos hemos estudiado en la
escuela, a la que consideraba como la única posible y absoluta.
13 Euclides
(325 -265 a.d.n.e.), fue un matemático y geómetra griego. Se le conoce
como "El Padre de la
Geometría. (ARP).
En cuanto al tiempo, tenía d él
la misma concepción metafísica.
El matemático ruso Lobachevski (1792-1856) ideó una
geometría nueva, denominada no euclidiana,
que refutó las ideas metafísicas del espacio y amplió nuestras nociones sobre
las propiedades espaciales de los cuerpos. Lobachwski llegó a la conclusión de
que las propiedades del espacio en diversos ámbitos de universo eran distintas
y dependían de la propia naturaleza de los cuerpos físicos y de los procesos
materiales que se operaban en ellos. Persuadido de que en la naturaleza existen
cuerpos cuyas propiedades del espacio o encajan en el marco de la geometría de
Euclides, halló esas nuevas propiedades, demostrando, entre otras cosas, que la
suma de los ángulos de un triángulo no es igual a 180º, como en la geometría euclidiana,
sino menor.
La teoría moderna de las ciencias
naturales sobre espacio y tiempo es la teoría
de la relatividad, debida a Einstein, que descubrió el nexo orgánico
existente entre el espacio y el tiempo, y entre ellos y la materia en movimiento.
La denominada teoría especial de la relatividad
establece la dependencia de las propiedades de espacio y tiempo de los cuerpos
guardan con la velocidad de su movimiento. Es imposible advertir esa
dependencia a velocidades relativamente pequeñas, puesto que el cambio de esas
propiedades sólo se puede registrar a velocidades próximas a la luz.
La teoría de la relatividad
afirma que a tales velocidades la longitud de un cuerpo en movimiento con
respecto a la de otro en reposo, disminuye a medida que la velocidad aumenta.
Con la particularidad de que el tiempo tampoco permanece inmutable: a medida que la velocidad aumenta, el
transcurso del tiempo es más lento. Estas deducciones se confirman
experimentalmente. Por ejemplo, un mesón (partícula “elemental” que surge de la
desintegración del núcleo atómico)
existe muy poco tiempo, pero si la velocidad de su movimiento se acelera, se
prolonga el tiempo de su “vida”.
Según la teoría de la relatividad,
el espacio y el tiempo no cambian cada uno por su lado, sino indisolublemente
ligados entre sí. Esta vinculación es tan estrecha, que forman un todo
inseparable, de tal modo que el tiempo adquiere la función de cuarta medida,
además de las tres del espacio. La teoría de la relatividad brinda también una
expresión rigurosamente matemática del nexo orgánico existente entre el espacio
y el tiempo.
La teoría general de la relatividad ha demostrado que las propiedades
del espacio y tiempo dependen asimismo de la masa de la materia. El espacio
cambia o, como se dice en física, se
deforma cerca de los cuerpos que poseen masa colosal y gran fuerza de
atracción. Paralelamente cambia también el tiempo: transcurre con más lentitud.
A primera vista estas deducciones
parecen contradecir nuestras concepciones corrientes de las propiedades del
tiempo y el espacio, pero son verídicas, y los experimentos las confirman. Lo
insólito de su carácter confirma que, en lo que respecta al conocimiento, no
puede uno limitarse a las nociones acostumbradas, sino que se debe ir más
lejos, calar más hondo, poner de manifiesto cuán complejo y multiforme es el
mundo material.
Como se ve, las nociones que las
ciencias naturales tienen sobre las propiedades del tiempo y espacio son
variables. No obstante, esta variabilidad no menoscaba en modo alguno la
afirmación del materialismo dialéctico de que existen objetivamente. Por el
contrario, cada nuevo éxito de la ciencia confirma la objetividad del tiempo y
el espacio y su vinculación indestructible con la materia y el movimiento.
Vigo, 28 de enero de 2016
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