INTRODUCCION *
Lenin escribió “El
Imperialismo…” en Zurich entre enero y julio de 1916, es decir hace 96 años,
aunque se publicó por primera vez en Petrogrado recién en abril de 1917. El trabajo
de Lenin sigue siendo un instrumento indispensable para el análisis de la
sociedad capitalista contemporánea.
Aunque muchos se obstinan en llamar “mundialización neoliberal” al sistema socioeconómico actualmente dominante, como si se tratara de una enfermedad pasajera y curable del capitalismo, dicha “mundialización neoliberal” no es otra cosa que el sistema capitalista real, es decir el resultado de la evolución del capitalismo hasta su etapa actual, imperialista y guerrerista.
La actual guerra de agresión emprendida por Israel contra Palestina y El Líbano con el apoyo político y logístico (bombas de enorme poder destructivo) que le proporciona Estados Unidos, no es una “reacción desproporcionada de Israel”: es la quinta guerra imperialista (si no contamos la invasión a Panamá en 1989) en sólo 15 años: guerra del Golfo, guerra contra Yugoslavia, guerra de Afganistán y guerra contra Irak. Esta agresión ha sido cuidadosamente planificada con el mentor estadounidense, su objetivo es el control de toda la región y tiene en la línea de mira Siria e Irán.
El capitalismo en su etapa imperialista necesita guerras a repetición con fines geoeconómicos y geopolíticos expansionistas y para dar salida a sus crisis periódicas, que tienden a hacerse permanentes, mediante la producción de armamentos y la reconstrucción de cada posguerra. Es la “destrucción creativa” de que hablaba Schumpeter. El sistema actual no es simplemente una etapa indiferenciada de un “sistema-mundo moderno” que existiría desde hace 500 años (Wallerstein). Es la expresión contemporánea, cualitativamente diferente, del capitalismo. Es una falacia la idea de Wallerstein (La Jornada, México 01/06/2003) de que Bush es un accidente “militarista macho” y que el gran capital (por lo menos aquel representado por gente como Bill Gates y Soros) quiere un sistema capitalista estable que Bush no les brinda, que puede ejercer su hegemonía con eficiencia económica y ser capaz de crear un orden mundial que garantice un “sistema-mundo” que funcione con fluidez, así sea para permitir una desproporcionada tajada de acumulación de capital.
No hay un capitalismo enfermo de la mundialización neoliberal y de guerrerismo y otro capitalismo “posible” o utópico, estable y eficiente que pueda funcionar con fluidez, libre de las crisis, del militarismo y la guerra y de brotes neofascistas.
Escribía Lenin en 1916: “El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países “avanzados”. Este “botín” se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón) que, por el reparto de su botín arrastran a su guerra a todo el mundo” (El imperialismo…Prólogo a las ediciones francesa y alemana de julio de 1920, párrafo II).
La actual guerra de agresión emprendida por Israel contra Palestina y El Líbano con el apoyo político y logístico (bombas de enorme poder destructivo) que le proporciona Estados Unidos, no es una “reacción desproporcionada de Israel”: es la quinta guerra imperialista (si no contamos la invasión a Panamá en 1989) en sólo 15 años: guerra del Golfo, guerra contra Yugoslavia, guerra de Afganistán y guerra contra Irak. Esta agresión ha sido cuidadosamente planificada con el mentor estadounidense, su objetivo es el control de toda la región y tiene en la línea de mira Siria e Irán.
El capitalismo en su etapa imperialista necesita guerras a repetición con fines geoeconómicos y geopolíticos expansionistas y para dar salida a sus crisis periódicas, que tienden a hacerse permanentes, mediante la producción de armamentos y la reconstrucción de cada posguerra. Es la “destrucción creativa” de que hablaba Schumpeter. El sistema actual no es simplemente una etapa indiferenciada de un “sistema-mundo moderno” que existiría desde hace 500 años (Wallerstein). Es la expresión contemporánea, cualitativamente diferente, del capitalismo. Es una falacia la idea de Wallerstein (La Jornada, México 01/06/2003) de que Bush es un accidente “militarista macho” y que el gran capital (por lo menos aquel representado por gente como Bill Gates y Soros) quiere un sistema capitalista estable que Bush no les brinda, que puede ejercer su hegemonía con eficiencia económica y ser capaz de crear un orden mundial que garantice un “sistema-mundo” que funcione con fluidez, así sea para permitir una desproporcionada tajada de acumulación de capital.
No hay un capitalismo enfermo de la mundialización neoliberal y de guerrerismo y otro capitalismo “posible” o utópico, estable y eficiente que pueda funcionar con fluidez, libre de las crisis, del militarismo y la guerra y de brotes neofascistas.
Escribía Lenin en 1916: “El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países “avanzados”. Este “botín” se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón) que, por el reparto de su botín arrastran a su guerra a todo el mundo” (El imperialismo…Prólogo a las ediciones francesa y alemana de julio de 1920, párrafo II).
En la frase plena de ambigüedad “otro mundo es posible” que se ha hecho tan popular, está latente la idea de que “otro capitalismo es posible”, si se contienen los “excesos” del “neoliberalismo” y se introducen algunas reformas para logra Lenin ya respondió en 1916 a este pseudo reformismo inofensivo en el libro que comentamos, cuando escribió en el Capítulo IX (La crítica del imperialismo): “Las cuestiones esenciales en la crítica del imperialismo son las de saber si es posible modificar con reformas las bases del imperialismo, la de saber si hay que seguir adelante desarrollando la exacerbación y el ahondamiento de las contradicciones engendradas por el mismo o hay que retroceder, atenuando dichas contradicciones. Como las particularidades políticas del imperialismo son la reacción en toda la línea y la intensificación del yugo nacional como consecuencia del yugo de la oligarquía financiera y la supresión de la libre concurrencia a principios del siglo XX, en casi todos los países imperialistas aparece una oposición democrática pequeñoburguesa al imperialismo…En los Estados Unidos, la guerra imperialista de 1898 contra España provocó una oposición de los “antiimperialistas”, los últimos mohicanos de la democracia burguesa, los cuales calificaban de “criminal” dicha guerra y consideraban como una violación de la Constitución la anexión de tierras ajenas…Pero mientras toda esa crítica tenía miedo de reconocer el lazo indisoluble existente entre el imperialismo y los fundamentos del capitalismo, mientras temía unirse a las fuerzas engendradas por el gran capital y su desarrollo, no pasaba de ser una “aspiración inofensiva”.
Como resultado de la concentración y acumulación del capital se formaron los grandes oligopolios y monopolios cuya base financiera se consolidó desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX con la fusión del capital industrial y el capital bancario.
Lenin escribió en “El Imperialismo…”: “Traducido al lenguaje común esto significa: el desarrollo del capital ha llegado a un punto tal que, aunque la producción de mercancías siga “reinando” como antes y siga siendo considerada como la base de toda la economía, en realidad se halla ya quebrantada, y las ganancias principales están destinadas a los “genios” de las combinaciones financieras” (Capítulo I, La concentración de la producción y los monopolios). Y más adelante comienza citando a Marx: “Los bancos crean en escala social la forma, y nada más que la forma, de la contabilidad general y de la distribución general de los medios de producción”, escribía Marx hace medio siglo en El Capital. Los datos que hemos reproducido referentes al incremento del capital bancario, al aumento del número de oficinas de cambio y sucursales de los bancos más importantes, de sus cuentas corrientes, etc., nos muestran concretamente esa “contabilidad general” de toda la clase de los capitalistas y aún no sólo de los capitalistas, pues los bancos recogen, aunque no sea más que temporalmente, toda clase de ingresos monetarios de los pequeños propietarios, de los funcionarios, de la reducida capa superior de los obreros, etc.”. (Capítulo II, Los bancos y su nuevo papel).
En el Capítulo III (El Capital financiero y la oligarquía financiera) Lenin agregaba: “El capital financiero, concentrado en pocas manos y que goza del monopolio efectivo, obtiene un beneficio enorme, que se acrece sin cesar, de la constitución de sociedades, de la emisión de valores, de los empréstitos del Estado, etc.”. Esta descripción que hizo Lenin en 1916 tiene ahora plena vigencia.
En efecto, a partir del decenio de 1970 se produjo un cambio profundo en la economía mundial, momento que marca el fin del Estado de bienestar (y también el fin de las ilusiones reformistas que engendró dicho “Estado de bienestar”). El Estado de bienestar estuvo caracterizado por la producción en masa y el consumo de masas, impulsado este último por el aumento tendencial del salario real, de la seguridad social y de otros beneficios sociales. Es lo que los economistas llaman el modelo “fordista”, de inspiración keynesiana, caracterizado por las cadenas “tayloristas” de producción (una especie de stajanovismo capitalista) iniciado en Estados Unidos, que se extendió a Europa sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial y se aplicó con limitaciones y suerte variada en algunos países de la periferia.
El agotamiento del modelo del Estado de bienestar obedeció a varios factores entre los que cabe destacar los siguientes: la expansión económica iniciada con la reconstrucción de la posguerra encontró sus límites, el consumo de masas tendió a estancarse o a disminuir lo mismo que los beneficios del capital al tiempo que entraban en escena las innovaciones tecnológicas (robotización, microelectrónica, etc.). Se hizo necesario entonces incorporar la nueva tecnología a la industria para dar un nuevo impulso a la economía y eso requirió grandes inversiones de capital. Se inició así la época de la austeridad y de los sacrificios (congelación de los salarios y aumento de la desocupación) que acompañaron a la reconversión industrial. La revolución tecnológica en los países más desarrollados impulsó el crecimiento del sector servicios y se produjo el desplazamiento de una parte de la industria tradicional a los países periféricos, donde los salarios eran –y son- mucho más bajos.
Se acentuó entonces el pasaje de un sistema de economías nacionales a una economía dominada por tres centros mundiales: Estados Unidos, Europa y Japón y un grupo constituido por los 'cuatro tigres de Asia': Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur. Las 'ventajas comparativas' de los Estados pasaron a ser 'ventajas comparativas' de las sociedades transnacionales con diversa implantación territorial.
Con la incorporación de las nuevas tecnologías la productividad aumentó
enormemente, es decir que con el mismo trabajo humano la producción pasó a ser
mucho mayor.
Se abrieron entonces dos posibilidades: O se incitaba al consumo de masa de los bienes tradicionales y de los nuevos bienes a escala planetaria con una política salarial expansiva, una política social al estilo del Estado de bienestar, se reducía la jornada de trabajo en función del aumento de la productividad para tender a una situación de pleno empleo y se reconocían precios internacionales equitativos a las materias primas y productos de los países pobres, o se tendía a mantener y a aumentar los márgenes de beneficio conservando bajos los salarios, el nivel de ocupación y los precios de los productos de los países del Tercer Mundo.
La primera opción hubiera sido factible en un sistema de economías nacionales, en las que la producción y el consumo se realiza fundamentalmente dentro del territorio y es posible coyunturalmente un pacto social de hecho entre los capitalistas y los asalariados en tanto consumidores. Pero en el nuevo sistema mundializado, la producción se destina a un mercado mundial de 'clientes solventes' y a los capitalistas ya no les interesa el poder adquisitivo de la población del lugar de producción.
Decimos coyunturalmente, porque, como explica Lenin, no puede haber un pacto social permanente entre los capitalistas y los trabajadores, porque “entonces el capitalismo dejaría de ser capitalismo, pues el desarrollo desigual y el nivel de vida de las masas semihambrientas son las condiciones y las premisas básicas, inevitables de este modo de producción. Mientras el capitalismo es capitalismo, el exceso de capital no se consagra a la elevación del nivel de vida de las masas en cada país, ya que esto significaría la disminución de las ganancias de los capitalistas, sino al acrecentamiento de estos beneficios mediante la exportación de capital al extranjero, a los países atrasados” (El Imperialismo…, Capítulo IV, La exportación de capital).
En efecto, en las condiciones de la mundialización acelerada, los
detentores del poder económico y político a escala mundial con su visión de
'economía-mundo' y de 'mercado global' apostaron a la segunda alternativa para
elevar su tasa de beneficios (bajos salarios, bajos niveles de ocupación,
liquidación de la seguridad social, precios bajos para las materias primas,
etc.).
Esta opción tuvo como consecuencia acentuar las desigualdades sociales
en el interior de cada país y en el plano internacional, con lo que se creó una
neta diferenciación en la oferta y la demanda de bienes y servicios. La
producción y oferta de bienes se orientó no a la gente en general sino a los
llamados “clientes solventes”. Fue así como la oferta de bienes de lujo aumentó
enormemente y la oferta de nuevos productos como ordenadores y teléfonos
portátiles encontró una gran masa de clientes en los países ricos y muchos
clientes en la primera periferia no demasiado pobre. Como contrapartida, los
bienes esenciales para la supervivencia (alimentos, salud, medicamentos)
quedaron prácticamente fuera del alcance del sector más pobre de la población
mundial. La idea de servicio público y de un derecho irrevocable a los bienes
esenciales para vivir con un mínimo de dignidad, fue reemplazada por la afirm para
decirlo en lenguaje informático, por esta red mundial de tratados bilaterales,
regionales e internacionales circula libremente el virus del imperialismo que,
cuando penetra en un país, destruye las economías nacionales y las conquistas
sociales, así sean mínimas.
Todo esto comporta, como dice Lander, «el establecimiento de la plena prioridad de los derechos del capital, o derecho mercantil, sobre los derechos democráticos o derechos de la gente, movimiento que se expresa en varias tendencias que se han venido dando en el sistema internacional durante las últimas décadas. Entre éstas, ha sido particularmente significativo el progresivo desplazamiento de las Naciones Unidas y de sus organizaciones asociadas por las instituciones de Bretton Woods (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional), como centros del sistema institucional multilateral…
…Como resultado de la hegemonía del neoliberalismo que acompaña el nuevo orden unipolar, cada uno de los principales asuntos de la vida colectiva pasa a ser pensado y decidido desde una óptica cada vez más estrechamente mercantil. Se consolidan -como régimen jurídico de obligatorio cumplimiento- las políticas de liberalización y privatización que se habían impuesto a prácticamente todos los países del Sur. Esto es, mediante acuerdos internacionales, se busca hacer que estas políticas no puedan ser revertidas.
A 90 años de haberlo escrito, el trabajo de Lenin analizando el imperialismo conserva plena actualidad, con los obvios ajustes que requieren los cambios políticos, sociales, económicos y tecnológicos ocurridos desde entonces.
Pero sobre todo, hay que rescatar y utilizar su método de análisis, el mismo que empleó Marx para radiografiar el capitalismo, consistente en un examen riguroso y profundo de los hechos, partiendo del estado real de desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción en un momento y un lugar dados, de las fuerzas económico-sociales en presencia, de las relaciones entre ellas en función de sus respectivos intereses y de su respectivo peso económico-social y de las tendencias realmente dominantes.
Lo que implica abandonar la tendencia a confundir situaciones coyunturales con fenómenos estructurales y dejar la costumbre de creer que la realidad consiste en los mitos, los símbolos y los discursos y no en los hechos. Es decir acostumbrarse a ver al mundo sobre sus pies como hizo Marx y no cabeza abajo, como pretendía Hegel. Acción de que todo debe estar sometido a las leyes del mercado.
* Plinio de Arruda Sampaio Júnior.
PROLOGO
El folleto que ofrezco a la atención del lector fue escrito en Zurich
durante la primavera de 1916. En las condiciones en que me veía obligado a trabajar
tuve que tropezar, naturalmente, con una cierta insuficiencia de materiales
franceses e ingleses y con una gran carestía de materiales rusos. Sin embargo,
la obra inglesa más importante sobre el imperialismo, el libro de J. A. Hobson,
ha sido utilizada con la atención que, a mi juicio, merece.
El folleto está escrito teniendo en cuenta la censura zarista. Por esto, no
sólo me vi precisado a limitarme estrictamente a un análisis exclusivamente
teórico — sobre todo económico —, sino también a formular las indispensables y
poco numerosas observaciones de carácter político con una extraordinaria
prudencia, por medio de alusiones, del lenguaje a lo Esopo, maldito lenguaje al
cual el zarismo obligaba a recurrir a todos los revolucionarios cuando tomaban la
pluma para escribir algo con destino a la literatura "legal".
Produce pena releer ahora, en los días de libertad, los pasajes del folleto
desnaturalizados, comprimidos, contenidos en un anillo de hierro por la
preocupación de la censura zarista. Para decir que el imperialismo es el
preludio de la revolución socialista, que el socialchauvinismo (socialismo de
palabra, chauvinismo de hecho) es una traición completa al socialismo, el paso
completo al lado de la burguesía, que esa escisión del movimiento obrero está
relacionada con las condiciones objetivas del imperialismo, etc., me vi
obligado a hablar en un lenguaje servil, y por esto no tengo más remedio que
remitir a los lectores que se interesen por el problema a la colección de mis
artículos de 1914-1917, publicados en el extranjero, que serán reeditados en
breve. Vale la pena, particularmente, señalar un pasaje [1] : para hacer comprender al lector, en
forma adaptada a la censura, el modo indecoroso de cómo mienten los
capitalistas y los socialchauvinistas que se han pasado al lado de aquéllos (y
contra los cuales lucha con tanta inconsecuencia Kautsky), en lo que se refiere
a la cuestión de las anexiones, el descaro con que encubren las
anexiones de sus capitalistas, me vi precisado a tomar el ejemplo. . .
¡del Japón! El lector atento sustituirá fácilmente el Japón por Rusia, y Corea,
por Finlandia, Polonia, Curlandia, Ucrania, Jiva, Bujará, Estlandia y otros
territorios del imperio zarista no poblados por grandes rusos.
Quiero abrigar la esperanza de que mi folleto ayudará a orientar en la
cuestión económica fundamental, sin cuyo estudio es imposible comprender nada
en la apreciación de la guerra y de la política actual, a saber: la cuestión de
la esencia económica del imperialismo.
1] "Supongamos que un japonés condena la anexión de Filipinas por los norteamericanos. Cabe la pregunta: ¿serán muchos los que crean que esto se hace por hostilidad a las anexiones en general y no por el deseo del Japón de anexionarse él mismo las Filipinas? ¿Y no será preciso reconocer que la "lucha" del japonés contra las anexiones puede ser considerada como sincera y políticamente honrada sólo en el caso de que se levante contra la anexión de Corea por el Japón, de que exija la libertad de Corea de separarse del Japón?" (Ir al sitio exacto de este pasaje en el documento)
[2] "El imperialismo, fase superior del capitalismo " fue escrito en la primera mitad de 1916. El estudio de publicaciones de distintos países acerca del imperialismo lo inició Lenin en Berna, en 1916; el libro empezó a escribirlo en enero de 1916. A fines de este mes, Lenin se trasladó a Zurich y siguió trabajando en el libro, en la biblioteca cantonal de esa ciudad. Los extractos, apuntes, observaciones y cuadros que Lenin hizo de centenares de libros, revistas, periódicos y resúmenes estadísticos extranjeros componen más de 40 pliegos de imprenta. Estos materiales fueron publicados en edición aparte en 1939 bajo el título de Cuadernos sobre el imperialismo. El 19 de junio (2 de julio) de 1916, Lenin termino el trabajo y envió el manuscrito a la Editorial Parus. Los elementos mencheviques atrincherados en la Editorial suprimieron de él la dura crítica que se hacía de las teorías oportunistas de Kautsky y de los mencheviques rusos (Martov, etc.). Donde Lenin decía "transformación" (del capitalismo en imperialismo capitalista) ellos pusieron "conversión", el "carácter reaccionario" (de la teoría del "ultraimperialismo") lo sustituyeron por el "carácter atrasado", etc. Con el título de El imperialismo, etapa contemporánea del capitalismo la Editorial Parus lo imprimió a principios de 1917 en Petrogrado. A su llegada a Rusia, Lenin escribió el prólogo del libro, que vio la luz en septiembre de 1917.
[3] El presente prólogo fue publicado por primera vez, bajo el título de El imperialismo y el capitalismo, en el N° 18 de la revista La Internacional Comunista, correspondiente al mes de octubre de 1921.
Este libro, como ha quedado dicho en el prólogo de la edición rusa, fue
escrito en 1916, teniendo en cuenta la censura zarista. Actualmente, no tengo
la posibilidad de rehacer todo el texto; por otra parte, sería inútil, ya que
el fin principal del libro, hoy como ayer, consiste en ofrecer, con ayuda de
los datos generales irrefutables de la estadística burguesa y de las
declaraciones de los sabios burgueses de todos los países, un cuadro de
conjunto de la economía mundial capitalista en sus relaciones
internacionales, a comienzos del siglo XX, en vísperas de la primera guerra
mundial imperialista.
Hasta cierto grado será incluso útil a muchos comunistas de los países
capitalistas avanzados persuadirse por el ejemplo de este libro, legal,
desde el punto de vista de la censura zarista, de que es posible — y
necesario — aprovechar hasta esos pequeños resquicios de legalidad que todavía
les quedan a éstos, por ejemplo, en la América actual o en Francia, después de
los recientes encarcelamientos de casi todos los comunistas, para demostrar
todo el embuste de las concepciones y de las esperanzas socialpacifistas en
cuanto a la "democracia mundial". Intentaré dar en este prólogo los
complementos más indispensables a este libro censurado.
II
En esta obra hemos probado que la guerra de 1914-1918 ha sido, de ambos
lados beligerantes, una guerra imperialista (esto es, una guerra de conquista,
de bandidaje y de robo), una guerra por el reparto del mundo, por la partición
y el nuevo reparto de las colonias, de las "esferas de influencia"
del capital financiero, etc.
Pues la prueba del verdadero carácter social o, mejor dicho, del verdadero
carácter de clase de una guerra no se encontrará, claro está, en la historia
diplomática de la misma, sino en el análisis de la situación objetiva de
las clases dirigentes en todas las potencias beligerantes. Para
reflejar esa situación objetiva, no hay que tomar ejemplos y datos aislados
(dada la infinita complejidad de los fenómenos de la vida social, se puede
siempre encontrar un número cualquiera de ejemplos o datos aislados,
susceptibles de confirmar cualquier tesis), sino indefectiblemente el conjunto
de los datos sobre los fundamentos de la vida económica de todas las
potencias beligerantes y del mundo entero.
Me he apoyado precisamente en estos datos generales irrefutables al
describir el reparto del mundo en 1876 y en 1914 (§ VI) y el reparto de
los ferrocarriles en todo el globo en 1890 y en 1913 (§ VII). Los
ferrocarriles constituyen el balance de las principales ramas de la industria
capitalista, de la industria del carbón y del hierro; el balance y el índice
más notable del desarrollo del comercio mundial y de la civilización
democrático-burguesa. En los capítulos precedentes de este libro, exponemos la
conexión entre los ferrocarriles y la gran producción, los monopolios, los
sindicatos patronales, los cartels, los trusts, los bancos y la oligarquía
financiera. La distribución de la red ferroviaria, la desigualdad de esa
distribución y de su desarrollo, constituyen el balance del capitalismo
moderno, monopólico, en la escala mundial. Y este balance demuestra la absoluta
inevitabilidad de las guerras imperialistas sobre esta base económica, en
tanto que subsista la propiedad privada de los medios de producción.
La construcción de ferrocarriles es en apariencia una empresa simple,
natural, democrática, cultural, civilizadora: se presenta como tal ante los
ojos de los profesores burgueses, pagados para embellecer la esclavitud
capitalista, y ante los ojos de los filisteos pequeñoburgueses. En realidad,
los múltiples lazos capitalistas, por medio de los cuales esas empresas se
hallan ligadas a la propiedad privada sobre los medios de producción en
general, han transformado esa construcción en un medio para oprimir a mil
millones de seres (en las colonias y en las semicolonias), es decir, a más
de la mitad de la población de la tierra en los países dependientes y a los
esclavos asalariados del capital en los países "civilizados".
La propiedad privada fundada en el trabajo del pequeño patrono, la libre
competencia, la democracia, todas esas consignas por medio de las cuales los
capitalistas y su prensa engañan a los obreros y a los campesinos, pertenecen a
un pasado lejano. El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de
opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la
población del planeta por un puñado de países "avanzados". Este
"botín" se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío
mundial, armadas hasta los dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón), que,
por el reparto de su botín, arrastran a su guerra a todo el
mundo.
III
La paz de Brest-Litovsk, dictada por la monárquica Alemania, y la paz aún
más brutal e infame de Versalles, impuesta por las repúblicas
"democráticas" de América y de Francia y por la "libre"
Inglaterra, han prestado un servicio extremadamente útil a la humanidad, al
desenmascarar al mismo tiempo a los coolíes de la pluma a sueldo del
imperialismo y a los pequeños burgueses reaccionarios — aunque se llamen
pacifistas y socialistas —, que celebraban el "wilsonismo" y trataban
de hacer ver que la paz y las reformas son posibles bajo el imperialismo.
Decenas de millones de cadáveres y de mutilados, víctimas de la guerra —
esa guerra que se hizo para resolver la cuestión de si el grupo inglés o alemán
de bandoleros financieros recibiría una mayor parte del botín —, y encima,
estos dos "tratados de paz" hacen abrir, con una rapidez desconocida
hasta ahora, los ojos de millones y decenas de millones de hombres
atemorizados, aplastados, embaucados y engañados por la burguesía. Sobre la
ruina mundial creada por la guerra, se agranda así la crisis revolucionaria
mundial, que, por largas y duras que sean las peripecias que atraviese, no
podrá terminar sino con la revolución proletaria y su victoria.
El Manifiesto de Basilea de la II Internacional, que, en 1912, caracterizó
precisamente la guerra que estalló en 1914 y no la guerra en general (hay
diferentes clases de guerra; hay también guerras revolucionarias), ha quedado
como un monumento que denuncia toda la vergonzosa bancarrota, toda la traición
de los héroes de la II Internacional.
Por eso, uno el texto de ese Manifiesto como apéndice a esta edición,
advirtiendo una y otra vez a los lectores que los héroes de la II Internacional
rehúyen con empeño todos los pasajes del Manifiesto que hablan precisa, clara y
directamente de la relación entre esta guerra que se avecinaba y la revolución
proletaria, con el mismo empeño con que un ladrón evita el lugar donde cometió
el robo.
IV
Hemos prestado en este libro una atención especial a la crítica del
"kautskismo", esa corriente ideológica internacional representada en
todos los países del mundo por los "teóricos más eminentes", por los
jefes de la II Internacional (Otto Bauer y Cía. en Austria, Ramsay MacDonald y
otros en Inglaterra, Albert Thomas en Francia, etc., etc.) y por un número
infinito de socialistas, de reformistas, de pacifistas, de demócratas burgueses
y de clérigos.
Esa corriente ideológica, de una parte, es el producto de la
descomposición, de la putrefacción de la II Internacional y, de otra parte, es
el fruto inevitable de la ideología de los pequeños burgueses, a quienes todo
el ambiente los hace prisioneros de los prejuicios burgueses y democráticos.
En Kautsky y las gentes de su calaña, tales concepciones significan
precisamente la abjuración completa de los fundamentos revolucionarios del
marxismo, defendidos por Kautsky durante decenas de años, sobre todo, dicho sea
de paso, en la lucha contra el oportunismo socialista (de Bernstein, Millerand,
Hyndman, Gompers, etc.). Por eso, no es un hecho casual que los
"kautskistas" de todo el mundo se hayan unido hoy, práctica y
políticamente, a los oportunistas más extremos (a través de la II Internacional
o Internacional amarilla) y a los gobiernos burgueses (a través de los
gobiernos de coalición burgueses con participación socialista).
El movimiento proletario revolucionario en general, que crece en todo el
mundo, y el movimiento comunista en particular, no puede dejar de analizar y
desenmascarar los errores teóricos del "kautskismo". Esto es tanto
más necesario cuanto que el pacifismo, y el "democratismo" en general
— que no sienten pretensiones de marxismo, pero que, enteramente al igual que
Kautsky y Cía., disimulan la profundidad de las contradicciones del
imperialismo y la ineluctabilidad de la crisis revolucionaria engendrada por
éste — son corrientes que se hallan todavía extraordinariamente extendidas por
todo el mundo. La lucha contra tales tendencias es el deber del partido del
proletariado, que debe arrancar a la burguesía los pequeños propietarios que
ella engaña y los millones de trabajadores cuyas condiciones de vida son más o
menos pequeñoburguesas.
V
Es menester decir unas palabras a propósito del capítulo VIII: "El
parasitismo y la descomposición del capitalismo". Como lo hacemos ya
constar en este libro, Hilferding, antiguo "marxista", actualmente
compañero de armas de Kautsky y uno de los principales representantes de la
política burguesa, reformista, en el seno del "Partido Socialdemócrata
Independiente de Alemania" [4], ha dado en esta
cuestión un paso atrás respecto del inglés Hobson, pacifista y reformista declarado.
La escisión internacional de todo el movimiento obrero aparece ahora de una
manera plena (II y III Internacional). La lucha armada y la guerra civil entre
las dos tendencias es también un hecho evidente: en Rusia, apoyo de Kolchak y
de Denikin por los mencheviques y los "socialistas-revolucionarios"
contra los bolcheviques; en Alemania, Scheidemann, Noske y Cía. con la
burguesía contra los espartaquistas [5]; y lo mismo en
Finlandia, en Polonia, en Hungría, etc. ¿Dónde está la base económica de este
fenómeno histórico-mundial?
[4] "Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania ", partido centrista fundado en abril de 1917. Lo fundamental en él era la organización kautskiana "Confraternidad del Trabajo". Los "independientes" propugnaban la "unidad" con los socialchauvinistas descarados, a los cuales justificaban y defendían, y reivindicaban el abandono de la lucha de clases. El Partido Socialdemócrata Independiente se escindió en octubre de 1920, en el Congreso de Halle. Una parte considerable de él se fundió en diciembre de 1920 con el Partido Comunista de Alemania. Los elementos derechistas formaron su partido, al que dieron el viejo nombre de Partido Socialdemócrata Independiente; éste subsistió hasta 1922.
[5] Espartaquistas, miembros de la unión Espartaco, que se formó durante la Primera Guerra Mundial. Al comenzar la conflagración, los socialdemócratas alemanes de izquierda formaron el grupo Internacional, que dirigían K. Liebknecht, R. Luxemburgo, F. Mehring, C. Zetkin y otros, grupo que empezó a llamarse también unión Espartaco. Los esparta quistas mantuvieron entre las masas la propaganda revolucionaria contra la guerra imperialista, denunciando la política rapaz del imperialismo alemán y la traición de los jefes de la socialdemocracia. Pero los espartaquistas, los alemanes de izquierda no estaban exentos de errores semimencheviques en importantísimos problemas de la teoría y la política: fomentaban la teoría semimenchevique del imperialismo, impugnaban el principio de la libre determinación de las naciones en su interpretación marxista (es decir, hasta la separación y la formación de Estados independientes), negaban la posibilidad de las guerras de liberación nacional en la época del imperialismo, no estimaban suficientemente el papel del partido revolucionario y se inclinaban ante la espontaneidad del movimiento. La crítica de los errores de los izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una caricatura de marxismo y sobre el "economismo imperialista ", y otros, y por Stalin en su carta Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo. En 1917, los espartaquistas ingresaron en el partido centrista de los "independientes" sin perder su autonomía en materia de organización. Después de la revolución alemana de noviembre de 1918, los espartaquistas rompieron con los "independientes" y en diciembre del mismo año fundaban el Partido Comunista de Alemania.
Se encuentra precisamente en el parasitismo y en la descomposición del
capitalismo, inherentes a su fase histórica superior, es decir, al
imperialismo. Como lo demostramos en este libro, el capitalismo ha destacado
ahora un puñado (menos de una décima parte de la población de la tierra,
menos de un quinto, calculando "por todo lo alto") de Estados
particularmente ricos y poderosos, que saquean a todo el mundo con el simple
"recorte del cupón". La exportación de capital da ingresos que se
elevan a ocho o diez mil millones de francos anuales, de acuerdo con los
precios de antes de la guerra y según las estadísticas burguesas de entonces.
Naturalmente, ahora eso representa mucho más.
Es evidente que una superganancia tan gigantesca (ya que los
capitalistas se apropian de ella, además de la que exprimen a los obreros de su
"propio" país) permite corromper a los dirigentes obreros y a
la capa superior de la aristocracia obrera. Los capitalistas de los países
"avanzados" los corrompen, y lo hacen de mil maneras, directas e
indirectas, abiertas y ocultas.
Esta capa de obreros aburguesados o de "aristocracia obrera",
completamente pequeños burgueses en cuanto a su manera de vivir, por la cuantía
de sus emolumentos y por toda su mentalidad, es el apoyo principal de la
Segunda Internacional, y, hoy día, el principal apoyo social (no
militar) de la burguesía. Pues éstos son los verdaderos agentes de la
burguesía en el seno del movimiento obrero, los lugartenientes laborales de
la clase capitalista, los verdaderos portadores del reformismo y del
chauvinismo. En la guerra civil entre el proletariado y la burguesía se ponen
inevitablemente, en número no despreciable, al lado de la burguesía, al lado de
los "versalleses" contra los "comuneros".
Sin haber comprendido las raíces económicas de ese fenómeno, sin haber
alcanzado a ver su importancia política y social, es imposible dar el menor
paso hacia la solución de las tareas prácticas del movimiento comunista y de la
revolución social que se avecina.
El imperialismo es
el preludio de la revolución social del proletariado. Esto ha sido confirmado,
en una escala mundial, desde 1917.
N. LENIN
6 de julio de 1920.
6 de julio de 1920.
Durante los últimos quince o veinte años, sobre todo después de la guerra
hispano-americana (1898) y de la anglo-boer (1899-1902), la literatura
económica, así como la política, del Viejo y del Nuevo Mundo, consagra una
atención creciente al concepto de "imperialismo" para caracterizar la
época que atravesamos. En 1902, apareció en Londres y Nueva York la obra del
economista inglés J. A. Hobson, "El imperialismo". El autor, que está
situado en el punto de vista del socialreformismo y del pacifismo burgueses —
punto de vista que coincide, en el fondo, con la posición actual del
ex-marxista C. Kautsky — hace una descripción excelente y detallada de las
particularidades económicas y políticas fundamentales del imperialismo. En
1910, se publicó en Viena la obra del marxista austriaco Rudolf Hilferding,
"El capital financiero" (traducción rusa: Moscú 1912). A pesar del
error del autor en la cuestión de la teoría del dinero y de cierta tendencia a
conciliar el marxismo con el oportunismo, la obra mencionada constituye un
análisis teórico extremadamente valioso de la "fase moderna de desarrollo
del capitalismo" (así está concebido el subtítulo de la obra de
Hilferding). En el fondo, lo que se ha dicho acerca del imperialismo durante
estos últimos años — sobre todo en el número inmenso de artículos sobre este
tema publicados en periódicos y revistas, así como en las resoluciones tomadas,
por ejemplo, en los Congresos de Chemnitz y de Basilea, que se celebraron en
otoño de 1912 — salía apenas del círculo de ideas expuestas o, para decirlo
mejor, resumidas en los dos trabajos mencionados. . .
En las páginas que siguen nos proponemos exponer someramente, en la forma
más popular posible, el lazo y la correlación entre las particularidades
económicas fundamentales del imperialismo. No nos detendremos, tanto
como lo merece, en el aspecto no económico de la cuestión. Las indicaciones
bibliográficas y otras notas que no a todos los lectores pueden interesar, las
damos al final del folleto.
El incremento enorme de la industria y el proceso notablemente rápido de
concentración de la producción en empresas cada vez más grandes constituyen una
de las particularidades más características del capitalismo. Las estadísticas
industriales modernas suministran los datos más completos y exactos sobre este
proceso.
En Alemania, por ejemplo, de cada mil empresas industriales, en 1882, tres
eran empresas grandes, es decir, que contaban con más de 50 obreros; en 1895,
seis, y en 1907, nueve. De cada cien obreros les correspondían,
respectivamente, 22, 30 y 37. Pero la concentración de la producción es mucho
más intensa que la de los obreros, pues el trabajo en las grandes empresas es
mucho más productivo, como lo indican los datos relativos a las máquinas de vapor
y a los motores eléctricos. Si tomamos lo que en Alemania se llama industria en
el sentido amplio de esta palabra, es decir, incluyendo el comercio, las vías
de comunicación, etc., obtendremos el cuadro siguiente: grandes empresas,
30.588 sobre un total de 3.265.623, es decir, el 0,9%. En ellas están empleados
5,7 millones de obreros sobre un total de 14,4 millones, es decir, el 39,4%;
caballos de fuerza de vapor, 6,6 millones sobre 8,8, es decir, el 75,3%; de
fuerza eléctrica 1,2 millones de kilovatios sobre 1,5 millones, o sea el 77,2%.
¡Menos de una centésima parte de las empresas tienen más de 3/4 de
la cantidad total de la fuerza de vapor y eléctrica! ¡A los 2,97 millones de
pequeñas empresas (hasta 5 obreros asalariados) que constituyen el 91% de todas
las empresas, corresponde únicamente el 7% de la fuerza eléctrica y de vapor!
Las decenas de miles de grandes empresas lo son todo; los millones de pequeñas
empresas no son nada.
En 1907, había en Alemania 586 establecimientos que contaban con mil obreros
y más. A esos establecimientos correspondía casi la décima parte (1,38
millones) del número total de obreros y casi el tercio (32%) del total
de la fuerza eléctrica y de vapor [6]. El capital
monetario y los bancos, como veremos, hacen todavía más aplastante este
predominio de un puñado de grandes empresas, y decimos aplastante en el sentido
más literal de la palabra, es decir, que millones de pequeños, medianos e
incluso una parte de los grandes "patronos" se hallan de hecho
completamente sometidos a unos pocos centenares de financieros millonarios.
[6] Cifras del "Annalen des Deutsche Reichs", 1911, Zahn.
En otro país avanzado del capitalismo contemporáneo, en los Estados Unidos,
el incremento de la concentración de la producción es todavía más intenso. En
este país, la estadística considera aparte a la industria en la acepción
estrecha de la palabra y agrupa los establecimientos de acuerdo con el valor de
la producción anual. En 1904, había 1.900 grandes empresas (sobre 216.180, es
decir, el 0,9%), con una producción de 1 millón de dólares y más; en ellas, el
número de obreros era de 1,4 millones (sobre 5,5 millones, es decir el 25,6%),
y la producción, de 5.600 millones (sobre 14.800 millones, o sea, el 38%).
Cinco años después, en 1909, las cifras correspondientes eran las siguientes:
3.060 establecimientos (sobre 268.491, es decir, el 1,1%) con dos millones de
obreros (sobre 6,6 millones, es decir el 30,5%) y 9.000 millones de producción
anual (sobre 20.700 millones, o sea el 43,8%) [7]
[7] "Statistical Abstract of the United States", 1912, pág. 202.
¡Casi la mitad de la producción global de todas las empresas del país en
las manos de la centésima parte del número total de empresas! Y esas
tres mil empresas gigantescas abrazan 258 ramas industriales. De aquí se deduce
claramente que la concentración, al llegar a un grado determinado de su
desarrollo, por sí misma conduce, puede decirse, de lleno al monopolio, ya que
a unas cuantas decenas de empresas gigantescas les resulta fácil ponerse de
acuerdo entre sí, y, por otra parte, la competencia, que se hace cada vez más
difícil, y la tendencia al monopolio, nacen precisamente de las grandes
proporciones de las empresas. Esta transformación de la competencia en
monopolio constituye de por sí uno de los fenómenos más importantes — por no
decir el más importante — de la economía del capitalismo moderno, y es
necesario que nos detengamos a estudiarlo con mayor detalle. Pero antes debemos
eliminar un equívoco posible.
La estadística norteamericana dice: 3.000 empresas gigantescas en 250 ramas
industriales. Al parecer, corresponden 12 grandes empresas a cada rama de la
producción.
Pero no es así. No en cada rama de la industria hay grandes empresas; por
otra parte, una particularidad extremadamente importante del capitalismo, que
ha alcanzado su más alto grado de desarrollo, es la llamada combinación,
o sea la reunión, en una sola empresa, de distintas ramas de la industria que
representan en sí o bien fases sucesivas de la elaboración de una materia prima
(por ejemplo, la fundición del mineral de hierro, la transformación del hierro
en acero y, en ciertos casos, la elaboración de tales o cuales productos de
acero), o bien distintas ramas que desempeñan unas con relación a otras un
papel auxiliar (por ejemplo, la utilización de los residuos o de los productos
accesorios, producción de artículos de embalaje, etc.).
"La combinación — dice Hilferding — nivela las diferencias de
coyuntura y garantiza, por tanto, a la empresa combinada una norma de beneficio
más estable. En segundo lugar, la combinación determina la eliminación del
comercio. En tercer lugar, hace posible el perfeccionamiento técnico y, por
consiguiente, la obtención de ganancias suplementarias en comparación con las
empresas 'puras' (es decir, no combinadas). En cuarto lugar, consolida la posición
de la empresa combinada en comparación con la 'pura', la refuerza en la lucha
de competencia durante las fuertes depresiones (estancamiento de los negocios,
crisis), cuando la disminución del precio de la materia prima va a la zaga
respecto de la disminución de los precios de los artículos manufacturados" [8].
[8] Rudolf Hilferding, "Das Finanzkapital", 2a ed., pág. 254.
El economista burgués alemán Heymann, que ha
consagrado una obra especial a las empresas "mixtas" o combinadas en
la industria siderúrgica alemana, dice: "Las empresas puras perecen,
aplastadas por el precio elevado de los materiales y el bajo precio de los
artículos manufacturados". Resulta lo siguiente:
"Por una parte, han quedado grandes compañías
hulleras, con una extracción de carbón que se cifra en varios millones de
toneladas, sólidamente organizadas en su sindicato hullero; luego,
estrechamente ligadas a ellas, las grandes fundiciones de acero con su
sindicato. Estas empresas gigantescas, con una producción de acero de 400.000
toneladas por año, con una extracción inmensa de mineral de hierro y de hulla,
con la producción de artículos de acero, con 10.000 obreros alojados en los
cuarteles de las colonias obreras, que cuentan a veces con ferrocarriles y
puertos propios, son los representantes típicos de la industria siderúrgica
alemana. Y la concentración continúa avanzando sin cesar. Las empresas van
ganando en importancia cada día; cada vez es mayor el número de
establecimientos de una o varias ramas de la industria que se agrupan en
empresas gigantescas, apoyadas y dirigidas por media docena de grandes bancos
berlineses. En lo que se refiere a la industria minera alemana, ha sido
demostrada con exactitud la doctrina de Carlos Marx sobre la concentración; es
verdad que esto se refiere a un país en el cual la industria se halla defendida
por derechos arancelarios proteccionistas y por las tarifas de transporte. La
industria minera de Alemania está madura para la expropiación" [9].
[9] Hans Gideon Heymann, "Die gemischten Welke im deutschen Grosseisengewerbe", Stuttgart, 1904, págs. 256 y 278.
Tal es la conclusión a que se vio obligado a llegar un economista burgués,
concienzudo, por excepción. Hay que observar que considera a Alemania como un
caso especial a consecuencia de la protección de su industria por elevadas
tarifas arancelarias. Pero esta circunstancia no ha podido más que acelerar la
concentración y la constitución de asociaciones monopólicas patronales,
cartels, sindicatos, etc. Es extraordinariamente importante hacer notar que, en
el país del librecambio, en Inglaterra, la concentración conduce también
al monopolio, aunque un poco más tarde y acaso en otra forma. He aquí lo que
escribe el profesor Hermann Levy, en su estudio especial sobre los
"Monopolios, cartels y trusts", hecho a base de los datos del desarrollo
económico de la Gran Bretaña:
"En la Gran Bretaña, precisamente las grandes proporciones de las
empresas y su alto nivel técnico son las que traen aparejada la tendencia al
monopolio. Por una parte, la concentración ha determinado el empleo de enormes
sumas de capital en las empresas; por eso, las nuevas empresas se hallan ante
exigencias cada vez más elevadas en lo que concierne a la cuantía del capital
necesario, y esta circunstancia dificulta su aparición. Pero por otra parte (y
este punto lo consideramos como el más importante), cada nueva empresa que
quiere mantenerse al nivel de las empresas gigantescas, creadas por la
concentración, representa un aumento tan enorme de la oferta de mercancías, que
su venta lucrativa es posible sólo a condición de un aumento extraordinario de
la demanda, pues, en caso contrario, esa abundancia de productos rebaja su
precio a un nivel desventajoso para la nueva fábrica y para las asociaciones
monopólicas". En Inglaterra, las asociaciones monopólicas de patronos,
cartels y trusts, surgen en la mayor parte de los casos — a diferencia de los
otros países, en los que los aranceles proteccionistas facilitan la
cartelización — únicamente cuando el número de las principales empresas
competidoras se reduce a "un par de docenas" . . . "La
influencia de la concentración en el nacimiento de los monopolios en la gran
industria aparece en este caso con una claridad cristalina" [10].
[10] Hermann Levy, "Monopole, Kartelle und Trusts". Jena, 1909, págs. 286, 290, 298
Medio siglo atrás, cuando Marx escribió "El Capital", la libre
competencia era considerada por la mayor parte de los economistas como una
"ley natural". La ciencia oficial intentó aniquilar por la
conspiración del silencio la obra de Marx, el cual había demostrado, por medio
del análisis teórico e histórico del capitalismo, que la libre competencia
engendra la concentración de la producción, y que dicha concentración, en un
cierto grado de su desarrollo, conduce al monopolio. Ahora el monopolio es un
hecho. Los economistas escriben montañas de libros en los cuales describen
manifestaciones aisladas del monopolio y siguen declarando a coro que "el
marxismo ha sido refutado". Pero los hechos son testarudos — como dice un
refrán inglés — y, de grado o por fuerza, hay que tenerlos en cuenta. Los
hechos demuestran que las diferencias entre los diversos países capitalistas,
por ejemplo, en lo que se refiere al proteccionismo o al librecambio,
condicionan únicamente diferencias no esenciales en la forma de los monopolios
o en el momento de su aparición, pero que el engendramiento del monopolio por
la concentración de la producción es una ley general y fundamental de la fase
actual de desarrollo del capitalismo.
Por lo que a Europa se refiere, se puede fijar con bastante exactitud el
momento en que se produjo la sustitución definitiva del viejo
capitalismo por el nuevo: fue precisamente a principios del siglo XX. En uno de
los trabajos de recopilación más recientes sobre la historia de la
"formación de los monopolios", leemos:
"Se pueden citar algunos ejemplos de monopolios capitalistas de la
época anterior a 1860; se pueden descubrir en ellos los gérmenes de las formas
que son tan corrientes en la actualidad; pero esto constituye indiscutiblemente
la época prehistórica de los cartels. El verdadero comienzo de los monopolios
contemporáneos lo hallamos no antes de la década de 1860. El primer gran
período de desarrollo del monopolio empieza con la depresión internacional de
la industria en la década del 70, y se prolonga hasta principios de la última
década del siglo". "Si se examina la cuestión en lo que se refiere a
Europa, la libre competencia alcanza el punto culminante de desarrollo en los
años 1860-1880. Por aquel entonces, Inglaterra terminaba la edificación de su
organización capitalista de viejo estilo. En Alemania, dicha organización
entablaba una lucha decidida contra la industria artesana y doméstica, y
empezaba a crear sus formas de existencia".
Empieza una transformación profunda
con el crac de 1873 exactamente, con la depresión que le siguió y que — con una
pausa apenas perceptible, a principios de la década del 80, y con un auge
extraordinariamente vigoroso, pero breve, hacia 1889 — llena veintidós años de
la historia económica europea". "Durante el corto período de auge de
1889-1890", o más, fueron utilizados en gran escala los cartels para
aprovechar la coyuntura. Una política irreflexiva elevaba los precios todavía
con mayor rapidez y aun en mayores proporciones de lo que hubiera sucedido sin
los cartels, y casi todos esos cartels perecieron sin gloria 'enterrados en la
fosa del crac'. Transcurrieron otros cinco años de malos negocios y precios
bajos, pero en la industria reinaba ya un estado de espíritu distinto del
anterior: la depresión no era considerada ya como una cosa natural, sino,
sencillamente, como una pausa ante una nueva coyuntura favorable".
"Y el movimiento de los cartels entró en su segunda época. En vez de
ser un fenómeno pasajero, los cartels se convierten en una de las bases de toda
la vida económica, conquistan una esfera industrial tras otra, y, en primer
lugar, la de la transformación de materias primas. Ya a principios de la década
del 90, los cartels consiguieron en la organización del sindicato del cok, el
que sirvió de modelo al sindicato hullero, una técnica tal de los cartels, que,
en esencia, no ha sido sobrepasada por el movimiento. El gran auge de fines del
siglo XIX y la crisis de 1900 a 1903 se desarrollan ya enteramente por primera
vez — al menos en lo que se refiere a las industrias minera y siderúrgica —
bajo el signo de los cartels. Y si entonces esto parecía aún algo nuevo, ahora
es una verdad evidente para todo el mundo que grandes sectores de la vida
económica son, por regla general, sustraídos a la libre competencia". [11]
[11] Hermann Levy, "Monopole, Kartelle und Trusts". Jena, 1909, págs. 286, 290, 298
Así, pues, el
balance principal de la historia de los monopolios es el siguiente:
1. 1860-1880, punto culminante de desarrollo de la libre competencia. Los
monopolios no constituyen más que gérmenes apenas perceptibles.
2. Después de la crisis de 1873, largo período de desarrollo de los
cartels, pero éstos constituyen todavía una excepción, no son aún sólidos, aun
representan un fenómeno pasajero.
3. Auge de fines del siglo XIX y crisis de 1900-1903; los cartels se
convierten en una de las bases de toda la vida económica. El capitalismo se ha
transformado en imperialismo.
Los cartels se ponen de acuerdo entre sí respecto a las condiciones de
venta, a los plazos de pago, etc. Se reparten los mercados de venta. Fijan la
cantidad de productos a fabricar. Establecen los precios. Distribuyen las
ganancias entre las distintas empresas, etc.
El número de cartels era en Alemania aproximadamente de 250 en 1896, y de
385, en 1905, abarcando cerca de 12.000 establecimientos. [12] Pero todo el
mundo reconoce que estas cifras son inferiores a la realidad. De los datos de
la estadística de la industria alemana de 1907 que hemos citado más arriba se
deduce que hasta esos 12.000 grandes establecimientos concentran seguramente
más de la mitad de toda la fuerza motriz de vapor y eléctrica. En los Estados
Unidos, el número de trusts era, en 1900, de 185; en 1907, de 250.
[12] Dr. Riesser, "Die Deutschen Grossbanken und ihre Konzentration im Zusammenhange mit der Entwicklung der Gesamtwirtschaft in Deutschland", 4a ed., 1912, pág. 149. — R. Liefmann, "Kartelle und Trusts und die Weiterbildung der volkswirtschaftlichen Organisation", 2a ed., 1910, pág. 25.
La estadística norteamericana divide todas las empresas industriales en
empresas pertenecientes a personas aisladas, a firmas y a corporaciones. A las
últimas pertenecían, en 1904, el 23,6%; en 1909, el 25,9%, es decir, más de la
cuarta parte del total de las empresas. En dichos establecimientos estaban
ocupados, en 1904, el 70,6% de obreros; en 1909, el 75,6%, las tres cuartas
partes del número total. La cuantía de la producción era, respectivamente, de
10,9 y de 16,3 mil millones de dólares, o sea el 73,7% y el 79% de la suma
total.
En las manos de los cartels y trusts se encuentran a menudo las siete o las
ocho décimas partes de toda la producción de una rama industrial determinada;
el sindicato hullero del Rhin y Westfalia, en el momento de su constitución, en
1893, concentraba el 86,7% de toda la producción del carbón en aquella cuenca, y
en 1910, el 95,4% [13]. El monopolio
constituido en esta forma proporciona beneficios gigantescos y conduce a la
creación de unidades técnicas de producción de proporciones inmensas. El famoso
trust del petróleo de Estados Unidos ("Standard Oil Company") fue
fundado en 1900.
[13] Dr. Fritz Kestner, "Der Organisationszwang. Eine Untersuchung über die Kampfe zwischen Kartellen und Aussenseitern". Berlín, 1912, pág. 11.
Su capital era de 150 millones de dólares. Fueron emitidas acciones
ordinarias por valor de 100 millones de dólares y acciones privilegiadas por
valor de 106 millones de dólares. Estas últimas percibieron los siguientes
dividendos: en el período 1900-1907: 48, 48, 45, 44, 36, 40, 40, 40% o sea, en
total, 367 millones de dólares. Desde 1882 a 1907, se obtuvieron 889 millones
de dólares de beneficio neto de los que 606 millones fueron distribuidos en
dividendos, y el resto pasó al capital de reserva". [14] "En todas las empresas del trust del acero ("United States Steel
Corporation") estaban ocupados, en 1907, no menos de 210.180 obreros y
empleados. La empresa más importante de la industria minera alemana, la
Sociedad Minera de Gelsenkirchen "Gelsenkirchener Bergwerksgesellschaft") tenía, en
1908, 46.048 obreros y empleados". [15]
[14] R. Liefmann, "Beteiligungs-und Finanzierungsgesellschaften. Eine Studie über den modernen Kapitalismus und das Effektenwesen", Ia ed., Jena, 1909, pág. 212.
[15] Ibíd., pág. 218.
Ya en 1902, el trust del acero producía 9 millones de toneladas de acero. [16] Su producción
constituía, en 1901, el 66,3% y, en 1908, el 56,1 % de toda la producción de
acero de los Estados Unidos. [17] Sus extracciones
de mineral de hierro, el 43,9% y el 46,3%, respectivamente.
[16] Dr. S. Tschierschky, "Kartell und Trust", Gött. 1903, pág. 13.
[17] Th. Vogelstein, "Organisationsformen", pág. 275.
El informe de la comisión gubernamental norteamericana sobre los trusts
dice:
"La superioridad de los trusts sobre sus
competidores se basa en las grandes proporciones de sus empresas y en su
excelente instalación técnica. El trust del tabaco, desde el momento mismo de
su fundación, consagró todos sus esfuerzos a sustituir en todas partes en vasta
escala el trabajo manual por el trabajo mecánico. Con este objeto, adquirió
todas las patentes que tenían una relación cualquiera con la elaboración del
tabaco y empleó para esto sumas enormes. Muchas patentes resultaban al
principio inservibles y tuvieron que ser modificadas por los ingenieros que se
hallaban al servicio del trust. A fines de 1906, fueron constituidas dos
sociedades filiales con el único objeto de adquirir patentes. Con este mismo
objeto, el trust creó fundiciones, fábricas de construcción de maquinaria y
talleres de reparación propios. Uno de dichos establecimientos, en Brooklyn, da
ocupación, por término medio, a 300 obreros; en él se experimentan y se
perfeccionan los inventos relacionados con la producción de cigarrillos,
cigarros pequeños, tabaco rapé, papel de estaño para el embalaje, cajas,
etc." [18]
[18] Report of the Commissioner of Corporations on the Tobacco Industry, Washington, 1909, pág. 266. Citado del libro del Dr. Paul Tafel: "Die nordamerikanischen Trusts und ihre Wirkungen auf den Fortschritt des Technik" Stuttg. 1913, pág. 48.
"Hay otros trusts que tienen también a su servicio a los llamados develo
ping engineers (ingenieros para el desarrollo de la técnica), cuya misión
consiste en inventar nuevos procedimientos de producción y en comprobar los
perfeccionamientos técnicos. El trust del acero abona a sus ingenieros y
obreros premios importantes por los inventos susceptibles de elevar la técnica
o reducir los gastos". [19]
[19] Ibíd., pág. 49.
Del mismo modo está organizado todo cuanto se refiere a los
perfeccionamientos técnicos en la gran industria alemana por ejemplo, en la
industria química, la cual se ha desarrollado en proporciones gigantescas
durante estas últimas décadas. El proceso de concentración de la producción
creó ya en 1908 en dicha industria dos "grupos" principales, que, a
su manera, evolucionaban hacia el monopolio. Al principio, esos grupos
constituían "alianzas dobles" de dos pares de grandes fábricas con un
capital de 20 a 21 millones de marcos cada una; de una parte, la antigua
fábrica de Meister, en Höchst, y la de Cassella, en Francfort del Main; de otra
parte, la fábrica de anilina y sosa en Ludwigshafen y la antigua fábrica de
Bayer, en Elberfeld. Uno de los grupos en 1905 y el otro en 1908 se pusieron de
acuerdo, cada uno por su cuenta, con otra gran fábrica, a consecuencia de lo
cual resultaron dos "alianzas triples" con un capital de 40 a 50
millones de marcos cada una, y entre las cuales se inició ya una "aproximación",
se estipularon "acuerdos" sobre los precios, etc. [20]
[20] Riesser, obra cit., págs. 547 y siguientes de la tercera edición. Los periódicos dan cuenta (junio de 1916) de la constitución de un nuevo Trust gigantesco, que agrupa a la industria química de Alemania.
La competencia se convierte en monopolio. De aquí resulta un gigantesco
progreso de la socialización de la producción. Se efectúa también, en
particular, la socialización del proceso de inventos y perfeccionamientos
técnicos.
Esto no tiene ya nada que ver con la antigua libre competencia de patronos
dispersos, que no se conocían entre sí y que producían para un mercado
ignorado. La concentración ha llegado hasta tal punto, que se puede hacer un
cálculo aproximado de todas las fuentes de materias primas (por ejemplo,
yacimientos de minerales de hierro) en un país, y aun, como veremos, en varios
países, en todo el mundo. No sólo se realiza este cálculo, sino que
asociaciones monopólicas gigantescas se apoderan de dichas fuentes. Se efectúa
el cálculo aproximado del mercado, el que, según el acuerdo estipulado, las
asociaciones mencionadas se "reparten" entre sí. Se monopoliza la
mano de obra calificada, se toman los mejores ingenieros, y las vías y los
medios de comunicación — las líneas férreas en América, las compañías navieras
en Europa y América — van a parar a manos de los monopolios citados. El
capitalismo, en su fase imperialista conduce de lleno a la socialización de la
producción en sus más variados aspectos; arrastra, por decirlo así, a pesar de
su voluntad y conciencia, a los capitalistas a un cierto nuevo régimen social,
de transición entre la plena libertad de competencia y la socialización
completa.
La producción pasa a ser social, pero la apropiación continúa siendo
privada. Los medios sociales de producción siguen siendo propiedad privada de
un número reducido de individuos. El marco general de la libre competencia
formalmente reconocida persiste, y el yugo de un grupo poco numeroso de
monopolistas sobre el resto de la población se hace cien veces más duro, más
sensible, más insoportable.
El economista alemán Kestner ha consagrado una obra especial a la
"lucha entre los cartels y los outsiders", es decir, empresarios que
no formaban parte de los cartels. El autor ha titulado dicha obra: "La
organización forzosa", cuando hubiera debido hablar, naturalmente, para no
embellecer el capitalismo, de la subordinación forzosa a las asociaciones
monopólicas. Es instructivo echar una simple ojeada aunque no sea más que a la
enumeración de los medios a que acuden dichas asociaciones en la lucha moderna,
novísima civilizada por la "organización": 1) privación de las
materias primas (. . . "uno de los procedimientos más importantes para
obligar a entrar en el cartel"); 2) privación de mano de obra mediante
"alianzas" (esto es, mediante acuerdos entre los capitalistas y los
sindicatos obreros para que estos últimos acepten trabajo solamente en las
empresas cartelizadas); 3) privación de medios de transporte; 4) privación de
mercados; 5) acuerdo con los compradores para sostener relaciones comerciales
únicamente con los cartels; 6) disminución sistemática de los precios (con
objeto de arruinar a los "outsiders", es decir, a las empresas que no
se someten a los monopolistas, se gastan millones para vender, durante un
tiempo determinado, a precios inferiores al coste: en la industria de la
bencina se ha dado el caso de bajar el precio de 40 a 22 marcos, es decir,
¡casi a la mitad!); 7) privación de crédito; 8) declaración del boicot.
Nos hallamos en presencia, no ya de una lucha de competencia entre grandes
y pequeñas empresas, entre establecimientos técnicamente atrasados y
establecimientos de técnica avanzada. Nos hallamos ante la estrangulación, por
los monopolistas, de todos aquellos que no se someten al monopolio, a su yugo,
a su arbitrariedad. He aquí cómo se refleja este proceso en la conciencia de un
economista burgués.
"Aun en el terreno de la actividad económica pura — escribe Kestner —,
se produce cierto desplazamiento de la actividad comercial, en el sentido
tradicional de la palabra, hacia una actividad organizadora especulativa.
Consigue los mayores éxitos, no el comerciante que, basándose en su experiencia
técnica y comercial, sabe determinar mejor las necesidades del comprador,
encontrar y, por decirlo así, "descubrir" la demanda que se halla en
estado latente, sino el genio (?) especulador que por anticipado sabe tener en
cuenta o intuir el desenvolvimiento en el terreno de la organización, la
posibilidad de determinados lazos entre las diferentes empresas y los
bancos" .
Traducido al lenguaje común, esto significa: el desarrollo del capitalismo
ha llegado a un punto tal, que, aunque la producción de mercancías sigue
"reinando" como antes y siendo considerada como la base de toda la
economía, en realidad se halla ya quebrantada, y las ganancias principales van
a parar a los "genios" de las maquinaciones financieras. En la base
de estas maquinaciones y de estos chanchullos se halla la socialización de la
producción; pero el inmenso progreso logrado por la humanidad, que ha llegado a
dicha socialización, beneficia. . . a los especuladores. Más adelante veremos
cómo, "basándose en esto", la crítica pequeñoburguesa y reaccionaria
del imperialismo capitalista sueña con volver atrás, a la competencia
"libre", "pacífica", "honrada".
"La elevación persistente de los precios, como resultado de la
constitución de los cartels — dice Kestner —, hasta ahora se ha observado sólo
en lo que se refiere a los principales medios de producción, sobre todo a la
hulla, el hierro, la potasa, y, por el contrario, no se ha observado nunca en
lo que se refiere a los artículos manufacturados. Como consecuencia de ello, el
aumento de los beneficios se ha limitado igualmente a la industria de los
medios de producción. Hay que completar esta observación con la de que la
industria de transformación de las materias primas (y no de productos
semimanufacturados) no sólo obtiene, como resultado de la constitución de
cartels, ventajas en forma de las ganancias elevadas, en perjuicio de la
industria dedicada a la transformación ulterior de los productos
semimanufacturados, sino que ha pasado a mantener, respecto de esta última
industria, relaciones de dominación, que no existían bajo la libre
competencia". [21]
[21] Kestner, obra cit., pág. 254.
Las palabras subrayadas por nosotros muestran el fondo de la cuestión, que
de tan mala gana y sólo de vez en cuando reconocen los economistas burgueses y
que se empeñan tanto en no ver y pasar por alto los defensores actuales del
oportunismo, con C. Kautsky al frente. Las relaciones de dominación y de
violencia — violencia que va ligada a dicha dominación —: he aquí lo típico en
la "nueva fase del desarrollo del capitalismo", he aquí lo que
inevitablemente tenía que derivarse y se ha derivado de la constitución de los
monopolios económicos todopoderosos.
Citaremos otro ejemplo de los manejos de los cartels. Allí donde es posible
apoderarse de todas o de las más importantes fuentes de materias primas, la
aparición de cartels y la constitución de monopolios es sobremanera fácil. Pero
sería un error pensar que los monopolios no surgen también en otras ramas de la
producción en las cuales la conquista de todas las fuentes de materias primas
es imposible. En la industria del cemento, la materia prima existe en todas partes.
Sin embargo, también esta industria está extremadamente cartelizada en
Alemania. Las fábricas se han agrupado en sindicatos regionales: el de Alemania
del Sur, el renanowestfaliano, etc. Los precios establecidos son precios de
monopolio: ¡de 230 a 280 marcos por vagón, cuando el valor de coste es de 180
marcos! Las empresas dan dividendos del 12 al 16%; además, no hay que olvidar
que los "genios" de la especulación contemporánea saben canalizar
hacia sus bolsillos grandes sumas de ganancias, aparte de las que se reparten
en concepto de dividendo. Para eliminar la competencia en una industria tan
lucrativa, los monopolistas se valen incluso de artimañas diversas: hacen
circular rumores falsos sobre la mala situación de la industria; publican en
los periódicos anuncios anónimos: "¡Capitalistas! ¡No coloquéis vuestros
capitales en la industria del cemento!"; por ultimo, compran empresas
"outsiders" (es decir, que no forman parte de los sindicatos),
abonando 60, 80, 150 mil marcos al que "cede". [22] El monopolio se
abre camino en todas partes, valiéndose de todos los medios, empezando por el
pago de una "modesta" indemnización al que cede y terminando por el
"procedimiento" americano del empleo de la dinamita contra el
competidor.
[22] L. Eschwege, "Zement", en "Die Bank", 1909, I, págs. 115 y siguientes.
La supresión de las crisis por los cartels es una fábula de los economistas
burgueses, los cuales lo que hacen es embellecer el capitalismo a toda costa.
Al revés, el monopolio que se crea en ciertas ramas de la industria aumenta
y agrava el caos propio de todo el sistema de la producción capitalista en
su conjunto. La desproporción entre el desarrollo de la agricultura y el de
la industria, desproporción que es característica del capitalismo en general,
se acentúa aún más. La situación privilegiada en que se halla la industria más
cartelizada, la llamada industria pesada, particularmente el hierro y la
hulla, determina en las demás ramas de la industria "la falta mayor aún de
coordinación sistemática", como lo reconoce Jeidels, autor de uno de los
mejores trabajos sobre "las relaciones entre los grandes bancos alemanes y
la industria". [23]
[23] Jeidels, "Das Verhältnis der deutschen Grossbanken zur Industrie, mit besonderer Liefmann, "Beteiligungs- etc. Ges", pág. 434. Berücksichtigung der Eisenindustrie", Leipzig, 1905, pág. 271.
"Cuanto más desarrollada está la economía nacional — escribe Liefmann,
defensor acérrimo del capitalismo — tanto más se entrega a empresas arriesgadas
o, en el extranjero, a empresas que exigen largo tiempo para su desarrollo o,
finalmente, a las que sólo tienen una importancia local". [24]
[24] Liefmann, “Beteigungs-etc. Ges” pág. 434
El aumento del riesgo es consecuencia, al fin y al cabo, del aumento
gigantesco de capital, el cual, por decirlo así, desborda el vaso y se vierte hacia
el extranjero, etc. Y junto con esto los progresos extremadamente rápidos de la
técnica traen aparejados consigo cada vez más elementos de desproporción entre
las distintas partes de la economía nacional, de caos, de crisis.
"Probablemente — se ve obligado a reconocer el mismo Liefmann — la
humanidad asistirá en un futuro próximo a nuevas y grandes revoluciones en el
terreno de la técnica, que harán sentir sus efectos también sobre la
organización de la economía nacional. . . (la electricidad, la navegación
aérea). Habitualmente, y por regla general, en estos períodos de radicales
transformaciones económicas se desarrolla una fuerte especulación”. . [25] Y las crisis — las crisis de toda
clase, sobre todo las crisis económicas, pero no sólo éstas — aumentan a su vez
en proporciones enormes la tendencia a la concentración y al monopolio. He aquí
unas reflexiones extraordinariamente instructivas de Jeidels sobre la
significación de la crisis de 1900, la cual, como sabemos, desempeñó el papel
de punto crucial en la historia de los monopolios modernos:
[25] Liefmann, obra cit., págs. 465-456
"La crisis de 1900 se produjo en un momento en que, al lado de
gigantescas empresas en las ramas principales de la industria, existían todavía
muchos establecimientos con una organización anticuada, según el criterio
actual, establecimientos 'puros' (esto es, no combinados), que se habían
elevado sobre las olas del auge industrial. La baja de los precios, la
disminución de la demanda, llevaron a esas empresas 'puras' a una situación calamitosa
que o no conocieron en modo alguno las gigantescas empresas combinadas o que
sólo conocieron durante un breve período. Como consecuencia de esto, la crisis
de 1900 determinó la concentración de la industria en proporciones
incomparablemente mayores que la crisis de 1873, la cual efectuó también una
determinada selección de las mejores empresas, pero, dado el nivel técnico de
entonces, esta selección no pudo crear un monopolio de las empresas que habían
conseguido salir victoriosas de la crisis. Precisamente de un tal monopolio
persistente, y, además, en un alto grado, gozan las empresas gigantescas de la
industria siderúrgica y eléctrica actuales, gracias a su técnica
complicadísima, a su extensa organización, a la potencia de su capital, y, en
menor grado, también las empresas de construcción de máquinas, determinadas
ramas de la industria metalúrgica, las vías de comunicación, etc."[26]
[26]
Jeidels, obra cit., pág. 108
El monopolio es la última palabra de la "fase más reciente del
desarrollo del capitalismo". Pero nuestro concepto de la fuerza efectiva y
de la significación de los monopolios contemporáneos sería en extremo
insuficiente, incompleto, reducido, si no tomáramos en consideración el papel
de los bancos.
La operación fundamental y primordial de los bancos consiste en servir de
intermediarios para los pagos. En relación con ello, los bancos convierten el
capital monetario inactivo en activo, esto es, que rinde beneficio; reúnen toda
clase de ingresos metálicos y los ponen a disposición de la clase de los
capitalistas.
A medida que van desarrollándose los bancos y que va acentuándose su
concentración en un número reducido de establecimientos, de modestos
intermediarios que eran antes, se convierten en monopolistas omnipotentes que
disponen de casi todo el capital monetario de todos los capitalistas y pequeños
patronos, así como de la mayor parte de los medios de producción y de las
fuentes de materias primas de uno o de varios países. Esta transformación de
los numerosos y modestos intermediarios en un puñado de monopolistas constituye
uno de los procesos fundamentales de la transformación del capitalismo en
imperialismo capitalista, y por esto debemos detenernos, en primer término, en
la concentración de los bancos.
En el año económico de 1907 a 1908, los depósitos de todos los bancos
anónimos de Alemania que poseían un capital de más de un millón de marcos eran
de 7.000 millones de marcos; en el año económico de 1912 a 1913, de 9.800
millones; un aumento de un 40% en cinco años. Además, de esos 2.800 millones de
aumento, 2.750 millones correspondían a 57 bancos con un capital de más de 10
millones de marcos. La distribución de los depósitos entre los bancos grandes y
pequeños era la siguiente: [27]
[27] Alfred Lansburgh, "Fünf Jahre d. Bankwesen", "Die Bank", 1913, núm. 8, pág. 728.
PORCENTAJE DEL
TOTAL DE DEPÓSITOS
Años
|
En los grandes bancos berlineses, en
número de 9
|
En los 48 bancos restantes con un
capital de más de 10 millones
|
En 115 bancos con un capital de 1 a 10
millones
|
En los pequeños bancos con menos de 1
millón
|
1907/8
|
47
|
32,5
|
16,5
|
4
|
1912/13
|
49
|
36
|
12
|
3
|
Los pequeños bancos van siendo eliminados por los grandes, de los cuales
nueve concentran casi la mitad de todos los depósitos. Pero aquí no se tiene
todavía mucho en cuenta, por ejemplo, la transformación de una serie de
pequeños bancos en agencias efectivas de los grandes, etc., de lo cual
trataremos más adelante.
A fines de 1913, Schulze-Gaevernitz fijaba los depósitos de los nueve
grandes bancos berlineses en 5.100 millones de marcos sobre un total de cerca
de 10.000 millones. Tomando en consideración no sólo los depósitos, sino todo
el capital bancario, ese mismo autor escribía:
"A fines de 1909, los nueve grandes bancos berlineses, junto con
los bancos adheridos a ellos, administraban 11.300 millones de marcos, esto
es, cerca del 83% de la suma del capital bancario alemán. El 'Banco Alemán'
("Deutsche Bank"), que administra, junto con los bancos adheridos
a él, cerca de 3.000 millones de marcos, representa, al lado de la administración
prusiana de las líneas férreas del Estado, la aglomeración de capital más
considerable, con la particularidad de estar en alto grado descentralizada, del
viejo mundo" [28].
[28] Schulze-Gaevernitz, "Die Deutsche Kreditbank", en "Grundriss der Sozialökonomik", Tüb., 1915, págs. 12 y 137.
Hemos subrayado la indicación relativa a los bancos "adheridos",
porque esto se refiere a una de las particularidades características más
importantes de la concentración capitalista moderna. Los grandes
establecimientos, particularmente los bancos, no sólo absorben directamente a
los pequeños, sino que los "incorporan", los subordinan, los incluyen
en "su" grupo, en su consorcio (Konzern) — según el término
técnico — por medio de la "participación" en su capital, de la compra
o del cambio de acciones, del sistema de crédito, etc., etc. El profesor
Liefmann ha consagrado un voluminoso "trabajo" de medio millar de
páginas a la descripción de las "sociedades contemporáneas de
participación y financiación", [29] pero, por
desgracia, agregando razonamientos "teóricos" de calidad más que
inferior a un material bruto, a menudo mal digerido. El resultado a que conduce
este sistema de "participación", desde el punto de vista de la
concentración, se halla indicado mejor que en ninguna otra parte en la obra del
"financiero" Riesser sobre los grandes bancos alemanes. Pero antes de
examinar sus datos daremos un ejemplo concreto del sistema de
"participación".
[29] R. Liefmann, "Beteiliguns- und Finanzierungsgesellschaften. Eine Studie über den modernen Kapitalismus und das Effektenwesen", 1a ed., Jena, 1909, pág. 212.
El "grupo" del "Banco Alemán" es uno de los más
importantes, por no decir el más importante, de los grupos de grandes bancos.
Para darse cuenta de los hilos principales
que atan entre sí a los bancos del grupo mencionado, hay que distinguir la "participación" de primero, segundo y tercer grado, o, lo que es lo mismo, la dependencia (de los bancos más pequeños con respecto al "Banco Alemán") de primero, segundo y tercer grado. Resulta lo siguiente [30]:
que atan entre sí a los bancos del grupo mencionado, hay que distinguir la "participación" de primero, segundo y tercer grado, o, lo que es lo mismo, la dependencia (de los bancos más pequeños con respecto al "Banco Alemán") de primero, segundo y tercer grado. Resulta lo siguiente [30]:
[30] A. Lansburgh, "Das Beteiligungssystem im deutschen Bankwesen", "Die Bank", 1910, I, pág. 500.
El "Banco Alemán" participa
|
Dependencia de primer grado
|
Dependencia de segundo grado
|
Dependencia de tercer grado
|
De un modo permanente
|
en 17 bancos
|
de los cuales 9
participan en 34 |
de los cuales 4
participan en 7 |
Durante un tiempo indeterminado
|
en 5 bancos
|
---
|
---
|
De vez en cuando
|
en 8 bancos
|
de los cuales 5
participan en 14 |
de los cuales 2
participan en 2 |
Total
|
en 30 bancos
|
de los cuales 14 participan en 48
|
de los cuales 6
participan en 9 |
Entre los ocho bancos de "dependencia de primer grado" sometidos
al "Banco Alemán" "de vez en cuando", figuran tres bancos
extranjeros: uno austriaco (la "Sociedad Bancaria", de Viena —
"Bankverein" —) y dos rusos (el "Banco Comercial Siberiano"
— "Sibirski Torgovi Bank" — y el "Banco Ruso para el Comercio
Exterior" — "Russki Bank dliá vneshnei torgovli" —). En total
forman parte del grupo del "Banco Alemán", directa o indirectamente,
parcial o totalmente, 87 bancos, y el capital total, propio o ajeno, de que
dispone el grupo se calcula en dos o tres mil millones de marcos.
Es evidente que un banco que se halla al frente de un grupo tal y que se
pone de acuerdo con media docena de otros, casi tan importantes como él, para
operaciones financieras singularmente grandes y lucrativas, tales como, por
ejemplo, los empréstitos de Estado, ha superado ya el papel de
"intermediario" y se ha convertido en la alianza de un puñado de
monopolistas.
Los datos de Riesser que damos a continuación, en forma abreviada, muestran
la rapidez con que a fines del siglo XIX y principios del XX se ha efectuado la
concentración de los negocios bancarios en Alemania:
SEIS GRANDES BANCOS BERLINESES TENÍAN
Años
|
Sucursales
en Alemania |
Cajas de de-
posito y ofi- cinas de cambio |
Participación
permanente en los bancos anónimos alemanes |
Total de
estable- cimientos |
1895...
|
16
|
14
|
1
|
42
|
1900
|
21
|
40
|
8
|
80
|
1911
|
104
|
276
|
63
|
450
|
Estos datos nos permiten ver cómo se extiende la espesa red de canales que
abrazan a todo el país, que centralizan todos los capitales e ingresos
monetarios, que convierten a los millares y millares de explotaciones dispersas
en una explotación capitalista única, nacional en un principio y mundial
después. La "descentralización" de que en el pasaje que hemos
reproducido más arriba, hablaba Schulze-Gaevernitz en nombre de la economía
política burguesa de nuestros días, consiste, en realidad, en la subordinación
a un centro único de un número cada día mayor de unidades económicas que antes
eran relativamente "independientes", o, más exactamente, que tenían
un carácter estrictamente local. Se trata, pues, en efecto, de la centralización,
del refuerzo del papel, de la importancia y del poder de los gigantes
monopólicos.
En los países capitalistas más viejos, dicha "red bancaria" es
todavía más espesa. En Inglaterra (comprendida Irlanda), en 1910, el número de
sucursales de todos los bancos era de 7.151. Cuatro grandes bancos contaban con
más de 400 sucursales cada uno (de 447 a 689); otros cuatro, con más de 200, y
11 con más de 100 cada uno.
En Francia, los tres bancos más importantes: el "Crédit
Lyonnais", el "Comptoir National" y la "Société
Générale" han desarrollado sus operaciones y la red de sus sucursales del
modo siguiente: [31]
[31] Eugen Kaufmann, "Das französische Bankwesen", Tüb., 1911, págs. 356 y 362. pág. 39
Años
|
Número de sucursales y de cajas
|
Capitales
(en millones de francos) |
|||
En Provincias
|
En París
|
Total
|
Propios
|
Ajenos
|
|
1870...
|
47
|
17
|
64
|
200
|
427
|
1890
|
192
|
66
|
258
|
265
|
1.245
|
1909
|
1.033
|
196
|
1.299
|
887
|
4.363
|
Para caracterizar las "relaciones" de un gran banco moderno,
Riesser suministra datos sobre el número de cartas enviadas y recibidas por la
"Sociedad de Descuento" ("Disconto-Gesellschaft"), uno de
los bancos más importantes de Alemania y de todo el mundo (su capital ascendía,
en 1914, a 300 millones de marcos):
Años
|
N° de Cartas recibidas
|
N° de Cartas emitidas
|
1852
|
6.315
|
6.292
|
1870
|
85.000
|
87.513
|
1900
|
533.102
|
626.043
|
En el gran banco
parisién "Crédit Lyonnais", el número de cuentas corrientes, que en
1875 era de 28.535, pasó a 633.539, en 1912. [32]
[32] Jean Lescure, "L'épargne en France", París, 1914, pág. 52.
Estas simples cifras muestran, quizá con mayor evidencia que largos
razonamientos, cómo la concentración del capital y el aumento del giro los bancos
transforman radicalmente la importancia de estos últimos. Los capitalistas
dispersos vienen a formar un capitalista colectivo. Al llevar una cuenta
corriente para varios capitalistas, el banco, al parecer, realiza una operación
puramente técnica, únicamente auxiliar. Pero cuando esta operación crece en
proporciones gigantescas, resulta que un puñado de monopolistas subordina las
operaciones comerciales e industriales de toda la sociedad capitalista,
obteniendo la posibilidad — por medio de sus relaciones bancarias, de las
cuentas corrientes y otras operaciones financieras —, primero, de enterarse
con exactitud del estado de los negocios de los distintos capitalistas, y,
después, de controlarlos, de ejercer influencia sobre ellos mediante la
ampliación o la restricción del crédito, facilitándolo o dificultándolo y,
finalmente, de determinar enteramente su destino, de determinar su
rentabilidad, de privarles de capital o de permitirles acrecentarlo rápidamente
y en proporciones inmensas, etc.
Acabamos de aludir al capital de 300 millones de marcos de la
"Sociedad de Descuento" de Berlín. Este aumento del capital de dicha
sociedad fue uno de los episodios de la lucha por la hegemonía entre los dos
bancos berlineses más importantes: el "Banco Alemán" y la
"Sociedad de Descuento". En 1870, el primero, todavía un novato, no
contaba más que con un capital de 15 millones, mientras que el del segundo se
elevaba a 30 millones. En 1908, el primero tenía un capital de 200 millones; el
del segundo era de 170 millones. En 1914, el primero elevó su capital a 250
millones; el segundo, mediante la fusión con otro banco importantísimo, la
"Alianza Bancaria de Schaffhausen", a 300 millones. Y, naturalmente,
esta lucha por la hegemonía se desarrolla paralelamente a los
"acuerdos", cada vez más frecuentes y más sólidos, entre los dos
bancos. He aquí a qué conclusiones hace llegar este desarrollo de los bancos a
los especialistas en cuestiones bancarias, que examinan los problemas
económicos desde un punto de vista que no va más allá, ni mucho menos, de los
límites del reformismo burgués más moderado y puntual:
"Los demás bancos seguirán el mismo camino — decía la revista alemana
'Die Bank', con motivo de la elevación del capital de la 'Sociedad de
Descuento' a 300 millones —, y los trescientos individuos que en el momento
actual rigen los destinos económicos de Alemania se verán reducidos con el
tiempo a 50, 25 o menos. No hay que esperar que el movimiento moderno de
concentración quede circunscrito a los bancos. Las estrechas relaciones entre
diferentes bancos conducen asimismo, de un modo natural, al acercamiento entre
los sindicatos de industriales que se hallan protegidos por estos bancos. . .
Un buen día nos despertaremos, y ante nuestros ojos asombrados no habrá más que
trusts, y nos hallaremos en la necesidad de reemplazar los monopolios privados
por los monopolios de Estado. Y, sin embargo, en realidad, nosotros no
tendremos nada que reprocharnos, a no ser el haber dejado que la marcha de las
cosas se desarrollara libremente, acelerada un poco por el uso de las
acciones". [33]
[33] A. Lansburgh, "Die Bank mit den 300 Millionen", "Die Bank", 1914, I, pág. 426.
He aquí un ejemplo de la impotencia del periodismo burgués, del cual la
ciencia burguesa se distingue sólo por una menor franqueza y por la tendencia a
velar la esencia de las cosas, a ocultar el bosque tras los árboles.
"Asombrarse" de las consecuencias de la concentración, hacer
"reproches" al gobierno de la Alemania capitalista o a la
"sociedad" capitalista ("nosotros"), temer la
"aceleración" de la concentración como consecuencia de la
introducción de las acciones, del mismo modo que un especialista alemán en
cartels, Tschierschky, teme los trusts norteamericanos y "prefiere"
los cartels alemanes, porque, según él, no son tan susceptibles "de
acelerar de un modo tan excesivo como los trusts el progreso técnico y
económico" [34] , ¿no es todo
esto una prueba de impotencia?
[34] S. Tschierschky, obra cit., pág. 128.
Pero los hechos no dejan de ser hechos. En Alemania no hay trusts, sino
"solamente" cartels, pero el país está gobernado por no más de
300 magnates del capital, y su número disminuye sin cesar. Los bancos, en todo
caso, en todos los países capitalistas, cualquiera que sea la diferencia entre
las legislaciones bancarias, intensifican y aceleran enormemente el proceso de
concentración del capital y de constitución de monopolios.
"Los bancos crean en escala social la forma, y nada más que la forma,
de la contabilidad general y de la distribución general de los medios de
producción", escribía Marx, hace medio siglo, en "El Capital"
(trad. rusa, t. III, parte II, pág. 144). Los datos que hemos reproducido
referentes al incremento del capital bancario, al aumento del número de
oficinas de cambio y sucursales de los bancos más importantes, de sus cuentas
corrientes, etc., nos muestran concretamente esa "contabilidad
general" de toda la clase de los capitalistas y aun no sólo de los
capitalistas, pues los bancos recogen, aunque no sea más que temporalmente,
toda clase de ingresos monetarios de los pequeños propietarios, de los
funcionarios, de la reducida capa superior de los obreros, etc. La
"distribución general de los medios de producción": he aquí lo que
brota, desde el punto de vista formal, de los bancos modernos, de los que los
más importantes en número de 3 a 6 en Francia, y de 6 a 8 en Alemania, disponen
de miles y miles de millones. Pero, por su contenido, esa distribución
de los medios de producción no es "general", ni mucho menos, sino
privada, esto es, conforme a los intereses del gran capital, y, en primer
lugar, del capital monopólico más grande, el cual obra en unas condiciones en
las que la masa de la población vive semihambrienta; condiciones en las que
todo el desarrollo de la agricultura se retrasa irremediablemente respecto del
de la industria, una parte de la cual, la "industria pesada", percibe
un tributo de todas las demás ramas industriales.
En lo que se refiere a la socialización de la economía capitalista,
empiezan a competir con los bancos las cajas de ahorro y los establecimientos
postales, los cuales son más "descentralizados", es decir, atraen al
círculo de su influencia a un número mayor de localidades, a un número mayor de
puntos recónditos, a sectores más vastos de la población. He aquí los datos
recogidos por la comisión norteamericana encargada de investigar el desarrollo
comparado de los depósitos en los bancos y en las cajas de ahorro: [35]
[35] Datos de la "National Monetary Commission" norteamericana, "Die Bank", 1910, I, pág. 1200.
DEPÓSITOS
(En miles de millones de marcos)
(En miles de millones de marcos)
Año
|
Inglaterra
|
Francia
|
Alemania
|
||||
En los bancos
|
En las cajas de ahorro
|
en los bancos
|
en las cajas de ahorro
|
en los bancos
|
en las sociedades de crédito
|
en las cajas de ahorro
|
|
1880
|
8.4
|
1.6
|
?
|
0.9
|
0.5
|
0.4
|
2.6
|
1888
|
12.4
|
2.0
|
1.5
|
2.1
|
1.1
|
0.4
|
4.5
|
1909
|
23.2
|
4.2
|
3.7
|
4.2
|
7.1
|
2.2
|
13.9
|
Las cajas de ahorro, que pagan el 4 y el 4 1/4% a los depositarios, se ven
obligadas a buscar la manera de colocar de un modo "remunerativo" sus
capitales, lanzarse a operaciones sobre las letras de cambio, las hipotecas y
otras. Las fronteras existentes entre los bancos y las cajas de ahorro
"van desapareciendo cada vez más". Las Cámaras de Comercio de Bochum
y de Erfurt, por ejemplo, exigen que se "prohíba" a las cajas de
ahorro realizar operaciones "puramente" bancarias, tales como el
descuento de letras; exigen la limitación de la actividad "bancaria"
de los establecimientos postales. [36] Los magnates
bancarios temen verse alcanzados por el monopolio del Estado cuando menos lo
esperen. Pero, naturalmente, dicho temor no va más allá de los límites de la
competencia entre dos jefes de despacho de una misma cancillería, porque de un
lado, son de hecho, y al fin y al cabo, esos mismos magnates del capital
bancario los que disponen de los miles de millones que constituyen el capital
de las cajas de ahorro, y, de otro lado, el monopolio del Estado en la sociedad
capitalista no es más que un medio de elevar y asegurar los ingresos de los
millonarios que están a punto de quebrar en tal o cual rama de la industria.
[36] Informe de la "National Monetary Commission", "Die Bank", 1913, págs. 811 y 1022; 1914, pág. 713.
La sustitución del viejo capitalismo, en el cual reina la libre
competencia, por el nuevo capitalismo, en el que domina el monopolio, se
expresa, entre otrascosas, por la disminución de la importancia de la Bolsa.
"Hace ya tiempo — dice la revista 'Die Bank' — que la Bolsa ha
dejado de ser el intermediario necesario de la circulación, como lo era antes,
cuando los bancos no podían todavía colocar la mayor parte de sus emisiones
entre sus clientes". [37]
[37] "Die Bank", 1914, I, pág. 316.
"Todo banco es una Bolsa". Este aforismo moderno es tanto más
justo cuanto más grande es el banco, cuanto mayores son los éxitos de la
concentración en los negocios bancarios". [38] "Si antes,
en los años del 70, la Bolsa, con sus excesos de juventud" (alusión
"delicada" al crac bolsista de 1873, a los escándalos de Gründer [39], etc.),
"abrió la época de la industrialización de Alemania, en el momento actual
los bancos y la industria 'se las pueden arreglar de un modo independiente'. La
dominación de nuestros grandes bancos sobre la Bolsa. . . no es otra cosa que
la expresión de la organización completa del Estado industrial alemán. Si se
restringe de este modo el campo de acción de las leyes económicas que funcionan
automáticamente y se ensancha extraordinariamente el de la regulación
consciente a través de los bancos, aumenta así en proporciones gigantescas la
responsabilidad por la economía nacional de unas cuantas cabezas
dirigentes", dice el profesor alemán Schulze-Gaevernitz [40], apologista del
imperialismo alemán, quien es considerado como una autoridad por los
imperialistas de todos los países y que se esfuerza en disimular una
"pequeñez", a saber, que esa "regulación consciente" a
través de los bancos se basa en el despojo del público por un puñado de
monopolistas "completamente organizados". La tarea del profesor
burgués consiste no en poner al descubierto todo el mecanismo y en
desenmascarar todas las artimañas de los monopolistas bancarios, sino en
embellecerlos. Del mismo modo, Riesser, economista y financiero más prestigioso
todavía, sale del paso por medio de frases que no dicen nada, respecto de
hechos que es imposible negar:
"La Bolsa va perdiendo cada día más la cualidad, absolutamente
indispensable para toda la economía y para la circulación de los valores, no
sólo de ser el instrumento más fiel de evaluación, sino también el regulador
casi automático de los movimientos económicos que convergen hacia ella". [41]
[38] Dr. Oscar Stillich, "Geld- und Bankwesen", Berlín, 1907, pág. 169.
[39] Los escándalos de Gründer se produjeron en el período de fundación intensa (Gründer en alemán significa fundador) de sociedades anónimas en Alemania a principios de los años 70 del siglo XIX. El creciente proceso de fundación de estas sociedades iba acompañado de maniobras fraudulentas de los negociantes burgueses enriquecidos y de una especulación desenfrenada sobre tierras y valores en la Bolsa.
[40] Schulze-Gaevernitz, "Die Deutsche Kreditbank, en Grundriss der Soziaiokonomik", Tüb., 1915, pág. 101.
[41] Riesser, obra cit., pág. 629 de la cuarta edición.
En otros términos: el viejo capitalismo, el capitalismo de la libre
competencia, con su regulador absolutamente indispensable, la Bolsa, pasa a la
historia. En su lugar, ha aparecido el nuevo capitalismo, que tiene los rasgos
evidentes de un fenómeno transitorio, que representa una especie de mescolanza
de la libre competencia y del monopolio. Surge de un modo natural la pregunta:
¿a qué tiende la "transición" de este nuevo capitalismo? Pero
los sabios burgueses tienen miedo de hacerse esta pregunta.
"Treinta años atrás, los empresarios que competían libremente entre sí
realizaban las 9/10 de la labor económica que no pertenece a la esfera del
trabajo físico de los "obreros". en la actualidad, son los funcionarios
los que realizan las 9/10 de esa labor económica intelectual. Los bancos se
hallan al frente de esta evolución". [42] Esta confesión de Schulze-Gaevernitz lleva
una y otra vez a la cuestión de saber a qué tiende esta transición del nuevo
capitalismo, del capitalismo en su fase imperialista.
Entre el reducido número de bancos que, como consecuencia del proceso de
concentración, se queda al frente de toda la economía capitalista, se observa y
se acentúa cada día más, como es natural, la tendencia a llegar a un acuerdo
monopólico, al trust de los bancos. En los Estados Unidos, no son nueve,
sino dos grandes bancos, de los multimillonarios Rockefeller y Morgan,
los que dominan sobre un capital de 11.000 millones de marcos [43]. En Alemania, la
absorción, a que hemos aludido antes, de la "Alianza Bancaria Schaffhausen"
por la "Sociedad de Descuento", provocó las siguientes reflexiones
por parte del periódico de los intereses bursátiles, la "Gaceta de
Francfort": [44]
"Con el incremento de la concentración de los bancos, se restringe el
círculo de instituciones a las cuales uno se puede dirigir en demanda de
crédito, como consecuencia de lo cual aumenta la dependencia de la gran
industria respecto de un reducido número de grupos bancarios. Como resultado de
la estrecha relación entre la industria y el mundo financiero, la libertad de
movimiento de las sociedades industriales que tienen necesidad del capital
bancario se ve restringida. Por eso, la gran industria asiste con cierta
perplejidad a la trustificación de los bancos (unificación o transformación en
trusts), cada día más intensa; en efecto, a menudo se ha podido observar el
germen de acuerdos determinados entre los consorcios de grandes bancos,
acuerdos cuya finalidad es limitar la competencia". [45]
[42] Schulze-Gaevernitz, "Die Deutsche Kreditbank" en Grundriss der Sozialökonomik, Tüb., 1915, pág. 151.
[43] "Die Bank", 1912, I, pág. 435.
[44] "Gaceta de Francfort " ("Frankfurter Zeitung"): Periódico burgues alemán que editóse desde 1856 en Francfort de Main.
[45] Citado por Schulze-Gaevernitz en "Grdr. d. S.-Oek.", pág. 155.
Una y otra vez más se ve que la última palabra en el desarrollo de los
bancos es el monopolio.
En cuanto a la estrecha relación existente entre los bancos y la industria,
es precisamente en esta esfera donde se manifiesta, acaso con más evidencia que
en ninguna otra parte, el nuevo papel de los bancos. Si el banco descuenta las
letras de un empresario, le abre una cuenta corriente, etc., esas operaciones,
consideradas aisladamente, no disminuyen en lo más mínimo la independencia de
dicho empresario y el banco no pasa de ser un modesto intermediario. Pero si
estas operaciones son cada vez más frecuentes e importantes, si el banco
"reúne" en sus manos inmensos capitales, si las cuentas corrientes de
una empresa permiten al banco — y es así como sucede — enterarse, de un modo cada
vez más detallado y completo, de la situación económica de su cliente, el
resultado es una dependencia cada día más completa del capitalista industrial
respecto del banco.
Paralelamente se desarrolla, por decirlo así, la unión personal de los
bancos con las más grandes empresas industriales y comerciales, la fusión de
los unos y de las otras por la posesión de las acciones, la entrada de los
directores de los bancos en los consejos de vigilancia (o administración) de
las empresas industriales y comerciales, y viceversa. El economista alemán
Jeidels ha reunido datos muy detallados sobre esta forma de concentración de
los capitales y de las empresas. Seis grandes bancos berlineses estaban
representados, por sus directores, en 344 sociedades industriales, y por los miembros
de sus consejos de administración, en otras 407, o sea, en total, 751
sociedades. En 289 sociedades tenían a dos de sus miembros en los consejos de
administración u ocupaban en ellos la presidencia. Entre esas sociedades
mercantiles e industriales hallamos las ramas industriales más variadas:
compañías de seguros, vías de comunicación, restaurantes, teatros, industria
artística, etc. Por otra parte, en los consejos de administración de esos seis
bancos había (en 1910) 51 grandes industriales, entre ellos el director de la
firma Krupp, el de la gigantesca sociedad marítima "Hapag"
(Hamburgo-América), etc., etc. Cada uno de los seis bancos, desde 1895 a 1910,
participó en la emisión de acciones y obligaciones para varios centenares de
sociedades industriales, más concretamente, de 281 a 419. [46]
[46] Jeidels y Riesser, obras cit.
"La unión personal" de los bancos y la industria se completa con
la "unión personal" de ambas con el gobierno. "Los puestos en
los consejos de administración — escribe Jeidels — son confiados voluntariamente
a personalidades de renombre, así como a antiguos funcionarios del Estado, los
cuales pueden proporcionar no pocas facilidades (!!) En las relaciones con las
autoridades. . . en el consejo de administración de un banco importante
hallamos generalmente a un miembro del parlamento o del ayuntamiento de
Berlín".
Los grandes monopolios capitalistas van surgiendo y desarrollándose, por
decir así, a toda máquina, siguiendo todos los caminos "naturales" y
"sobrenaturales". Se establece sistemáticamente una determinada
división del trabajo entre algunos centenares de reyes financieros de la
sociedad capitalista actual.
"Paralelamente a esta extensión del campo de acción de algunos grandes
industriales (que entran en los consejos de administración de los bancos, etc.)
y al hecho de que se confíe a los directores de los bancos de provincias
únicamente la administración de una zona industrial determinada, se produce cierto
aumento de la especialización entre los dirigentes de los grandes bancos. Tal
especialización en general es concebible únicamente en el caso de que la
empresa bancaria, y particularmente sus relaciones industriales, tengan grandes
dimensiones. Esta división del trabajo se efectúa en dos sentidos: de una
parte, la relación con la industria en su conjunto se confía, como ocupación
especial, a uno de los directores; de otra parte, cada director es encargado
del control de empresas aisladas o de grupos de empresas afines por su
producción o por sus intereses (el capitalismo ha llegado ya a ejercer la
supervisión organizada de las empresas aisladas). . . La especialidad de
uno es la industria alemana, o simplemente la de la Alemania occidental (la
Alemania occidental es la parte más industrial del país); la de otro, las
relaciones con los industriales y los gobiernos extranjeros, los informes sobre
los industriales, etc., sobre los negocios bursátiles, etc. Además de esto,
cada uno de los directores de banco, a menudo queda encargado de una localidad
o de una rama especial de industria; uno trabaja principalmente en los consejos
de administración de las sociedades eléctricas, otro en las fábricas químicas,
azucareras o de cerveza, el tercero en un cierto número de empresas aisladas y,
paralelamente, en el consejo de administración de sociedades de seguros. . . en
una palabra, es indudable que en los grandes bancos, a medida que aumentan las
proporciones y la variedad de sus operaciones, se establece una división del
trabajo cada vez mayor entre los directores, con el fin (que consiguen) de elevarlos
un poco, por decirlo así, por encima de los negocios puramente bancarios, de
hacerlos más aptos para tener un juicio propio sobre los asuntos, para
orientarse mejor sobre las cuestiones generales de la industria y sobre las
cuestiones especiales de sus diversas ramas, de prepararlos para su actividad
en la esfera industrial de la influencia del banco. Este sistema de los bancos
se halla completado por la tendencia de los mismos a elegir para sus consejos
de administración a gente que conozca bien la industria, a empresarios, a
antiguos funcionarios, particularmente a los que hayan trabajado en los
departamentos de ferrocarriles, minas", etc. [47]
[47] Jeidels, obra cit., pág. 157.
En los bancos franceses hallamos instituciones similares, sólo que en una
forma un poco diferente. Por ejemplo, uno de los tres grandes bancos franceses,
el "Crédit Lyonnais", ha organizado una sección especial dedicada a
recoger informaciones financieras: "Service des études financieres". En
dicha sección trabajan permanentemente 50 personas: ingenieros, estadísticos,
economistas, abogados, etc. Cuesta de 600 a 700 mil francos anuales. La sección
se halla dividida a su vez en ocho subsecciones: una recoge datos especiales
sobre las empresas industriales, otra estudia la estadística general, otra las
sociedades ferroviarias y navieras, otra los fondos, otra los balances
financieros, etc. [48]
[48] Artículo de Eugen Kaufmann sobre los bancos franceses, en "Die Bank", 1909, II, págs. 851 y siguientes.
Resulta, de una parte, una fusión cada día mayor, o según la acertada
expresión de N. Bujarin, la ensambladura de los capitales bancario e
industrial, y de otra, la transformación de los bancos en instituciones de un
"carácter" verdaderamente "universal". Juzgamos necesario
reproducir los términos exactos relativos a esta cuestión empleados por
Jeidels, el escritor que mejor la ha estudiado:
"Como resultado del examen de las relaciones industriales en su
conjunto, obtenemos el carácter universal de los establecimientos
financieros que trabajan para la industria. En oposición a otras formas de los
bancos, en oposición a las exigencias, formuladas a veces en la literatura, de
que los bancos deben especializarse en una esfera determinada de negocios o en
una rama industrial determinada a fin de pisar terreno firme, los grandes
bancos tienden a hacer sus relaciones con los establecimientos industriales lo
más variadas posible, tanto desde el punto de vista del lugar como del género
de la producción; se esfuerzan en eliminar la distribución desigual del capital
entre las distintas regiones o ramas de la industria, desigualdad que halla su
explicación en la historia de diversos establecimientos. . . Una tendencia
consiste en convertir la relación con la industria en un fenómeno de orden
general; la otra, en trocarla en sólida e intensiva; ambas están realizadas en
seis grandes bancos no de un modo completo, pero ya en proporciones
considerables y en un grado igual".
En los medios comerciales e industriales se oyen con frecuencia
lamentaciones contra el "terrorismo" de los bancos. Y no tiene nada
de sorprendente que surjan tales lamentaciones cuando los grandes bancos
"mandan" tal como lo demuestra el ejemplo siguiente: El 19 de
noviembre de 190l, uno de los bancos berlineses llamados bancos D (el nombre de
los cuatro bancos más importantes empieza por la letra D) se dirigió a la
administración del "Sindicato del cemento de la Alemania del Norte, del
Oeste y del Centro", con la carta siguiente:
"Según la nota publicada por ustedes el 18 del mes actual en el
periódico tal, se ve que debemos admitir la posibilidad de que la asamblea
general de su sindicato, que debe celebrarse el 30 de este mes, adopte
resoluciones susceptibles de determinar en su empresa modificaciones que son
inaceptables para nosotros. Por esto, sintiéndolo profundamente, nos vemos
obligados a retirarles el crédito de que hasta ahora gozaban. . . Pero si dicha
asamblea general no toma resoluciones inaceptables para nosotros y se nos da
garantías a este respecto para lo futuro, estamos dispuestos a entablar negociaciones
con el fin de abrir un nuevo crédito". [49]
[49] Dr. Osc. Stillich, "Geld- und Bankwesen", Berlín, 1907, pág. 148.
En esencia, se trata de las mismas lamentaciones del pequeño capital
respecto del yugo del grande, ¡pero, en este caso, ha pasado a la categoría de
"pequeño" capital todo un sindicato! La vieja lucha entre el pequeño
y el gran capital se reproduce en un nuevo e inconmensurablemente más elevado
grado de desarrollo. Es evidente que, disponiendo de miles de millones, las
empresas de los grandes bancos pueden también hacer avanzar el progreso
técnico, valiéndose de medios incomparablemente superiores a los anteriores.
Los bancos crean, por ejemplo, sociedades especiales de investigación técnica,
de cuyos resultados se aprovechan, naturalmente sólo las empresas industriales
"amigas". Entre ellas figuran la "Sociedad para el estudio del
problema de los ferrocarriles eléctricos", la "Oficina central de
investigaciones científico-técnicas", etc.
Los dirigentes mismos de los grandes bancos no pueden dejar de ver que
están creándose nuevas condiciones de la economía nacional, pero ellos son
impotentes ante las mismas.
"El que haya observado durante los últimos años — dice Jeidels — el
cambio de personas en los cargos de directores y miembros de los consejos de administración
de los grandes bancos, no habrá podido dejar de darse cuenta de que el poder
pasa paulatinamente a manos de hombres que consideran que el fin necesario y
cada vez más vital de los grandes bancos consiste en intervenir activamente en
el desenvolvimiento general de la industria; y que entre estos hombres y los
viejos directores de los bancos, se producen con este motivo divergencias en el
terreno de los negocios y, a menudo, en el terreno personal. Se trata, en el
fondo de saber si no perjudica a los bancos, en su calidad de instituciones de
crédito, esa intervención de los mismos en el proceso industrial de la
producción, si no se sacrifican los principios firmes y el beneficio seguro a
una actividad que no tiene nada de común con el papel de intermediario para la
facilitación de créditos y que coloca a los bancos en un terreno en el que se
hallan todavía más expuestos que antes al dominio ciego de la coyuntura
industrial. Así hablan muchos de los viejos directores de bancos, mientras que
la mayoría de los jóvenes considera la intervención activa en los problemas de
la industria como una necesidad semejante a la que ha originado, junto con la
gran industria moderna, los grandes bancos y las empresas industriales
bancarias modernas. En lo único en que están de acuerdo las dos partes es en
que no existen principios firmes ni fines concretos para la nueva actividad de
los grandes bancos". [50]
[50] Jeidels, obra cit., pág. 183-184.
El viejo capitalismo ha caducado. El nuevo constituye una etapa de
transición hacia algo distinto. Encontrar "principios firmes y fines
concretos" para la "conciliación" del monopolio con la libre
competencia, es, naturalmente, imposible. Las confesiones de los prácticos
tienen un sentido bien distinto de los himnos oficiales a las excelencias del
capitalismo "organizado", entonados por sus apologistas, tales como
Schulze-Gaevernitz, Liefmann y otros "teóricos".
Jeidels nos da una respuesta bastante exacta a la cuestión importante de
saber a qué período se refieren con precisión los comienzos de la "nueva
actividad" de los grandes bancos:
"Las relaciones entre las empresas industriales con su nuevo
contenido, sus nuevas formas, sus nuevos órganos, a saber: los grandes bancos
organizados de un modo a la vez centralizado y descentralizado, se forman, como
fenómeno característico de la economía nacional, hacia los años del 90; en
cierto sentido, puede incluso ser considerado como punto de partida el año
1897, con sus grandes "fusiones" de empresas que introdujeron por vez
primera la nueva forma de organización descentralizada, por razones de la
política industrial de los bancos. Este punto de partida se puede tal vez
llevar incluso a un período más reciente, pues únicamente la crisis de 1900
aceleró en proporciones gigantescas el proceso de concentración tanto de la
industria como de la banca, consolidó dicho proceso, convirtió por primera vez
las relaciones con la industria en verdadero monopolio de los grandes bancos y
dio a dichas relaciones un carácter incomparablemente más estrecho y más intenso".
[51]
[51] Jeidels, obra cit., pág. 181.
En resumen, el siglo XX señala el punto de viraje del viejo al nuevo
capitalismo, de la dominación del capital en general a la dominación del
capital financiero.
"Una parte cada día mayor del capital industrial — escribe Hilferding
— no pertenece a los industriales que lo utilizan. Pueden disponer del capital
únicamente por mediación del banco, que representa, respecto de ellos, al
propietario de dicho capital. Por otra parte, el banco también se ve obligado a
colocar en la industria una parte cada vez más grande de su capital. Gracias a
esto, se convierte, en proporciones crecientes, en capitalista industrial. Este
capital bancario, por consiguiente, capital en forma de dinero, que por este
procedimiento se trueca de hecho en capital industrial, es lo que llamo capital
financiero". "El capital financiero es el capital que se halla a
disposición de los bancos y que es utilizado por los industriales". [52]
[52] Hilferding, "El capital Financiero", Moscú, 1912, págs. 338-339
Esta definición no es completa, por cuanto no se indica en ella uno de los
hechos más importantes, a saber: el aumento de la concentración de la
producción y del capital en un grado tan elevado, que conduce y ha conducido al
monopolio. Pero en toda la exposición de Hilferding, en general, y en
particular en los dos capítulos que preceden a aquél del cual hemos entresacado
esta definición, se subraya el papel de los monopolios capitalistas.
Concentración de la producción; monopolios que se derivan de la misma;
fusión o ensambladura de los bancos con la industria: he aquí la historia de la
aparición del capital financiero y el contenido de dicho concepto.
Ahora pasaremos a describir cómo el poder de los monopolios capitalistas se
convierte indefectiblemente, en las condiciones generales de la producción de
mercancías y de la propiedad privada, en la dominación de la oligarquía
financiera. Señalemos que los representantes de la ciencia burguesa alemana — y
no sólo de la alemana —, tales como Riesser, Schulze-Gaevernitz, Liefmann y
otros, son todos unos apologistas del imperialismo y del capital financiero. No
ponen al descubierto, sino que disimulan y embellecen el "mecanismo"
de la formación de las oligarquías, sus procedimientos, la cuantía de sus
ingresos "lícitos e ilícitos", sus relaciones con los parlamentos,
etc., etc. se quitan de encima las "cuestiones malditas" por medio de
frases altisonantes y oscuras, de invocaciones al "sentido de la responsabilidad"
de los directores de los bancos; por medio de elogios al "sentimiento del
deber" de los funcionarios prusianos; por medio del análisis en serio de
las minucias de proyectos de ley nada serios sobre el "control" y la
"reglamentación", por medio de infantiles juegos teóricos, tales como
la siguiente definición "científica" a que ha llegado el profesor
Liefmann: . . . "el comercio es una actividad profesional encaminada a
reunir bienes, conservarlos y ponerlos a disposición" [53] (el subrayado es
del profesor). . . ¡Resulta que el comercio existía entre los hombres
primitivos, los cuales no conocían todavía el cambio, y que también existirá en
la sociedad socialista!
[53] R. Liefmann, obra cit., pág. 476.
Pero los monstruosos hechos relativos a la monstruosa dominación de la
oligarquía financiera son tan evidentes, que en todos los países capitalistas —
en América, en Francia, en Alemania — ha surgido una literatura que se coloca
en el punto de vista burgués y que, no obstante, traza un cuadro
aproximadamente exacto y hace una crítica — pequeñoburguesa, naturalmente — de
la oligarquía financiera.
Hay que consagrar una atención preferente al "sistema de
participación", del que ya hemos hablado brevemente más arriba. He aquí
cómo describe la esencia del asunto el economista alemán Heymann, el cual ha
sido uno de los primeros, si no el primero, en prestarle atención:
"El director controla la sociedad fundamental (textualmente, la
'sociedad madre'); ésta, a su vez, ejerce el dominio sobre las sociedades que
dependen de ella ('sociedades filiales'); estas últimas, sobre las 'sociedades
nietas', etc. De esta forma, es posible, sin poseer un capital demasiado
grande, dominar sobre ramas gigantescas de la producción. En efecto: si la
posesión del 50% del capital es siempre suficiente para controlar una sociedad
anónima, al dirigente le basta poseer sólo un millón para tener la posibilidad
de controlar 8 millones de capital de las 'sociedades nietas'. Y si esta
'combinación' va todavía más lejos, con un millón se pueden controlar
dieciséis, treinta y dos millones, etc." [54]
[54] Hans Gídeon Heymann, "Die gemischten Werke im deutschen Grosseisengewerbe", St., 1904, págs. 268-269.
En efecto, la experiencia demuestra que basta con poseer el 40% de las
acciones para disponer de los negocios de una sociedad anónima [55], pues cierta parte
de los pequeños accionistas dispersos no tienen en la práctica ninguna
posibilidad de tomar parte en las asambleas generales, etc. La
"democratización" de la posesión de las acciones, de la cual los
sofistas burgueses y los pretendidos socialdemócratas que son oportunistas
esperan (o afirman que esperan) la "democratización del capital", el
acrecentamiento del papel y de la importancia de la pequeña producción, etc.,
es en realidad uno de los modos de reforzar el poder de la oligarquía
financiera. Por eso, entre otras cosas, en los países capitalistas más
adelantados o más viejos y "experimentados", la legislación autoriza
la emisión de acciones más pequeñas. En Alemania, la ley no permite acciones de
menos de mil marcos, y los magnates financieros de dicho país vuelven los ojos
con envidia hacia Inglaterra, donde la ley consiente acciones hasta de una
libra esterlina (es decir, de 20 marcos, o alrededor de 10 rublos). Siemens,
uno de los "reyes financieros" e industriales más poderosos de
Alemania, declaraba el 7 de junio de 1900, en el Reichstag, que "la acción
de una libra esterlina es la base del imperialismo británico". [56] Este negociante
tiene una concepción considerablemente más profunda, más "marxista"
de lo que es el imperialismo, que cierto escritor poco honorable que se
considera como el fundador del marxismo ruso [57] y que supone que el
imperialismo es un defecto propio de uno de los pueblos.
[55] Liefmann, "Beteiligungsges, etc.", pág. 258 (primera edición).
[56] Schulze-Gaevernitz, "Grundriss der Sozialökonomik", vol. V., 2, pág. 110.
[57] Lenin se refiere a G. V. Plejánov.
Pero el "sistema de participación" no sólo sirve para aumentar en
proporciones gigantescas el poderío de los monopolistas, sino que, además,
permite llevar a cabo impunemente toda clase de negocios oscuros y sucios y
robar al público, pues los dirigentes de las "sociedades madres",
formalmente, según la ley, no responden por la "sociedad filial", que
es considerada como "independiente" y a través de la cual se
puede "hacer pasar" todo. He aquí un ejemplo que entresacamos
del número de mayo de 1914, de la revista alemana "Die Bank":
"La 'Sociedad anónima de acero para resortes', de Cassel, hace unos
años, era considerada como una de las empresas más lucrativas de Alemania. Como
consecuencia de la mala administración, los dividendos descendieron del 15% al
0%. Como se pudo comprobar después, la administración, sin informar a los
accionistas, había hecho un préstamo de seis millones de marcos a una de
sus 'sociedades filiales', 'Hassia', cuyo capital nominal era únicamente de
algunos centenares de miles de marcos. Ese préstamo, tres veces superior al
capital en acciones de la 'sociedad madre', no figuraba en los balances de
ésta; jurídicamente, tal silencio era completamente legal y podía continuar
durante dos años, pues con ello no se vulneraba ni un solo artículo de la
legislación comercial. El presidente del consejo de administración, que en
calidad de personalidad responsable firmó los balances falsos, era y sigue
siendo presidente de la Cámara de Comercio de Cassel. Los accionistas se
enteraron de este préstamo a la sociedad 'Hassia' sólo mucho tiempo después,
cuando resultó que dicho préstamo había sido un error. . . (El autor debiera
haber colocado esta palabra entre comillas), y cuando las acciones del 'acero
para resortes', a consecuencia de que empezaron a deshacerse de ellas los
enterados, vieron bajar su precio aproximadamente en un 100%. . .
"Este ejemplo típico de equilibrismo en los balances, el más
común en las sociedades anónimas, nos explica por qué las direcciones de éstas
emprenden negocios arriesgados con mucha más facilidad que los negociantes
particulares. La técnica moderna de elaboración de los balances no sólo les da
posibilidad de ocultar al accionista medio la operación arriesgada, sino que incluso
permite a los individuos principalmente interesados descargarse de la
responsabilidad por medio de la venta oportuna de las acciones en el caso de
que fracase el experimento, mientras que el negociante particular responde con
su piel de todo lo que hace.
"Los balances de muchas sociedades anónimas se parecen a los
palimpsestos de la Edad Media, de los cuales era necesario borrar lo que
llevaban escrito para descubrir los signos escritos debajo y que daban el
contenido real del manuscrito. (El palimpsesto era un pergamino en el cual el
texto fundamental estaba cubierto por otro manuscrito.)
"El medio más sencillo y, por esto, más comúnmente empleado para hacer
indescifrable un balance, consiste en dividir una empresa en varias partes por
medio de la creación de 'sociedades filiales' o de la incorporación de
establecimientos de este género. Las ventajas de este sistema, desde el punto
de vista de diversos fines — legales e ilegales —, son tan evidentes, que en la
actualidad constituyen una excepción las grandes sociedades que no lo
adoptan". [58]
Como ejemplo de sociedad monopólica de gran importancia, que aplica en gran
escala dicho sistema, el autor cita la famosa "Sociedad General de
Electricidad" (A.E.G., de la cual volveremos a hablar más adelante). en
1912, se calculaba que esta sociedad participaba en otras 175 a 200,
dominándolas, claro está, y reuniendo entre todas ellas un capital de cerca de 1.500
millones de marcos. [59]
[58] L. Eschwege, "Tochtergesellschaften", "Die Bank", 1914, t. I, pág. 545.
[59] Kurt Heinig, "Der Weg des Elektrotrusts", "Neue Zeit", 1912, 30 año II, pág. 484
Cualesquiera reglas de control, de publicación de balances, de elaboración
de esquemas precisos para los mismos, de institución de control, etc., con lo
que distraen la atención del público los profesores y funcionarios bien
intencionados, esto es, que tienen la buena intención de defender y de
embellecer el capitalismo, no pueden tener aquí ninguna importancia, pues la
propiedad privada es sagrada, a nadie se le puede prohibir comprar, vender,
permutar, hipotecar acciones, etc.
Se puede juzgar de las proporciones que el "sistema de la
participación" ha alcanzado en los grandes bancos rusos por los datos
comunicados por E. Agahd, quien durante quince años fue funcionario del Banco
Ruso-Chino y que en mayo de 1914 publicó una obra con el título, no del todo
exacto, "Los grandes bancos y el mercado mundial". [60] El autor divide
los grandes bancos rusos en dos grupos fundamentales: a) los que funcionan con
el "sistema de participación", y b) los "independientes",
entendiendo, sin embargo, arbitrariamente por "independencia" la
independencia respecto de los bancos extranjeros. El autor divide el
primer grupo en tres subgrupos: 1) participación alemana, 2) inglesa y 3)
francesa, entendiendo por ello la "participación" y el dominio de los
más grandes bancos extranjeros de la nacionalidad correspondiente. Los
capitales de los bancos los divide en "productivos" (los invertidos
en el comercio y en la industria) y en "especulativos" (los empleados
en las operaciones bursátiles y financieras), suponiendo, de acuerdo con el
punto de vista pequeñoburgués reformista que le es propio, que, bajo el capitalismo,
es posible separar la primera forma de inversión de la segunda y suprimir esta
última.
[60] E. Agahd, "Grossbanken und Weltmarkt. Die wirtschaftliche und politische Bedeutung der Grossbanken im Weltmarkt unter Berucksichtigung ihres Einflusses auf Russlands Volkswirtschaft und die deutsch-russischen Beziehungen", Berlín, 1914.
Los datos del
autor son los siguientes:
ACTIVO DE LOS BANCOS
(Según los balances de octubre-noviembre de 1913 y en millones de rublos)
(Según los balances de octubre-noviembre de 1913 y en millones de rublos)
Grupos de bancos rusos
|
Capitales colocados
|
Total
|
|
Productivos
|
Especulativos
|
||
a1) 4 bancos: Comercial Siberiano, Ruso,
Internacional y de Descuento
|
413,7
|
859,9
|
1.272,8
|
a2) 2 bancos: Comercial e Industrial y Ruso-Inglés
|
239,3
|
169,1
|
408,4
|
a3) 5 bancos: Ruso-Asiático, Privado de San
Petersburgo, Del Azov y del Don, Unión y Comercial Ruso-Francés . .
|
711,8
|
661,2
|
1.373,0
|
(11 bancos) Total : . . . . . . a) =
|
1.364,8
|
1.689,4
|
3.054,2
|
b) 8 bancos: Comercial de Moscú, Comercial del Volga
y del Kama, I. W. Junker y Cía., Comercial de San Petersburgo (antes
Wawelberg), De Moscú (antes Riabushinski), de Descuento de Moscú, Comercial
de Moscú y Privado de Moscú
|
504,2
|
391,1
|
895,3
|
(19 bancos) Total
|
1.869,0
|
2.080,5
|
3.949,5
|
De estos datos resulta que del total aproximado de 4 mil millones de rublos que constituyen el capital "activo" de los grandes bancos, más de los 3/4, más de 3 mil millones, corresponden a bancos que, en el fondo, son "sociedades filiales" de los bancos extranjeros, en primer lugar, de los parisienses (el famoso trío bancario: "Unión Parisiense", "Banco de París y de los Países Bajos", "Sociedad General") y de los berlineses (particularmente el "Banco Alemán" y la "Sociedad de Descuento"). Dos de los bancos rusos más importantes, el "Ruso" ("Banco Ruso de Comercio Exterior") y el "Internacional" ("Banco Comercial Internacional de San Petersburgo") vieron pasar sus capitales, en el período comprendido entre 1906 y 1912, de 44 a 98 millones de rublos, y las reservas, de 15 a 39 millones, "trabajando en los 3/4 con capitales alemanes"; el primer banco pertenece al "consorcio" del "Banco Alemán", de Berlín; el segundo, a la "Sociedad de Descuento", de la misma capital. El bueno de Agahd se indigna profundamente de que los bancos berlineses tengan en sus manos la mayoría de las acciones y de que, a consecuencia de ello, los accionistas rusos sean impotentes. Y, naturalmente, el país que exporta el capital se queda con la nata: por ejemplo, el "Banco Alemán", de Berlín, introduciendo en esta ciudad las acciones del Banco Comercial Siberiano, guardó durante un año dichas acciones en cartera y después las vendió al curso de 193 por 100, es decir, casi al doble, "obteniendo" de este modo un beneficio de cerca de 6 millones de rublos, calificado por Hilferding de "beneficio de constitución".
El autor estima en 8.235 millones de rublos la "potencia" de los bancos petersburgueses más importantes. La "participación" o, para decirlo mejor, el dominio de los bancos extranjeros lo fija en las proporciones siguientes: franceses, 55%; ingleses, 10%; alemanes, 35%. De esta suma, de 8.235 millones de capital activo, 3.687 millones, esto es, más del 40%, corresponden, según los cálculos del autor, a los sindicatos: el "Produgol", [61] el "Prodamet" [62] y los sindicatos del petróleo, de la metalurgia y del cemento. Por consiguiente, la fusión del capital bancario e industrial, con motivo de la constitución de los monopolios capitalistas, ha dado también en Rusia un gran paso adelante.
[61] Produgol : "Sociedad Rusa de comercio del combustible mineral de la cuenca del Donetz". Fue fundada en el año 1906.
[62] Prodamet : "Sociedad para la venta de artículos de las fábricas metalúrgicas rusas". Fue fundada en el año 1901.
El capital financiero, concentrado en un puño y que goza del monopolio
efectivo, obtiene un beneficio enorme, que se acrece sin cesar, de la
constitución de sociedades, de la emisión de valores, de los empréstitos del
Estado, etc., consolidando la dominación de la oligarquía financiera,
imponiendo a toda la sociedad los tributos en provecho de los monopolistas. He
aquí uno de los innumerables ejemplos de los "negocios" de los trusts
americanos, citado por Hilferding: En 1887, Havemeyer constituyó el trust del
azúcar mediante la fusión de 15 pequeñas compañías, cuyo capital total era de
6,5 millones de dólares. Pero el capital del trust, "diluido", según
expresión norteamericana, fue determinado en 50 millones de dólares. La
"sobrecapitalización" calculaba de antemano los futuros beneficios
monopólicos, del mismo modo que, también en América, el trust del acero calcula
los futuros beneficios monopólicos acaparando un número cada vez más
considerable de yacimientos de mineral de hierro. Y, en efecto, el trust del
azúcar fijó precios de monopolio y percibió tales beneficios, que pudo pagar un
dividendo del 10% al capital siete veces "diluido", es
decir, ¡casi el 70% del capital aportado efectivamente al ser constituido el
trust! En 1909, su capital era de 90 millones de dólares. En veintidós
años, había aumentado su capital en más de 10 veces.
En Francia, la dominación de la "oligarquía financiera"
("Contra la oligarquía financiera en Francia" es el título del
conocido libro de Lysis, cuya quinta edición apareció en 1908) ha adoptado una
forma sólo un poco modificada. Los cuatro bancos más importantes gozan no del
monopolio relativo, sino "del monopolio absoluto" para la emisión de
valores. De hecho, se trata de un "trust de los grandes bancos". Y el
monopolio garantiza beneficios monopólicos de las emisiones. Al hacerse los
empréstitos, el país que los negocia percibe habitualmente no más del 90% del
total; el 10% restante va a parar a los bancos y demás intermediarios. El
beneficio de los bancos en el empréstito ruso-chino de 400 millones de francos
fue del 8%; en el ruso (1904) de 800 millones, del 10%; en el marroquí (1904)
de 62,5 millones, del 18,75%. El capitalismo, que inició su desarrollo con el
pequeño capital usurario, llega al final de este desarrollo con un capital
usurario gigantesco. "Los franceses son los usureros de Europa", dice
Lysis. Todas las condiciones de la vida económica sufren una modificación
profunda a consecuencia de esta transformación del capitalismo. Con el
estancamiento de la población, de la industria, del comercio y del transporte
marítimo, "el país" puede enriquecerse por medio de las operaciones
usurarias. "Cincuenta individuos, que representan un capital de 8 millones
de francos, pueden disponer de dos mil millones colocados en cuatro
bancos". El sistema de la "participación", que ya conocemos,
conduce a las mismas consecuencias: uno de los bancos más importantes, la
"Sociedad General" (Société Générale) emitió 64.000 obligaciones de
la "sociedad filial", "Refinerías de azúcar de Egipto". El
curso de la emisión era del 150%, es decir, que el banco se beneficiaba en
cincuenta céntimos por cada franco. Los dividendos de dicha sociedad resultaron
ficticios, el "público" perdió de 90 a 100 millones de francos;
"uno de los directores de la 'Sociedad General' era miembro de la
administración de las 'Refinerías'. No tiene nada de sorprendente que el autor
se vea obligado a llegar a la siguiente conclusión: "la República francesa
es una monarquía financiera"; "es el dominio completo de la oligarquía
financiera, que reina sobre la prensa y sobre el gobierno". [63]
Los beneficios excepcionalmente elevados que proporciona la emisión de
valores, como una de las operaciones principales del capital financiero,
desempeñan un papel muy importante en el desarrollo y consolidación de la
oligarquía financiera. "En el interior del país no hay ningún 'negocio'
que dé, ni aproximadamente, un beneficio tan elevado como el servir de
intermediario para la emisión de los empréstitos extranjeros", dice la
revista alemana "Die Bank". [64]
[63] Lysis, "Contre l'oligarchie financière en France", 5a edición, París, 1908, págs 11, 12, 26, 39, 40, 48.
[64] "Die Bank", 1913, núm. 7, pág. 630.
"No hay ninguna operación bancaria que produzca beneficios tan
elevados como las emisiones". En la emisión de valores industriales, según
los datos de "El Economista Alemán", el beneficio anual fue, por
término medio, el siguiente:
1895
|
38.6%
|
1896
|
38.6%
|
1897
|
66.7%
|
1898
|
67.7%
|
1899
|
66.9%
|
1900
|
55.2%
|
"En diez años, de 1891 a 1900, la emisión de valores industriales
alemanes produjo un 'beneficio' de más de mil millones". [65]
Si durante los períodos de auge industrial los beneficios del capital financiero
son inconmensurables, durante los períodos de decadencia se arruinan las
pequeñas empresas y las empresas inconsistentes, mientras que los grandes
bancos "participan" en la adquisición de las mismas a bajo precio o
en su "saneamiento" y "reorganización" lucrativos. Al
efectuarse el "saneamiento" de las empresas que trabajan con pérdida,
"el capital anónimo sufre una baja, esto es, los beneficios son
distribuidos sobre un capital menor y se calculan en lo sucesivo a base de ese
capital. O, si la rentabilidad ha quedado reducida a cero, se incorpora nuevo
capital, el cual, al unirse con el capital viejo, menos lucrativo produce ya un
beneficio suficiente. Conviene decir — añade Hilferding — que todos esos
saneamientos y reorganizaciones tienen una doble importancia para los bancos:
primero, como operación lucrativa, y segundo, como ocasión propicia para
colocar a esas sociedades necesitadas bajo su dependencia".[66]
[65] Stillich, obra cit., pág. 143 y W. Sombart, "Die deutsche Volkswirtschaft im. 19. Jahrhundert", 2a edición, 1909, pág. 526, Apéndice 8.
[66] Hilferding, obra cit., pág. 172.
He aquí un ejemplo: la sociedad anónima minera "Unión" de Dortmund,
fundada en 1872. Fue emitido un capital en acciones por cerca de 40 millones de
marcos, y, cuando el primer año se percibió un dividendo del 12%, el curso se
elevó hasta el 170%. El capital financiero se quedó con la nata, embolsándose
la pequeñez de unos 28 millones de marcos. Desempeñó el papel principal en la
fundación de dicha sociedad ese mismo gran banco alemán "Sociedad de
Descuento", que sin contratiempos alcanzó un capital de 300 millones.
Después, los dividendos de la "Unión" descendieron hasta cero. Los
accionistas tuvieron que consentir en hacer pasar el capital "a pérdidas y
ganancias", es decir, en perder una parte de su capital, a fin de no
perderlo todo.
Como resultado de una serie de "saneamientos", de los libros de
la sociedad "Unión" desaparecen, en el transcurso de treinta años,
más de 73 millones de marcos. "En la actualidad, los accionistas
primitivos de esta sociedad tienen en sus manos únicamente el 5% del valor
nominal de sus acciones", [67] y a cada nuevo
"saneamiento" los bancos seguían "embolsándose ganancias".
Una de las operaciones particularmente lucrativas del
capital financiero es también la especulación con terrenos en las afueras de
las grandes ciudades que crecen rápidamente. El monopolio de los bancos se
funde en este caso con el monopolio de la renta del suelo y con el monopolio de
las vías de comunicación, pues el aumento de los precios de los terrenos, la
posibilidad de venderlos ventajosamente por partes, etc., dependen
principalmente de los buenos medios de comunicación con el centro de la ciudad,
y dichas vías de comunicación se hallan en manos de grandes cornpañías,
ligadas, por el sistema de la participación y por la distribución de los
puestos directivos, con esos mismos bancos. Resulta de todo ello lo que el
escritor alemán L. Eschwege, colaborador de la revista "Die Bank",
que se ha especializado en el estudio de las operaciones relacionadas con la
venta e hipoteca de terrenos, etc., ha calificado de "charca" la
furiosa especulación con los terrenos de las afueras de las ciudades, los cracs
de las sociedades de construcciones, como, por ejemplo, la firma berlinesa
"Boswau y Knauer", que había embolsado hasta 100 millones de marcos
por mediación del banco "más importante y respetable", el "Banco
Alemán", el cual, naturalmente, obraba según el sistema de la
"participación", esto es, en secreto, en la sombra, y salió del paso
no perdiendo "más" que 12 millones de marcos; después, la ruina de
los pequeños patronos y de los obreros que no consiguen percibir ni un céntimo
de las sociedades de construcción ficticias; los trapicheos fraudulentos con la
"honrada" policía berlinesa y la administración para tener en sus
manos el servicio de información sobre los terrenos y las autorizaciones del
municipio para construir, etc. [68]
[67] Stillich, obra cit., pág. 138; Liefmann, pág. 51.
[68] "Die Bank", 1913, pág. 952, L. Eschwege, "Der Sumpf"; ibíd. 1912, I, págs. 223 y siguientes.
Los "hábitos norteamericanos" de los que tan hipócritamente se
lamentan los profesores europeos y los burgueses bien intencionados, en la
época del capital financiero se han convertido en hábitos de toda ciudad
importante de cualquier país.
En Berlín, a principios de 1914, se hablaba de la fundación de un
"trust del transporte", esto es, una "comunidad de
intereses" de las tres empresas berlinesas de transporte: los
ferrocarriles eléctricos urbanos, la sociedad de tranvías y la de autobuses.
"Que este propósito existe — decía la revista 'Die Bank' — lo sabíamos
desde que fue del dominio público que la mayoría de las acciones de la sociedad
de ómnibus había sido adquirida por las otras dos sociedades del transporte. .
. Se puede dar entero crédito a quienes persiguen dicho propósito, cuando
afirman que, mediante la regulación uniforme de los transportes, tienen la
esperanza de obtener economías de una parte de las cuales, en resumidas
cuentas, se beneficiaría el público. Pero la cuestión se complica a
consecuencia de que, detrás de ese trust del transporte en formación, están los
bancos, que, si quieren, pueden subordinar los medios de comunicación
monopolizados por ellos a los intereses de su tráfico de terrenos. Para
convencerse de lo justificado de esta suposición basta recordar que, ya al ser
fundada la sociedad del ferrocarril eléctrico urbano, se hallaban mezclados en
ella los intereses del gran banco que patrocinó la constitución de dicha
sociedad. Esto es: los intereses de la mencionada empresa de transporte estaban
íntimamente relacionados con los del comercio de terrenos. La cuestión es que
la línea oriental de dicho ferrocarril debía pasar por los terrenos que más
tarde ese banco, cuando la construcción del ferrocarril estaba ya asegurada,
vendió con un enorme beneficio para sí y para algunas personas que
intervinieron en la venta". . . [69]
[69] "Verkehrstrust", "Die Bank", 1914, I, pág. 89.
El monopolio, una vez que está constituido y maneja miles de millones,
penetra de un modo absolutamente inevitable en todos los aspectos de la
vida social, independientemente del régimen político y de otras
"particularidades". En la literatura económica alemana son habituales
los autobombos serviles a la honradez de los funcionarios prusianos y las
alusiones al "Panamá" francés [70] o a la venalidad
política norteamericana. Pero el hecho es que aun la literatura burguesa
consagrada a los asuntos bancarios de Alemania, se ve constantemente obligada a
salirse de los límites de las operaciones puramente bancarias y a escribir, por
ejemplo, sobre la "atracción de los bancos", a propósito de los
casos, cada día más frecuentes, de funcionarios que pasan al servicio de los
bancos: "¿Qué se puede decir de la incorruptibilidad del funcionario de
Estado cuya secreta aspiración es a un cómodo puesto en la Behrenstrasse?"
(La calle de Berlín en la que se ubica la sede central del Banco Alemán).
[70] El Panamá francés, expresión aparecida en Francia en 1892-1893, cuando se descubrieron abusos enormes y la venalidad de gobernantes funcionarios y periódicos, a quienes había comprado la compañía francesa para la apertura del Canal de Panamá.
En 1909, el editor de "Die Bank", Alfred Lansburgh escribió un
artículo titulado "El Significado Económico del Bizantinismo". En el
mismo se refirió incidentalmente al viaje de Guillermo II por Palestina y al
"resultado inmediato de este viaje, la construcción del ferrocarril de Bagdad,
ese fatal 'gran producto del empresariado alemán' que tiene más responsabilidad
por el 'cerco' puesto alrededor de Alemania que todos nuestros errores político
en conjunto." (Por 'cerco' el autor se refería a la política de Eduardo
VII de aislar a Alemania rodeándola con una alianza imperialista antialemana).
En 1911, Eschwege, el colaborador de la misma revista a quien ya nos hemos
referido, escribió un artículo titulado "Plutocracia y Burocracia" en
el cual exponía, por ejemplo, el caso de un funcionario alemán de nombre
Volker, quien era un celoso miembro del Comité Anticartel parlamentario y
quien, como se descubrió más tarde, obtuvo un puesto lucrativo en el cartel más
grande, es decir: en el Sindicato del Acero. Casos similares, en absoluto
casuales, han forzado a este autor burgués a admitir que "la libertad
económica garantizada por la Constitución alemana se ha vuelto una frase
carente de sentido en muchos sectores de la vida económica" y que bajo el
gobierno de la democracia vigente "aun la libertad política más generosa
no puede salvarnos de quedar convertidos en una nación de personas carentes de
libertad".
En cuanto a Rusia, nos limitaremos a un ejemplo. Hace algunos años, todos
los periódicos anunciaron que Davydov, el director del Departamento de Crédito
de la Tesorería Nacional, había renunciado a su cargo para ocupar un puesto en
cierto gran banco, con un salario que, de acuerdo con el contrato, ascendería a
más de un millón de rublos en el transcurso de varios años. El Departamento de
Crédito es una institución cuya función es la de "coordinar las
actividades de todas las instituciones de crédito del país" y otorgar
subsidios a los bancos de San Petersburgo y de Moscú por sumas de entre 800 y
1.000 millones de rublos.
Una característica del capitalismo en general es que la titularidad del
capital se halla separada de la aplicación del capital a la producción; que el
capital financiero está separado del capital industrial o productivo, y que el
rentista que vive enteramente del ingreso obtenido del capital financiero está
aislado del empresario y de todos aquellos que se encuentran directamente
involucrados en la administración del capital. El imperialismo, o el dominio
del capital financiero, es aquella fase superior del capitalismo en la cual
esta segregación alcanza grandes proporciones. La supremacía del capital
financiero por sobre todas las otras formas de capital significa el predominio
del rentista y de la oligarquía financiera; significa la separación de un
pequeño número de Estados financieramente "poderosos" de todo el
resto. La magnitud con que este proceso está avanzando puede ser juzgada a
través de las estadísticas de las emisiones, es decir, por la emisión de todo
tipo de bonos.
En el "Boletín del Instituto Internacional de Estadísticas", A. Neymarck
ha publicado cifras muy amplias, completas y comparativas, cubriendo la
cuestión de los bonos por todo el mundo; cifras que han sido parcialmente
citadas en reiteradas oportunidades en la literatura económica. Los siguientes
son los totales que indica para las décadas consignadas:
TOTAL DE EMISIONES
(En miles de millones de francos)
(En miles de millones de francos)
Década
|
Emisión
|
1871-1880
|
76.1
|
1881-1890
|
64.5
|
1891-1900
|
100.4
|
1901-1910
|
197.8
|
En la década del 1870, el monto total de las emisiones de todo el mundo fue
alto debido, particularmente, a los empréstitos flotantes en conexión con la
guerra franco-prusiana y el auge de fundación de empresas que se produjo en
Alemania después de la guerra. En general, el aumento no es muy rápido durante
las tres últimas décadas del Siglo XIX y solamente en los primeros diez años
del Siglo XX se observa un enorme incremento de casi un 100%. Consecuentemente,
el comienzo del Siglo XX marca el punto de inflexión, no sólo en cuanto al
crecimiento de los monopolios (cartels, sindicatos, trusts), de los cuales ya
hemos hablado, sino también en cuanto al crecimiento del capital financiero.
Neymarck estima el total de bonos emitidos, vigentes en el mundo hacia 1910
en aproximadamente unos 815.000 millones de francos. Deduciendo de esta suma
montos que pueden estar duplicados, reduce el total a entre 575.000 y 600.000
millones. La distribución entre los distintos países es como sigue:
(consideraremos 600.000 millones)
BONOS FINANCIEROS VIGENTES EN 1910
(En miles de millones de francos)
(En miles de millones de francos)
País
|
Monto
|
Suma
|
Gran Bretaña
|
142
|
479
|
Estados Unidos
|
132
|
|
Francia
|
110
|
|
Alemania
|
95
|
|
Rusia
|
31
|
|
Austria-Hungría
|
24
|
|
Italia
|
14
|
|
Japón
|
12
|
|
Holanda
|
12.5
|
|
Bélgica
|
7.5
|
|
España
|
7.5
|
|
Suiza
|
6.25
|
|
Dinamarca
|
3.75
|
|
Suecia, Noruega, Rumania, etc.
|
2.5
|
|
TOTAL
|
600
|
En estas cifras podemos ver inmediatamente cómo se destacan en nítido
relieve los cuatro países más ricos, cada uno de los cuales posee bonos por
montos que van aproximadamente de 100.000 a 150.000 millones de francos. De
estos cuatro países, dos, Inglaterra y Francia, son los países capitalistas más
antiguos y, como veremos, poseen la mayoría de las colonias. Los otros dos, los
Estados Unidos y Alemania, son países capitalistas líderes en lo que respecta a
rapidez de desarrollo y grado de extensión de monopolios capitalistas en la
industria. En conjunto, estos cuatro países poseen 479.000 millones de francos,
esto es, cerca del 80% del capital financiero mundial. De un modo o de otro,
prácticamente todo el resto del mundo es más o menos deudor y tributario de estos
países banqueros internacionales que constituyen los cuatro "pilares"
del capital financiero mundial.
Es particularmente importante examinar el papel que juega la exportación de
capital en la creación de la red internacional de dependencia y las conexiones
del capital financiero.
Lo típico del antiguo capitalismo, en la época en que la libre competencia
tenía vigencia, fue la exportación de bienes. Lo típico de la fase
reciente del capitalismo, bajo la vigencia de los monopolios, es la exportación
de capital.
El capitalismo es la producción de bienes en su etapa más alta de
desarrollo, cuando la fuerza laboral misma se convierte en un bien transable.
El crecimiento del intercambio interno, y particularmente del intercambio
internacional, es la característica distintiva del capitalismo. El desarrollo
desigual y espasmódico de empresas individuales, de ramas individuales de la
industria y de países individuales, es inevitable bajo el sistema capitalista.
Inglaterra se convirtió en un país capitalista antes que cualquier otro y,
hacia mediados del Siglo XIX, después de haber adoptado el libre comercio, se
vanagloriaba de ser la "fábrica del mundo" proveedora de bienes a
todos los países que, en contrapartida, habrían de mantenerla provista de
materias primas. Pero en el último cuarto del Siglo XIX este monopolio
ya estaba socavado. Otros países, resguardándose mediante tarifas
"protectoras", se convirtieron en Estados capitalistas
independientes. Al alborear el Siglo XX asistimos a la formación de un nuevo
tipo de monopolio: primero, convergencias capitalistas en todos los países
capitalistas desarrollados; segundos, la posición monopólica de unos pocos
países muy ricos en los cuales la acumulación de capital ha llegado a proporciones
gigantescas. En los países avanzados ha surgido una enorme
"superabundancia de capital".
Demás está decir que no podría hablarse de superabundancia de capital si el
capitalismo pudiera desarrollar la agricultura que hoy se arrastra penosamente
detrás de la industria en todas partes, si pudiera levantar el nivel de vida de
las masas que en todas partes se encuentran semi exánimes y golpeadas por la
pobreza a pesar del sorprendente progreso técnico. Este "argumento"
es muy frecuentemente utilizado por los críticos pequeñoburgueses del
capitalismo. Pero si el capitalismo hiciera estas cosas, no sería capitalismo;
puesto que ambas cosas — desarrollo desigual y un nivel de existencia de las
masas cercano a la inanición — constituyen condiciones y premisas fundamentales
e inevitables de este modo de producción. Mientras el capitalismo permanezca
siendo lo que es, el capital sobrante será utilizado, no para aumentar el nivel
de vida de las masas en un país determinado, ya que esto significaría una
declinación de las ganancias de los capitalistas, sino para aumentar las
ganancias a través de la exportación de capital hacia los países atrasados. En
estos países atrasados las ganancias son generalmente altas porque el capital
es escaso, el precio de la tierra es relativamente bajo, los salarios son
bajos, las materias primas son baratas. La posibilidad de exportar capital
surge del hecho de que una cantidad de países atrasados ya han sido arrastrados
hacia el intercambio capitalista; ferrocarriles principales hacia esos lugares
ya se han construido o se hallan bajo construcción; las condiciones elementales
para el desarrollo industrial han sido creadas, etc. La necesidad de exportar
capital surge del hecho que en unos pocos países el capitalismo ha
"sobremadurado" y (debido al estado atrasado de la agricultura y el
empobrecimiento de las masas) el capital ya no puede hallar un campo propicio
para una inversión "rentable".
He aquí las cifras
aproximadas que muestran los montos de capital invertidos fuera del país por
las tres principales naciones:
CAPITAL INVERTIDO EN EL EXTRANJERO
(En miles de millones de francos)
(En miles de millones de francos)
Año
|
Gran Bretaña
|
Francia
|
Alemania
|
1862
|
3.6
|
---
|
---
|
1872
|
15.0
|
10 (1869)
|
---
|
1882
|
22.0
|
15 (1880)
|
?
|
1893
|
42.0
|
20 (1890)
|
?
|
1902
|
62.0
|
27-37
|
12.5
|
1914
|
75-100
|
60
|
44.0
|
Esta tabla demuestra que la exportación de capital ha adquirido dimensiones
formidables recién a principios del Siglo XX. Antes de la guerra, el capital
invertido en el extranjero por parte de los tres países principales ascendía a
entre 175.000 millones y 200.000 millones de francos. A una modesta tasa del
5%, el ingreso por esta suma habrá ascendido a entre 8.000 y 10.000 millones de
francos por año. ¡Una sólida base de opresión imperialista y de explotación de
la mayoría de los países y las naciones del mundo para el parasitismo
capitalista del puñado de Estados ricos!
¿Cómo se distribuye entre los distintos países el capital invertido en el
extranjero? ¿Dónde se halla invertido? A esta pregunta sólo puede darse
una respuesta aproximada, pero suficiente para arrojar luz sobre ciertas
relaciones generales y conexiones del imperialismo moderno.
DISTRIBUCIÓN APROXIMADA DEL CAPITAL EXTRANJERO
(HACIA 1910 - En miles de millones de marcos)
(HACIA 1910 - En miles de millones de marcos)
Gran Bretaña
|
Francia
|
Alemania
|
Total
|
|
Europa
|
4
|
23
|
18
|
45
|
América
|
37
|
4
|
10
|
51
|
Asia, África y Australia
|
29
|
8
|
7
|
44
|
TOTAL
|
70
|
35
|
35
|
140
|
Las principales áreas de inversión del capital británico son las colonias
británicas, que son muy vastas también en América (por ejemplo, Canadá), para
no mencionar a Asia, etc. En este caso, las enormes exportaciones de capital se
relacionan muy estrechamente con grandes colonias, de cuya importancia para el
imperialismo hablaremos más tarde. En el caso de Francia la situación es
diferente. Las exportaciones francesas de capital están invertidas mayormente
en Europa, principalmente en Rusia (por lo menos 10.000 millones de francos).
Este capital es en su mayor parte capital de crédito, es decir,
préstamos gubernamentales y no inversiones en empresas industriales. A
diferencia del imperialismo colonial británico, el imperialismo francés puede
ser llamado imperialismo usurario. En el caso de Alemania tenemos un tercer
tipo; las colonias son irrelevantes y el capital alemán invertido en el
extranjero se divide casi en partes iguales entre Europa y América.
La exportación de capital afecta y acelera en gran medida el desarrollo del
capitalismo en aquellos países hacia los cuales es exportado. Por lo tanto, la
exportación de capital puede tender, hasta cierto punto, a frenar el desarrollo
en los países que lo exportan, pero puede hacer esto únicamente expandiendo y
profundizando el ulterior desarrollo del capitalismo por todo el mundo.
Los países que exportan capital casi siempre están en condiciones de
obtener ciertas "ventajas" cuyas características arrojan luz sobre la
peculiaridad de la época del capital financiero y de los monopolios. Por
ejemplo, el siguiente pasaje apareció en la reseña berlinesa de "Die
Bank", en Octubre de 1913:
"Una comedia digna de la pluma de Aristófanes se está representando
últimamente en el mercado internacional de capitales. Numerosos países del
exterior, desde España hasta los Estados de los Balcanes, desde Rusia a
Argentina, Brasil y China, están llegando abiertos o secretamente al gran
mercado del dinero con pedidos de crédito, a veces muy persistentes. El mercado
financiero en estos momentos no es muy brillante y las perspectivas políticas
no son promisorias. Pero no hay un solo mercado financiero que se atreva a
rehusar la otorgación de un crédito por miedo a que lo otorguen sus vecinos
asegurándose, por medio de este consentimiento, algún servicio recíproco. En
estas transacciones internacionales el prestamista casi siempre consigue
asegurarse algún beneficio extra: una cláusula favorable en un tratado
comercial, una estación de carbón, un contrato para construir un puerto, una
gruesa concesión, o un pedido de armas,"
El capital financiero ha creado la época de los monopolios y los monopolios
introducen en todas partes principios monopólicos: la utilización de
"contactos" para transacciones rentables reemplaza a la competencia
en el mercado abierto. Lo más común es estipular que una parte del crédito
otorgado se utilizará para compras en el país del prestamista, en particular
para órdenes por material bélico, o por barcos, etc. En el transcurso de las
últimas dos décadas (1890-1910) Francia ha recurrido a este método con mucha
frecuencia. De este modo, la exportación de capital al exterior se convierte en
un medio para alentar la exportación de bienes. En relación a esto, las
transacciones entre firmas particularmente grandes toman una forma que, tal
como "suavemente" lo expresa Schilder, "roza la
corrupción". Krupp en Alemania, Schneider en Francia, Armstrong en
Inglaterra, son casos de firmas que tienen estrechas conexiones con poderosos
bancos y gobiernos, y no pueden ser "ignorados" fácilmente cuando se
está negociando un empréstito.
Al otorgar empréstitos a Rusia, Francia la "estrujó" para hacerle
aceptar el tratado comercial del 16 de Septiembre de 1905 en el cual estipuló
ciertas condiciones con vigencia hasta 1917. Hizo lo mismo cuando se concertó
el tratado comercial franco-japonés el 19 de Agosto de 1911. La guerra de las
tarifas entre Austria y Serbia, que, con un intervalo de siete meses, duró
desde 1906 hasta 1911, se debió parcialmente por la competencia entre Austria y
Francia en proveer a Serbia de material bélico. En Enero de 1912, Paul
Deschanel afirmó en la Cámara de Diputados que desde 1908 hasta 1911 firmas
francesas suministraron material bélico a Serbia por un valor de 45 millones de
francos.
Un informe del cónsul austro-húngaro en Sao Paulo (Brasil) afirma: "La
construcción de los ferrocarriles brasileños está siendo llevada a cabo
principalmente por capitales franceses, belgas y alemanes. En las operaciones
financieras relacionadas con la construcción de estos ferrocarriles, los países
involucrados han estipulado las órdenes de compra de los materiales ferroviarios
necesarios."
De este modo, el capital financiero extiende sus redes, se podría decir que
literalmente, por todos los países del mundo. En esto juegan un papel
importante los bancos fundados en las colonias y sus filiales. Los
imperialistas alemanes miran con envidia hacia los países colonizadores
"antiguos" que han sido particularmente "exitosos" en
aprovisionarse en este sentido. En 1904 Gran Bretaña tenía bancos coloniales
con 2.279 filiales (en 1910 había 72 bancos con 5.449 filiales); Francia tenía
20 con 136 filiales; Holanda 16 con 68 filiales; y Alemania tenía "solamente"
13 con 70 filiales. Los capitalistas americanos, a su vez, están celosos de los
ingleses y de los alemanes: "En América del Sur" — se quejaron en
1915 — "cinco bancos alemanes tienen cuarenta filiales y cinco bancos
ingleses tienen setenta filiales... Inglaterra y Alemania han invertido en
Argentina, Brasil y Uruguay aproximadamente cuatro mil millones de dólares en
los últimos veinticinco años. Como resultado, se benefician en conjunto con el
46% del comercio total de estos tres países. ("The Annals of the American Academy of Political and Social
Science", Vol. LIX, May 1915, p. 301. En el mismo volumen, en la pág.
331, leemos que, en el último número de la revista financiera "El
Estadístico", el conocido especialista en estadísticas Paish estima el monto
del capital exportado por Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgica y Holanda en
entre 40.000 y 200.000 millones de francos).
Los países
exportadores de capital se han dividido el mundo entre ellos en el sentido
figurado del término. Pero el capital financiero ha llevado a la división concreta
del mundo.
Las asociaciones monopólicas capitalistas, los cartels, los sindicatos y
los trusts se dividen entre ellos, en primer lugar, el mercado doméstico y se
toman posesión, de una manera más o menos completa, de la industria de un país.
Pero bajo el capitalismo, el mercado interno está inevitablemente ligado al
mercado externo. Hace ya mucho tiempo que el capitalismo ha creado un mercado
mundial. A medida en que la exportación del capital fue en aumento, y a medida
en que las conexiones externas, las conexiones coloniales y las "esferas
de influencia" de las grandes asociaciones monopólicas se expandieron en
todo sentido, las cosas gravitaron "naturalmente" hacia un acuerdo
internacional entre estas asociaciones y hacia la formación de cartels
internacionales.
Esta es una nueva fase de la concentración mundial de capital y producción,
incomparablemente superior a las fases precedentes. Veamos cómo se desarrolla
este supermonopolios.
La industria eléctrica es la que más típicamente representa los últimos
logros técnicos y la que mejor tipifica al capitalismo al final del
Siglo XIX y comienzos del XX.
Esta industria ha tenido su mayor desarrollo en los dos países capitalistas
más avanzados, los Estados Unidos y Alemania. En Alemania, la crisis de 1900 le
dio un ímpetu particularmente fuerte a su concentración. Durante la crisis, los
bancos, que para esta época ya se habían fusionado bastante bien con la industria,
aceleraron e intensificaron enormemente la ruina de las firmas relativamente
pequeñas promoviendo su absorción por parte de las más grandes. "Los
bancos" — escribe Jeidels — "al negar una mano de ayuda precisamente
a las empresas que más capital necesitan provocan, primero, un auge frenético
y, después, un fracaso desesperanzado entre las compañías que no se les han
acercado lo suficiente."
Como resultado de ello, después de 1900 la concentración progresó a pasos
agigantados en Alemania. Hasta 1900 había ocho o siete "grupos" en la
industria eléctrica. Cada uno de ellos se componía de varias compañías (en
total eran 28) y cada uno estaba respaldado por entre 2 y 11 bancos. Entre 1908
y 1912 todos estos grupos se fusionaron en dos, o uno. El diagrama a
continuación ilustra el proceso:
GRUPOS EN LA INDUSTRIA ELÉCTRICA
Antes de 1900
|
Felten & Guillaume
|
Lahmeyer
|
Union AEG
|
Siemens & Halske
|
Schuckert & Co.
|
Bergmann
|
Kummer
|
Felten & Lahmeyer
|
AEG (General Electric Co.)
|
Siemens & Halske-Schuckert
|
Bergmann
|
Quebró en 1900
|
|||
Hacia 1912
|
AEG (General Electric Co.)
|
Siemens & Halske-Schuckert
|
|||||
(En estrecha "cooperación" desde 1908)
|
La famosa A.E.G. (General Electric Company) que creció de esta manera,
controla entre 175 a 200 compañías (a través del sistema de "holding")
y un capital total de aproximadamente 1.500 millones de marcos.
Solamente de agencias directas en el extranjero posee 34, de las cuales 12 son
compañías de acciones compartidas, en más de 10 países. En una fecha ya tan
temprana como 1904 el monto del capital invertido en el extranjero por la
industria eléctrica alemana se estimaba en 233 millones de marcos. Es
innecesario decir que la A.E.G. es una gran "asociación" — tan solo
sus compañías manufactureras ascienden a no menos de 16 — que produce los
artículos más diversos, desde cables y aisladores hasta automóviles y aviones.
Pero la concentración en Europa fue también una parte componente del
proceso de concentración en América que se desarrolló de la siguiente manera:
General Electric Company
|
||
Estados Unidos
|
Thomson-Houston Co. establece una firma en Europa
|
Edison Co. establece en Europa la Edison Co.
francesa que transfiere sus patentes a la firma alemana.
|
Alemania
|
Union electric Co.
|
General Electric
Co. (A.E.G.)
|
General
Electric Co. (A. E. G.)
|
De este modo se formaron dos "Grandes Potencias"
eléctricas: "no existen otras compañías eléctricas en el mundo que sean completamente
independientes de ellas", escribió Heinig en su artículo "El Camino
del Trust Eléctrico". Se puede obtener una idea, bien que lejos de
completa, del giro comercial y del tamaño de las empresas de estos dos
"trusts" por medio de las siguientes cifras:
Región y Compañía
|
Año
|
Giro Comercial
(Millones de marcos) |
Cantidad de empleados
|
Beneficio neto
(Millones de marcos) |
América: General Electric Co. (G.E.C.)
|
1907
|
252
|
28.000
|
35.4
|
1910
|
298
|
32.000
|
45.6
|
|
Alemania:
General Electric Co. (A. E. G.)
|
1907
|
216
|
30.700
|
14.5
|
1911
|
362
|
60.800
|
21.7
|
Pues bien, en 1907 los trusts alemanes y americanos llegaron a un acuerdo
por el cual se dividieron el mundo entre si. La competencia entre ellos cesó.
La General electric Company americana (GEC) "obtuvo" a los Estados
Unidos y Canadá. La General electric Company alemana (AEG) "obtuvo"
Alemania, Austria, Rusia, Holanda, Dinamarca, Suiza, Turquía y los Balcanes. Se
establecieron acuerdos especiales, por supuesto secretos, en cuanto a la
penetración de "compañías filiales" en nuevas ramas de la industria y
en "nuevos" países todavía no adjudicados. Los dos trusts también
intercambiarían inventos y experimentos. (Cf. Riesser op.cit., Diouritch
op.cit. pág. 239 y Kurt Heinig op.cit.).
Resulta evidente la dificultad de competir contra este
trust, que abarca prácticamente a todo el mundo, controla un capital de varios
miles de millones y tiene sus "filiales", agencias, representantes,
conexiones etc. en cada rincón del mundo. Pero la división del mundo entre dos
trusts poderoso no excluye la redivisión si la relación de fuerzas
cambia como resultado de un desarrollo desigual, guerra, quiebras, etc.
La industria del petróleo nos ofrece un ejemplo
instructivo del intento de un nuevo reparto de este género, de la lucha por el
mismo.
"El mercado petrolero del mundo — escribía
Jeidels, en 1905 — aun actualmente se halla repartido entre dos grandes grupos
financieros: el trust norteamericano 'Standard Oil' de Rockefeller, y los
dueños del petróleo ruso de Bakú Rothschild y Nobel. Estos dos grupos están
íntimamente ligados entre sí, pero su situación de monopolio se halla
amenazada, hace ya algunos años, por cinco enemigos: [71] 1) el agotamiento
de los yacimientos norteamericanos de petróleo; 2) la competencia de la firma
Mantaschev en Bakú; 3) los yacimientos de Austria; 4) los de Rumania; 5) los
yacimientos de petróleo transoceánicos, particularmente en las colonias
holandesas (las riquísimas firmas Samuel y Shell, enlazadas también con el
capital inglés). Las tres últimas series de empresas están relacionadas con los
grandes bancos alemanes, con el más importante de ellos, el "Banco
Alemán", al frente. Estos bancos han desarrollado de un modo sistemático e
independiente la industria petrolífera, por ejemplo, en Rumania, a fin de tener
"su" punto de apoyo. En 1907, se calculaba que, en la industria
petrolífera rumana, había capitales extranjeros por valor de 185 millones de
francos, de los cuales 74 millones eran alemanes. [72] empezó lo que en
la literatura económica ha sido calificado de lucha por el "reparto del
mundo". Por una parte, el "Standard Oil", de Rockefeller,
deseando apoderarse de todo, fundó una "sociedad filial" en
la misma Holanda, adquiriendo los yacimientos de la India holandesa y
aspirando de este modo a asestar el golpe a su enemigo principal: el trust
holandés-británico "Shell". Por otra parte, el "Banco
Alemán" y otros bancos berlineses dirigían todos sus esfuerzos a
"salvaguardar" "para sí" Rumania y a unirla a Rusia contra
Rockefeller. Este último poseía un capital incomparablemente más cuantioso y
una magnífica organización del transporte y del abastecimiento de petróleo a
los consumidores. La lucha debía terminar y terminó en 1907, con la derrota
completa del "Banco Alemán", al cual le quedaban dos caminos: o
liquidar con millones de pérdida sus "intereses petrolíferos" o
someterse. Escogió el segundo y pactó un acuerdo muy poco ventajoso para él, con
el "Standard Oil". En dicho acuerdo, se comprometía "a no hacer
nada en perjuicio de los intereses norteamericanos", estipulándose, sin
embargo, que el acuerdo perdería su vigor en el caso de que en Alemania llegara
a aprobarse una ley estableciendo el monopolio del Estado sobre el petróleo.
[72] Diouritch, pág, 245
Entonces empieza la "comedia del petróleo". Uno de los reyes
financieros de Alemania, von Gwinner, director del "Banco Alemán",
por mediación de su secretario privado, Stauss, organiza una campaña de
agitación en favor del monopolio del petróleo Se pone en juego todo el
gigantesco aparato del más importante banco berlinés, todas las vastas
"relaciones" de que dispone, la prensa se llena de gritos
"patrióticos" contra el "yugo" del trust norteamericano, y
el Reichstag, casi por unanimidad, adopta, el 15 de marzo de 1911, una
resolución invitando al gobierno a elaborar un proyecto de monopolio del
petróleo. El gobierno acogió esta idea "popular", y el "Banco
Alemán", que quería engañar a su "partenaire" norteamericano y
arreglar sus negocios por mediación del monopolio de Estado, parecía haber
ganado la partida. Los reyes alemanes del petróleo se frotaban ya las manos de
gusto pensando en sus beneficios gigantescos, que no serían inferiores a los de
los azucareros rusos. . . Pero, en primer lugar, los grandes bancos alemanes se
malquistaron entre sí a causa del reparto del botín, y la "Sociedad de
Descuento" puso al descubierto las miras interesadas del "Banco
Alemán"; en segundo lugar, el gobierno se asustó ante la idea de una lucha
con Rockefeller, pues era muy dudoso que Alemania pudiera procurarse petróleo
sin contar con él (la productividad de Rumania no es muy considerable); en
tercer lugar, casi al mismo tiempo, en 1913, se votaba un crédito de mil
millones para los preparativos de guerra de Alemania. El proyecto de monopolio
fue aplazado. Por el momento el "Standard Oil" de Rockefeller salió
victorioso de la lucha.
La revista berlinesa "Die Bank" escribía a este propósito que
Alemania no podría luchar con el "Standard Oil" más que introduciendo
el monopolio de la electricidad y convirtiendo la fuerza hidráulica en
electricidad barata. Pero — añadía el autor — "el monopolio de la
electricidad vendrá cuando constituya una necesidad de los productores,
precisamente cuando nos hallemos en vísperas del gran crac de turno en la
industria eléctrica, y cuando las gigantescas centrales eléctricas caras que se
están construyendo actualmente en todas partes por los 'consorcios' privados de
la industria eléctrica y para las cuales dichos 'consorcios' obtienen ya ahora
algunos monopolios de los municipios, del Estado, etc., no puedan ya trabajar
con beneficio. Entonces será necesario poner en marcha las fuerzas hidráulicas;
pero no será posible convertirlas en electricidad barata por parte del Estado, sino
que se hará preciso entregarlas también a un 'monopolio privado controlado por
el Estado', pues la industria privada ha concertado ya una serie de
transacciones y estipulado grandes indemnizaciones. . . Así ocurrió con el
monopolio de la potasa, así sucede con el monopolio del petróleo, así será con
el monopolio de la electricidad. Es hora ya de que nuestros socialistas de
Estado, que se dejan deslumbrar por principios brillantes, comprendan, por fin,
que en Alemania los monopolios no han perseguido nunca como fin, ni han dado
como resultado, proporcionar beneficios a los consumidores o, por lo menos,
poner a disposición del Estado una parte de los beneficios patronales, sino que
han servido para sanear a costa del Estado la industria privada, que ha llegado
casi al borde de la bancarrota". [73]
[73] "Die Bank", 1912, I, pág, 1036; 1912, II, pág. 629; 1913, I, pág. 388.
Estas son las confesiones preciosas que se ven obligados a hacer los
economistas burgueses de Alemania. Aquí vemos patentemente cómo, en la época
del capital financiero, los monopolios de Estado y los privados se entretejen
formando un todo y cómo, tanto los unos como los otros, no son, en realidad,
más que distintos eslabones de la lucha imperialista entre los más grandes
monopolistas por el reparto del mundo.
En la navegación comercial, el proceso gigantesco de concentración ha
conducido asimismo al reparto del mundo. En Alemania, se han destacado dos
grandes sociedades: "Hamburg-Amerika-Linie" y el "Lloyd de la
Alemania del Norte", ambas con un capital de 200 millones de marcos
(acciones y obligaciones) cada una y poseyendo buques por un valor de 185 a 189
millones de marcos. Por otra parte, en Norteamérica, el 1 de enero de 1903, se
fundó el llamado trust Morgan, "Compañía internacional de comercio marítimo",
que une a las compañías navieras norteamericanas e inglesas, en número de
nueve, y que dispone de un capital de 120 millones de dólares (480 millones de
marcos). Ya en 1903, entre los colosos alemanes y ese trust angloamericano se
concertó un tratado sobre el reparto del mundo en relación con el reparto de
los beneficios. Las sociedades alemanas renunciaron a la competencia en los
transportes entre Inglaterra y Norteamérica. Se fijó de un modo preciso los
puertos "reservados" a cada uno, se creó un comité de control común,
etc. El tratado fue concertado para veinte años, con la prudente reserva de que
perdería su vigor en caso de guerra. [74]
[74] Riesser, obra cit., pág. 125
Es también extraordinariamente instructiva la historia de la constitución
del cartel internacional del rail. Por primera vez, las fábricas de raíles
inglesas, belgas y alemanas intentaron ya en 1884, constituir dicho cartel en
un período de decadencia intensa de los negocios industriales. Se pusieron de
acuerdo para que los países firmantes del tratado no compitieran en sus
mercados interiores, y los mercados exteriores se distribuyeran con arreglo a
la proporción siguiente: Inglaterra, el 66%; Alemania, el 27%; Bélgica, el 7%.
La India quedó enteramente a merced de Inglaterra. Se hizo una guerra común
contra una firma inglesa que se había quedado al margen del acuerdo. Los gastos
de dicha guerra fueron cubiertos con un tanto por ciento de las ventas
generales. Pero en 1886, cuando salieron del cartel dos firmas inglesas, éste
se desmoronó. Es un hecho característico el de que no fue posible conseguir el
acuerdo durante los años de prosperidad industrial que siguieron.
A principios de 1904, fue fundado el sindicato del acero de Alemania. En
noviembre del mismo año reanudó su existencia el cartel internacional del rail,
con la proporción siguiente: Inglaterra, el 53,5%; Alemania, el 28,83%;
Bélgica, el 17,67%. Más tarde se adhirió Francia con el 4,8%, 5,8% y 6,4%, en
el primero, segundo y tercer año, respectivamente, sobre el 100% es decir, con
el 104,8% en total, y así sucesivamente. En 1905, se adhirió el "Trust del
acero" de los Estados Unidos ("Corporación del acero"); después,
Austria y España. "En el momento actual — decía Vogelstein en 1910 — el
reparto del mundo está terminado, y los grandes consumidores, en primer lugar
los ferrocarriles del Estado, pueden vivir — puesto que el mundo está ya
repartido, sin tener en cuenta sus intereses —, como el poeta, en los cielos de
Júpiter". [75]
Recordemos también el sindicato internacional del zinc, fundado en 1909,
que distribuyó exactamente el volumen de la producción entre tres grupos de
fábricas: alemanas, belgas, francesas, españolas, inglesas; después el trust
internacional de la pólvora, esa "estrecha asociación, completamente
moderna — según las palabras de Liefmann —, entre todas las fábricas alemanas
de explosivos, que más tarde, juntas con las fábricas de dinamita francesas y
norteamericanas, organizadas de un modo análogo, se han repartido, por decirlo
así, todo el mundo". [76]
[76] Liefmann, "Kartelle und Trusts", 2a ed., pág. 161.
Según Liefmann, en 1897 había cerca de 40 cartels internacionales con la
participación de Alemania, y en 1910, ya había cerca de un centenar.
Algunos escritores burgueses (a los cuales se ha unido ahora C. Kautsky,
que ha traicionado completamente su posición marxista, por ejemplo, de 1909)
han expresado la opinión de que los cartels internacionales, siendo como son
una de las expresiones de mayor relieve de la internacionalización del capital,
permiten abrigar la esperanza de la paz entre los pueblos bajo el capitalismo.
Esta opinión es, desde el punto de vista teórico, completamente absurda, y,
desde el punto de vista práctico, un sofisma, un medio de defensa poco honrado
del oportunismo de la peor especie. Los cartels internacionales muestran hasta
qué grado han crecido ahora los monopolios capitalistas y cuáles son los
objetivos de la lucha que se desarrolla entre los grupos capitalistas. Esta
última circunstancia es la más importante, sólo ella nos aclara el sentido
histórico-económico de los acontecimientos pues la forma de lucha puede
cambiar y cambia constantemente como consecuencia de diversas causas,
relativamente particulares y temporales, pero la esencia de la lucha, su
contenido de clase no puede cambiar, mientras subsistan las clases. Se
comprende que a los intereses de la burguesía alemana, por ejemplo, a la cual
se ha pasado en realidad Kautsky en sus razonamientos teóricos (como veremos
más abajo), convenga velar el contenido de la lucha económica actual (por el
reparto del mundo) y subrayar ya esta ya la otra forma de dicha lucha. Este es
el mismo error en que incurre Kautsky. Y se trata, naturalmente, no sólo de la
burguesía alemana, sino de la burguesía internacional. Los capitalistas
reparten el mundo, no como consecuencia de su particular perversidad, sino
porque el grado de concentración a que se ha llegado les obliga a seguir este
camino para obtener beneficios; y se lo reparten "según el capital";
"según la fuerza"; otro procedimiento de reparto es imposible en el
sistema de la producción de mercancías y del capitalismo. La fuerza varía a su
vez en consonancia con el desarrollo económico y político; para comprender lo
que está aconteciendo, hay que saber cuáles son los problemas que se solucionan
con el cambio de las fuerzas, pero saber si dichos cambios son
"puramente" económicos o extraeconómicos (por ejemplo, militares), es
una cuestión secundaria que no puede hacer variar en nada la concepción
fundamental sobre la época actual del capitalismo. Sustituir la cuestión del contenido
de la lucha y de las transacciones entre los grupos capitalistas por la
cuestión de la forma de esta lucha y de estas transacciones (hoy pacífica, mañana
no pacífica, pasado mañana otra vez no pacífica) significa descender hasta el
papel de sofista.
La época del capitalismo moderno nos muestra que entre
los grupos capitalistas se están estableciendo determinadas relaciones sobre
le base del reparto económico del mundo, y que, al mismo tiempo, en
conexión con esto, se están estableciendo entre los grupos políticos, entre los
Estados, determinadas relaciones sobre la base del reparto territorial del
mundo, de la lucha por las colonias, de la "lucha por el territorio
económico".
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